La decoración navideña, salvavidas de las tiendas tradicionales

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La Avenue Montaigne de París es el hogar de la alta costura. Las luces del glamour suelen iluminar esta calle. También cuando se visten de celebración al llegar la Navidad. Pero ya no basta con unas estrellas fugaces y un árbol de bolas, hay que convertir la tienda en un espectáculo que llame la curiosidad del peatón más allá de los clientes potenciales. Un acontecimiento de luces y músicas, de dorados y cosas. Muchas cosas. En Dior ni siquiera falta dos versiones minis de la Torre Eiffel. El símbolo de hierro siempre da pedigrí, dentro y fuera de París. Incluso han colgado en el centro del performance una réplica del edificio. En estas fiestas, dan igual las redundancias. Más puede ser más.

Tiendas refinadas, que antes eran más austeras para distinguirse de los grandes almacenes, ahora prácticamente montan su propio Cortylandia. Para que luego algunos intenten crear falsos debates con que se está perdiendo el espíritu de la Navidad. No será en su vertiente de fiesta del consumo, vital para la economía en tiempos en los que ha evolucionado nuestra forma de comprar.

Ya no necesitamos acudir a la tienda física. El comercio digital nos conquista. Y las grandes marcas utilizan las fachadas de sus establecimientos para animar al público a ir no sólo a gastar, sino a vivir la experiencia de la aventura de descubrir qué puedes comprar.

En Madrid, este 2024, El Corte Inglés ha realizado un nuevo diseño de la decoración navideña de sus principales fachadas. Ya no son todas iguales. Se han tematizado, creando escenografías listas para atrapar la ilusión de pequeños y la atención de los mayores. Un espectacular cielo de globos y estrellas en Serrano, los tres reyes magos en formato gigante en Preciados o Papá Noel volando en su trineo en Goya sobre un cielo de bombillas brillando. Imposible no levantar la mirada y deslumbrarse. Sin olvidar el clásico de Cortylandia y el castillo de leds de Nuevos Ministerios, donde literalmente saltan chispas cada hora.

El Corte Inglés ha acrecentado en la capital el despliegue navideño. Porque en la pericia comercial actual las tiendas no solo pueden ser tiendas. Para competir con los grandes almacenes online, se requiere recuperar ese envoltorio que anima a pasearse por lugares comerciales que permiten aspirar a color incluso en días grises. Aunque no compres nada. Pero a buen seguro te harás una foto o subirás una story al Instagram para decir "yo estuve aquí" al sentir estar asistiendo a un universo especial. Lo que propicia un imparable efecto boca a boca sobre ese comercio que no sentiste como un mero comercio. Ya no somos simples consumidores, ahora también somos altruistas vallas publicitarias. Lo somos sin darnos cuenta, solo disfrutando de luces de colores y muñecos gigantes. Algunos incluso creyéndose protagonistas del mundo de fantasía de la Navidad. Aunque simplemente sea un inteligente decorado para animar la liturgia de volver a la tienda como cuando éramos niños.

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