Dee_Kirlin
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El mosqueo gremial de los hosteleros con la decisión de prohibir los veladores en las zonas de máxima afluencia durante la Magna se ha visibilizado con las barajas echadas de unos cuantos negocios cuyos dueños hicieron oídos sordos a la petición del alcalde de abrir a pesar de las limitaciones. La decisión acordada por el Consistorio de retirar obstáculos en lugares donde se preveían bullas históricas estaba cargada de sentido común. La seguridad suele ser el patito feo de los grandes eventos; el grinch que suele chafar algún deseo y que jamás contenta a todos. Pero es el ingrediente esencial para que cualquiera manifestación no acabe pasando a la historia por haber supuesto un riesgo grave para una cantidad ingente de personas. Dicho lo cual, la medida de retirar veladores no habría creado ni una brizna de polémica en esta ciudad si en realidad existiera una buena cultura de la seguridad entre sus ciudadanos y sus políticos, estén gobernando o no. Echemos la vista atrás y repasemos algunos precedentes. El grito llegó al cielo cuando se decidió imponer los aforamientos en la Semana Santa. Cuando las vallas empezaron a poner límites a la bulla, los cuestionamientos no fueron pocos, muchos de ellos apelando a la tradición y a la confianza ciega en que el sevillano sabe moverse mejor que nadie en una marea humana. Un planteamiento que se cae de plano desde el momento que Sevilla es un destino internacional y sus fiestas un reclamo que convocan a turistas de más de un continente. Tampoco sentó nada bien prohibir la venta de alcohol en la Madrugada aunque aquí se vigiló con celo al hostelero y no tanto al tendero que abastece al botellón. Pero lo cierto es que la medida ha servido para reducir notablemente la presencia de concentraciones en torno a litros de alcohol al mismo tiempo que una fila de nazarenos hacían estación de penitencia. Los que ya vamos teniendo una edad nos acordamos de la bochornosa convivencia que se veía cada Viernes Santo en la Gavidia.Para alcanzar esa cultura de la seguridad tan necesaria en una urbe especializada en grandes festejos como Sevilla también es necesario más determinación para acabar con otros problemas que van camino de cronificarse. Pongamos que hablamos de las sillitas que obstaculizan aceras y que constituyen pequeñitos veladores a ras del suelo que en caso de avalancha son un tapón mayúsculo.La cultura de la seguridad es algo inherente a sociedades avanzadas, que saben autoprotegerse cuando surgen los riesgos. Y es algo que debe defenderse aunque las medidas que conlleve sean poco simpáticas. Sea una Magna, un Jueves Santo o un día grande de Feria.
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