Mohamed_Gerhold
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Con hechos idénticos y actuaciones iguales a las conocidas, si el Gobierno valenciano hubiese estado en manos de la izquierda y el de España en las del PP, la manifestación celebrada el sábado habría exigido la dimisión de su presidente al grito de «Feijóo asesino». Que nadie albergue la menor duda. A los convocantes de dicha marcha los muertos y damnificados les importan una higa. Todo su empeño está puesto en llevar a la práctica esa consigna miserable contenida en las notas de la ministra de Igualdad captadas por una cámara indiscreta a las pocas horas de la catástrofe, en un tuit borrado cuando ya se había hecho público su contenido: «Este es nuestro momento». En eso pensaba la ministra socialista Ana Redondo mientras miles de voluntarios acudían en auxilio de los vecinos abandonados a su suerte por el Estado; en sacar provecho de la DANA, elaborando un argumentario sobre el «liderazgo fallido de Carlos Mazón» y la ausencia de responsabilidad por parte del Ejecutivo central. La misma vileza demostraba la portavoz de Sumar en el Congreso, Aina Vidal, al defender que se mantuviera la votación destinada a tomar al asalto RTVE a pesar de la emergencia que se estaba produciendo en Valencia, porque «los diputados no estamos para ir a achicar agua». Esa es su catadura moral. La calle es de Pedro. De ahí que resulten sumamente ilustrativas esas pintadas aparecidas este fin de semana en la capital del Turia, donde bajo el rostro sonriente de Sánchez se leía: «Gracias Pedro» o «Solo Pedro salva al pueblo». Desconozco si ha sido él mismo quien ha mandado inundar la ciudad de esos graffitis, reflejo de su narcisismo extremo, si es su partido/secta el que los ha encargado y pagado o si se trata de una broma siniestra. Lo relevante aquí es que las dos primeras opciones resultan plenamente verosímiles, porque a sus ojos 'progresistas' el fin de seguir mandando justifica cualquier infamia. Todo es una cuestión de poder y únicamente de poder. Lo importante es el relato que cale en el electorado y su traducción en votos. La maquinaria monclovita no está centrada en acelerar las ayudas a las víctimas ni en aprender de lo ocurrido para evitar que se repita, sino en buscar el modo de rentabilizar en las urnas la justa indignación de la gente y aprovechar una eventual ventana de oportunidad para adelantar las elecciones y reeditar un nuevo Frankenstein. En esas condiciones, forzar la dimisión de Carlos Mazón sin tener asegurada la de Sánchez es un gesto de dignidad política que el PP no puede permitirse. Cuando tu adversario es un trilero carente de escrúpulos, los modales de caballero están de más. Por supuesto que ninguno de los dos debería sobrevivir a la calamitosa gestión de este desastre. Pero dar el primer paso solo conduce al abismo.
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