La caja con un cadáver facturado a Madrid y que nadie recogió

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Nada gusta más a la opinión pública que un buen suceso. Los lectores de periódicos se bebieron literalmente cuanta noticia se publicaba en torno a una caja de madera de pino que fue facturada en Barcelona, enviada en tren a Madrid y en la que se descubrió, semanas después, un cadáver en estado de descomposición.Todo comenzó con una caja que llegó de la Ciudad Condal hasta la madrileña estación de Mediodía . Venía a nombre de José Gómez, residente en Madrid, y se facturó en Barcelona el 10 de diciembre de 1928. Pasado el tiempo reglamentario, nadie había ido a recogerla, por lo que se procedió a abrirla para subastar su contenido. En su interior encontraron los restos de un cadáver putrefacto.Según explicaron el médico y el practicante de la estación, primeros en examinar tan ominosa carga, venía envuelto en gran cantidad de algodón en rama y cubierto por una sábana, un cuerpo descuartizado, y en tal estado que no se podía determinar a primera vista si era de hombre o de mujer.Noticia Relacionada HISTORIAS CAPITALES estandar Si El primer partido de fútbol femenino en Madrid, que se jugó en Villaverde y acabó en el cuartelillo Sara Medialdea Las pioneras del balonpié ya peleaban por hacerse un lugar en la historia de este deporte décadas antes de que los grandes clubes les abrieran las puertasLa caja fue trasladada al depósito de cadáveres, donde los forenses comenzaron a sacarlo. Los especialistas determinaron que se trataba de un hombre «ancho de espaldas, fornido y moreno», pero le faltaba la cabeza. Tenía puestas una camiseta y un calzoncillo. «En la mano derecha tiene un mechón de pelo moreno, tal vez de una pelea anterior a su muerte». Y las piernas estaban cortadas, «parece que con una sierra, por la parte de la rótula».madrid_dia_0703La investigación policial aclaró que la caja fue facturada a las 6 de la tarde del 10 de diciembre de 1928 y que el remitente era José Pérez. Pesaba 82 kilos y tuvo que pagar por ello 24,41 pesetas. A Madrid llegó el 12 de diciembre y quedó almacenada en el muelle de llegada, que se denominaba El Cocherón. Desde allí, se trasladó al muelle superior de expediciones, donde estaban los envíos no reclamados. A los pocos días de llegar, los trabajadores comenzaron a notar el olor a podrido, pero no les extrañó porque a veces las cajas no recogidas traían comida que se estropeaba.Como se acercaba el día de la subasta de los paquetes no reclamados, los operarios comenzaron la tarea de desembalar los bultos para clasificar las mercancías. Al mover la caja el mozo Pedro Vicente, vio que quedaba bajo ella una sustancia viscosa. El cajón tenía un metro de largo, unos 40 centímetros de ancho y unos 60 centímetros de profundidad.Nada más levantar los primeros clavos, se esparció por el recinto un hedor insoportable. Fueron levantando capas de algodón, papel y tela, y el encargado de examinarla comentó, descompuesto, a los que le observaban: «Aquí hay una pierna humana con su pie». Se llamó entonces a la Policía. El cajón fue entregado al furgón para su traslado al depósito y el almacén quedó desinfectado.Unos días después, la investigación comenzó a dar sus frutos y el misterio se fue desentrañando: en Barcelona se informaba de la desaparición de un industrial o encargado de una fábrica de cajas de cartón, un hombre solitario que vivía en una casita aislada. La noticia se confirmó en breve: el muerto era Pablo Casado, el industrial barcelonés sobre el que se cernía la búsqueda de las autoridades. Las pesquisas y el trabajo policial llevaron a la detención de Ricardo Fernández Sánchez, 'Ricardito', que se confesó como autor único del crimen. Al parecer, discutió con él el 8 de diciembre y le golpeó con una plancha eléctrica en la cabeza.

 

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