Pierce_Tillman
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En la vida, como en la televisión, hay miedo. Miedo a las represalias, miedo a quedarte sin trabajo, miedo a perder la libertad que te dejan tener. Siempre hay alguien que juega con el miedo. Incluso hay hasta miedos que hemos interiorizados como normales. Quizá porque hemos crecido rodeados de tantos berreos de los matones de la escuela, que marcaban las reglas y que conseguían que nos escondiéramos para poder proseguir por algún camino. Aunque fuera más pequeño que el que nuestra imaginación nos permitía. Incluso mermando nuestra capacidad de poder ser como somos.
Pero, a menudo, la única manera de cambiar los naturalizados malos hábitos de la sociedad es compartir las emociones. Verbalizarlo. Sobre todo si ya tienes la autoridad que te permite esa serenidad para explicar aquello que te frena, te agobia y hasta te indigna. Es lo que ha hecho David Broncano este jueves por la noche, creando un momento que ya es historia de la televisión justo en el Día Mundial de la Televisión. Él puede. Él tiene ya poder, audiencia, pasta y nombre. Lo puede hacer. Él puede derribar ese tabique para que anden mejor otros que son más vulnerables. Incluso ex de El Hormiguero, que han salido después a tuitear. Casi como a modo de alivio. Como si ya se sintieran menos solos.
Así Broncano ha despedido La Revuelta antes de tiempo y ha dejado la emisión de La 1 en un bucle con imágenes de ciervos machos en su berrea y buitres en busca de su carroña, entre otras especies que inmortalizó Félix Rodríguez de la Fuente. Lean entre líneas. Un retrato de la competitividad sin necesidad de pronunciar palabras, pero aderezado con una banda sonora de canciones con recado. Canciones 'indis', que siempre hacen bonito hasta lo feo.
El cómico ha abandonado la emisión porque su invitado, aunque estaba en el camerino del teatro, no ha podido salir a escena. Llámalo presiones. Llámalo confusiones. Llámalo que la semana que viene iba a El Hormiguero. Llámalo cómo quieras.
En La Revuelta podían haber buscado otra celebrity de urgencia. Total, todo el mundo quiere estar en este programa ahora. Es mainstream. Está de moda. Sin embargo, esta vez, Broncano ha decidido compartir aquello que estaba sucediendo, aquello que le estaba revolviendo. Y se ha abierto en canal, después de beber bien de agua de su taza. Quizá sabía que se enfrentaba a un momento vital en su trayectoria.
Porque, en realidad, Broncano no se está rebelando por una baja puntual media hora antes de comenzar a grabar, tampoco habla desde el rencor. Pero sí hace al público partícipe de su preocupación a través de un pedagógico ejercicio que convence. "Yo no tengo ningún problema personal. Nos ha pasado continuamente", explica. Subraya que lo lleva padeciendo tiempo. Él, y otros que ven su ingenuidad mermada simplemente por desconocer gajes de la rivalidad.
Y el gran problema es que ese tipo de prácticas tan agresivas muchos las siguen viendo como normales. Y se justifican. "Es lo normal". "Lo hacen todos". "Es el mercado amigos", dicen. Cuando solo es un programa de televisión. Y La Revuelta es lo que, a pesar de todo, ha hecho esta noche: televisión. La televisión que implica a la audiencia de lo que pasa, la televisión que rompe con los miedos preestablecidos. Esos que insisten que no se puede emitir 13 minutos de animalitos berreando en el prime time. Como si no viéramos cosas mucho más crudas a diario, fuera y dentro del horario de máxima audiencia.
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