La Alemania convulsa de la República de Weimar que hizo florecer las artes y la democracia

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27 Sep 2024
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Fue una de las etapas más convulsas de la historia. Fue una de las etapas más brillantes y creativas de la historia. La República de Weimar, el periodo de parlamentarismo democrático en Alemania entre 1918 y 1933, duro apenas 15 años, pero lo que sucedió entonces, desde la política al diseño de un vaso, marcó el resto del siglo XX. Para bien y para mal. De lo que dio de sí Weimar en las artes, la cultura, la ciencia y la filosofía; del cine y la fotografía como nuevos medios y nuevas armas para la política, de la ruptura plástica de las vanguardias y del florecimiento que unía belleza y práctica en la escuela de la Bauhaus se ofrece una amplia panorámica en la exposición estrella de esta temporada en el CaixaForum Madrid, Tiempos inciertos. Alemania entre guerras.

Esta muestra, que estará abierta hasta el 16 de febrero, comienza con la recreación de un antiguo salón burgués, con sus bailes, modales relamidos y la certeza de que nada iba a cambiar, una referencia a la novela de Thomas Mann Los Buddenbrook. En ese salón se escucha La consagración de la primavera, de Stravinski, que anticipa el horror que se avecina. De inmediato, se camina por un pasillo inquietante entre dos altos muros que representan una trinchera. Varios mensajes luminosos recuerdan lo que fue la Primera Guerra Mundial, con sus 10 millones de soldados muertos. De ese conflicto salió derrotado y humillado el Imperio Alemán. Un desconcierto que los socialdemócratas aprovecharon para proclamar la República, con su epicentro en la ciudad cuna de la Ilustración alemana en el siglo XVIII, Weimar, donde habían residido Goethe y Schiller. Una idea de renovación basada en la razón y la igualdad (por primera vez pudieron votar las mujeres).

Una visitante, en una de las salas de la exposición 'Tiempos inciertos. Alemania entre guerras', en CaixaForum Madrid.
Reproducción del robot de la película 'Metrópolis', de Fritz Lang.
Ejemplar de la Constitución de la República de Weimar.
Un visitante contempla un fragmento de la película 'El gabinete del doctor Caligari'.
La exposición estará abierta hasta el 16 de febrero en CaixaForum Madrid.
Retratos de August Sander de personas de la sociedad alemana en la exposición.
Pasillo que imita a una trinchiera en la exposición.

Las artes empezaron a reflejar cómo estaba siendo el nacimiento de esa flamante sociedad, con sus nuevas formas de expresión, como el cine. En un cubo que envuelve al visitante pueden verse fragmentos de las joyas del expresionismo alemán, como Metrópolis (1927), de Fritz Lang, con su mensaje de que el individuo se ha disuelto en la masa para seguir a un líder; o El gabinete del doctor Caligari (1920), de Robert Wiene, sobre el individuo sin voluntad. También, la filmación de las masas en las calles en la revolución de noviembre, de la que nació Weimar. “Es un momento en que se cuestionan las certezas y se entra en conflicto con lo anterior”, señaló uno de los dos comisarios de la muestra, Pau Pedragosa.

Si se gira, aparecen media docena de los extraordinarios retratos que tomó August Sander de la sociedad alemana, del artista al proletario, del carbonero al burgués, que conformaron su ambicioso proyecto documental Hombres del siglo XX. Sander fue uno de los artistas que sufriría el ascenso al poder de los nazis: su hijo, socialista, fue condenado a prisión, y placas de su obra fotográfica, destruidas.

'El siglo XX' (1927), de Sándor Bortnyik (izquierda) y 'Escena callejera' (1925), de George Grosz.

La exposición cuenta con préstamos del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, del Museo Nacional de Artes Decorativas, del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) y de instituciones alemanas como el Stadtmuseum y el Georg Kolbe Museum, ambos de Berlín (hasta sumar unas noventa obras de arte). La eclosión de la prensa también tiene su espacio, con las portadas de la revista AIZ (Periódico ilustrado de los trabajadores), un semanario que se publicó entre 1924 y 1938 y del que se puede comprobar su gusto por la técnica del fotomontaje para criticar, por un lado, a los rescoldos del antiguo régimen prusiano, y por otro, a los nazis (el Partido Nacionalsocialista se había fundado en febrero de 1919).

'Hugo Erfurth con perro' (1926) de Otto Dix, una de las obras de la exposición 'Tiempos inciertos. Alemania entre guerras'.

Precisamente, en el recorrido está latente esa amenaza de que la República de Weimar podía estallar en cualquier momento. El pago de las deudas por la guerra mundial y la hiperinflación colapsaron el sistema en 1923 y pobló las calles berlinesas de indigentes. En noviembre de ese año Adolf Hitler, ya líder del Partido Nazi, encabezó el Putsch de la cervecería, un fallido golpe de Estado en Múnich para acabar con la República, que sobrevivió gracias a una política económica social, con un nuevo gran banco y una nueva moneda.

Además, fue la puerta a una etapa de crecimiento económico y a los locos años veinte, al deseo de disfrutar a toda costa. Los tiempos del cabaret y el champán que acabaron por el precipicio del crac de 1929. La opulencia y la pobreza se cruzan por las calles, como muestra una de la joyas de la exposición, la serie de litografías del pintor expresionista Georg Grosz, titulada Los bandidos, de 1922 (nombre tomado del drama teatral de Schiller de 1871. Unos dibujos que forjan la imagen del explotador: orondo, con puro, calvo y con elegante vestimenta. Grosz fue uno de los artistas que se movilizó por la izquierda. Sus litografías iban acompañadas de citas de la obra de Schiller. En una de ellas un ricachón pasa por delante de un mendigo que está en el suelo y le dice: “Yo ya he hecho mi parte... ¡el saqueo es cosa vuestra!”.

Un visitante contempla los retratos de August Sander de la serie 'Hombres del siglo XX', en la exposición 'Tiempos inciertos. Alemania entre guerras'.

Si hay algo propio de aquella República es la escuela de la Bauhaus, fundada por el arquitecto Walter Gropius en Weimar en 1919. Un centro para artistas, artesanos, diseñadores en el que se buscaba la comunión entre la estética y la utilidad práctica. En una sala vemos ejemplos de sus sillas, lámparas o teteras —tan modernas y de hace un siglo—, junto a obras de Paul Klee, Vasili Kandinski (profesores de la Bauhaus), László Moholy Nagy y El Lissitzky, de quien se muestran varias de las cubiertas que diseñó para libros. También la Bauhaus estuvo en el punto de mira del nazismo hasta que logró su cierre en julio de 1933.

Precisamente, Pedragosa reflexionó, en la presentación a la prensa, cómo “los tiempos inciertos despiertan a los monstruos”. “Sucedió en 1924, cuando la extrema derecha ganó las elecciones en Turingia [región a la que pertenece Weimar] y como estamos también en tiempos inciertos, ha vuelto a suceder” con la victoria en Turingia en septiembre de los ultras de Alternativa para Alemania

'Doble retrato de Hilde II', de Karl Hubbuch.

En la vuelta al relato histórico, después de tres elecciones generales, en las que ningún partido era capaz de formar gobierno, el presidente de la República, Hindenburg, aún considerado un héroe de la Gran Guerra, nombró a Hitler canciller el 30 de enero de 1933. Un mes después se produjo el incendio del Reichstag, la quema del Parlamento alemán es aprovechada por Hitler para tomar medidas represivas y eliminar derechos. Otro fuego certificó la defunción de la República de Weimar. Al final de la exposición está la filmación de la noche del 10 de mayo de 1933 en Berlín, la fantasmal quema de unos 40.000 libros considerados “antialemanes”, arrojados a la hoguera por jóvenes seguidores del Partido Nazi con Joseph Goebbels de maestro del aquelarre: “¡Aquí se destruye la República [de Weimar]. No a la decadencia y a la corrupción moral!”.

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