Karla Sofía Gascón, la primera actriz trans en ganar Cannes ahora sueña con el Oscar: “Hoy me siento abrazada”

ashly.durgan

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Ante un huracán, o se huye o se asume su grandiosidad. Karla Sofía Gascón (Alcobendas, 52 años) es un huracán, y el cineasta francés Jacques Audiard decidió subsumirse ante su poderío. Aprovechó esa fuerza en su nueva película, Emilia Pérez, un musical sobre la vida de un capo del narcotráfico mexicano que decide emprender su transición de género y encarnar la mujer que lleva dentro. El resultado es un drama que explora terrenos nuevos en el cine. Qué mejor que lo lidere una actriz nunca vista antes.

Gascón llega esta mañana en moto a la entrevista. Es el arranque del verano. En los días siguientes, la intérprete madrileña debe responder a incontables medios de todo el mundo. En los últimos meses, ha promocionado el estreno francés de Emilia Pérez. Ha pasado, a finales de agosto, por el festival de Telluride (Colorado). Ha acompañado el estreno estadounidense de la película, una de las grandes apuestas de Netflix para los Oscar. Son las últimas escalas del fenómeno Gascón, que comenzó con la presentación de Emilia Pérez en el Festival de Cine de Cannes el 18 de mayo y explotó días después, cuando Gascón recibió, junto a sus tres compañeras de reparto (dos estrellas de Hollywood, Selena Gomez y Zoe Saldaña, y otra mexicana, Adriana Paz), el premio a la mejor interpretación femenina. Era la primera actriz abiertamente trans en lograrlo. Siguientes paradas del fenómeno: el festival de San Sebastián, donde Emilia Pérez inaugura este viernes la sección Perlak, y finalmente, el 5 de diciembre, cuando llegará el estreno en salas comerciales.

La actriz luce gabardina de Marina Rinaldi, guantes de Guante Varadé, medias de Emilio Cavallini, zapatos de Christian Louboutin y collar de Anthony Vaccarello.

Gascón y el personaje protagonista se asemejan en un rasgo esencial: Emilia Pérez fue antes Manitas del Monte, un brutal líder de un cartel de la droga. Karla fue, hasta 2018, Carlos Gascón, intérprete con una carrera mediana en España en series de finales de los noventa como El súper, El pasado es mañana o Calle nueva, antes de despegar en México, donde sí alcanzó el estrellato en televisión con Corazón salvaje, El señor de los cielos y, sobre todo, en cine con Nosotros, los Nobles, que rompió récords de taquilla en 2013. Gascón se centra en esta etapa mexicana en su libro semiautobiográfico, Karsia (2018), el cual arranca con esta dedicatoria: “A quien más daño me hizo, pues nadie puede hacer más daño que quien te ama”. Karsia se puede leer como un manual para manejarse por las emociones de Gascón: habla sin tapujos de sus relaciones sentimentales (incluida una política muy popular del PRI) y de su lucha por dar coherencia a su carrera (sí cambia algunos nombres por posibles querellas). En partes ficcionadas, en una alegoría medieval, asoma la mujer que llevaba dentro desde niña: “Mi padre se había cansado de que su hija jugara a lo que, según él, ‘no era’, y el miedo se instaló en la familia, porque ¿qué hay peor que enfrentarse a algo tan horrible en la vida?”. “Bueno, no te tomes el libro como una autobiografía literal”, alerta hoy Gascón. “Pero sí es cierto que son mis sentimientos y que me apasiona la parte alegórica. En el libro el protagonista encara el suicidio, y yo estoy aquí, vivita”.

La actriz nunca ha renunciado a la época previa a su salida del armario (su nombre actual surge de feminizar el que tenía antes, Carlos, lo que para muchas personas trans sería el deadname, nombre muerto y potencialmente ofensivo. Sofía viene de otro lado: “Me gustaba Sonia, pero quedaba fatal”). Su historia se cuenta de manera sorprendentemente lineal: “Nunca he mentido. Ni a mi esposa, Marisa [una relación que comenzó cuando ambos se conocieron en la adolescencia], ni a quienes me rodean”. Gascón inició su transición en la Unidad de Identidad de Género del Hospital madrileño Ramón y Cajal en 2018. Al poco, regresó a México y participó en la edición local de MasterChef Celebrity y en la serie Rebeldes. “Pasé mucho miedo por mi carrera”, recuerda. Hasta que llegó Audiard (autor de películas como Un profeta, de 2009, y Dheepan, Palma de Oro en Cannes en 2015). “Empecé las primeras pruebas allí, porque se iba a rodar antes del confinamiento en aquel país. Había un equipo buscando el reparto y localizaciones. Sabía quién era Audiard, pero no soy cinéfila: más que las películas en general, me mola hacerlas”.

Karla Sofía Gascón viste americana de lana y falda de Marina Rinaldi, pendientes de Dolce & Gabbana y anillo de Bulgari.

De aquella época, cuando respondía por Carlos, evoca imágenes concretas. “Mi infancia es la de cualquiera de clase trabajadora. Recuerdo, por ejemplo, coincidir en el autobús de cani con Penélope Cruz [ya hay dos actrices de Alcobendas con premio en Cannes: Cruz ganó el suyo en 2006 por Volver]”. Con 16 años llamó a TVE para preguntar qué había que hacer para salir en pantalla. Ahí comenzó su escalada, muy lenta para lo que es ella, hasta que se mudó a México. Su esposa se quedó en España: ambas deseaban cosas distintas. Gascón siente repulsión por la mentira. “A quienes me conocen nunca los engañé sobre mis relaciones y mis sentimientos. Una cosa es estar bien y otra, aparentar que estás bien. A mí no me mola la banda que se mira al espejo y sonríe para creerse felices; no me mola la banda de Instagram o de YouTube, los influencers de las redes me parecen gente mentirosa. La mentira ayuda a veces, claro, aunque no funciona como soporte vital”. A sí misma, ¿nunca se ha mentido? “Seguramente mucho, porque yo no tenía el mismo nivel de conciencia a los 18 que ahora. Me podía haber quedado perfectamente como antenista o como electricista montando placas, que parecía mi destino, con Marisa y mi hija en casa, y no me habría enterado de nada jamás. Eso pasa mucho. Personalmente, lo que me ha dado el desarrollo personal ha sido justo esta profesión”.

Así ha llegado al festival de cine más importante. “De Cannes sabía que o subía las escaleras del palacio premiada o me sacaban rodando por ellas”, explica sobre el estreno de Emilia Pérez y su posterior galardón. Audiard apunta: “Aún hoy no sé dónde acaba Emilia y empieza Karla Sofía. Piensa que yo imaginé el personaje mucho más joven, y al final Emilia ganó un peso, una historia a sus espaldas al interpretarla Gascón. En el mismo instante que la vi, supe que era ella”. No se lo dijo a la actriz, la cual recuerda los nervios del proceso de selección. “Es que cuando luego me lo dijo, el muy cabronazo… Ha sido maravilloso: es un director increíble, pero Jacques también tuvo la inmensa suerte de encontrarme, ¿eh?”. No olvida sus enfrentamientos. El principal, ¿quién iba a dar vida a Manitas?

La actriz insistió en interpretar a su personaje antes de su transición como después. Aquí, el vestido es de Acne Studios.

En un principio, Audiard pensaba utilizar a un actor (una opción fue Edgar Ramírez, que da vida a un secundario en el filme) para encarnar el pasado masculino del personaje. Gascón haría solo de Emilia Pérez. “Hay bastantes elementos comunes entre Emilia Pérez y yo, y como cualquier actriz busqué y construí desde esas conexiones. Aunque hablemos de Manitas y Emilia por separado, para mí son uno, y yo les he aportado el alma”, explica Gascón. Luchó con Audiard para convencerle de que podía interpretar ambas caras. “Con el tiempo entendí”, admite el francés, “que Karla batallaba para que fueran uno, y que esa parte le pedía una creatividad como intérprete”. Gascón usó en la película dos referentes vitales que ya había citado en Karsia. Manitas asemeja en voz y presencia a Sylvester Stallone; Emilia Pérez varía hacia la cantante británica Samantha Fox, sobre todo en su timbre de voz. “Eso sí, Emilia se comunica desde el silencio, y aquí me tienes, toda verborreica”, concede entre risas la actriz madrileña.

En el rodaje de Emilia Pérez, que finalmente tuvo lugar en París, saltaron chispas creativas: “Yo filmé una película con más humor, y Jacques Audiard ha montado y montado… y ha entregado otra”, cuenta Gascón. “Por supuesto, ha acertado. Es tan inteligente y creativo. Y no se casa con nadie. Discutimos, unas veces cedí yo y otras él”. Recuerda una secuencia en la que Emilia protagonizaba un estallido de violencia física. “Me negué, sabía que con eso se acababa el personaje”. También recuerda el sufrimiento de encarar las canciones. “Hemos logrado un término medio que funciona. En realidad, lo pasé mal porque yo no me llevé a mi familia. Solo les dejé visitarme una vez. Pero eso me hizo que lograra el doble de concentración, que solo me distrajera con mis paseos por el Sena y pintando. Me gusta mucho pintar y le regalé a Jacques un cuadro dedicado a París”.

El resultado es un trabajo tan visceral que Gascón ha decidido no andarse con chiquitas. Ya se notó cuando ganó el premio en Cannes. Su discurso, crudo y casi improvisado, fue el vídeo más sonado, más viral de aquella edición del festival. “Mucha gente se molestó con el premio, y otra mucha parece que se opone a una trans solo por su mera existencia”, protesta. La eurodiputada francesa Marion Maréchal, nieta de Jean-Marie Le Pen, comentó en X: “Así que un hombre ha ganado mejor actriz”. Gascón la denunció ante la justicia. “Improvisé mi discurso [mitad en inglés, mitad en español] desde sentimientos que quería transmitir, y sabía lo que iba a ocurrir”. En el escenario profetizó: “Mañana habrá cantidad de comentarios de gente terrible diciendo las mismas cosas sobre nosotras, las trans”.

La actriz comenzó a trabajar en series españolas como 'El súper' para luego recalar en México. El vestido negro y los pendientes son de Saint Laurent x Anthony Vaccarello.

Sobre su momento actual, observa: “Atraigo ahora a muchísimas personas. Hay muchas más que también me odian. No sé, es muy raro. Lo que sí tengo clarísimo es la base de mi vida: que las personas que están a mi lado se partan la caja. No hay cosa que me haga más feliz que tener tirada por el suelo de la risa a mi hija. Y eso siempre fue así, desde que yo era cría”. Se llega más lejos desde el humor: “Nacemos y vivimos con muchos condicionamientos, con miedos a que se rían de nosotros. Por eso siempre he jugado mucho, hago reír a la gente imitando sus actitudes para que reflexionen sobre ello. Con mi hija, desde luego. ¡Se consiguen tantísimas cosas desde el humor que muchos intentan lograr infructuosamente desde la violencia! Puede que la creación nazca desde el sufrimiento; sin embargo, la enseñanza y los cambios vitales nacen a partir de la alegría”, comenta.

¿Será Gascón una referente en la normalización de las personas trans? “No, porque no puedo con la gente que va de adalid de las causas. Huyo de ello porque no me gusta enarbolar banderas. Dicho eso, una persona me dijo una vez: ‘Tú perteneces a un lado’. Por favor… Escribe en internet la palabra trans: aparecen pornografía, insultos. En México me amenazaron con descuartizarme y meterme en una bolsa de basura. Por eso, hay que cambiar las cosas, y quizá mi responsabilidad está ahí: en defender que las personas somos personas y podemos hacer lo que nos dé la gana. Nadie tiene que decidir sobre lo que yo soy, ni lo que quiero hacer con mi cuerpo. Hay mucha tontería en todos los bandos ideológicos, incluido el LGTBI”. Pero entiende que es una actriz trans en un momento único: “Ojalá mi ejemplo demuestre que se puede salir adelante. A mí no me van a echar a la alcantarilla como algunos desean. A la vez, yo soy yo, quiero separarme un poco de ese tema, sin obviar que la realidad social aboca a muchas personas trans a vivir muchísimo dolor, violaciones, asesinatos, suicidios”.

El abrigo cruzado, las medias de cristal y los pendientes metálicos son de Saint Laurent x Anthony Vaccarello. Los zapatos, de Christian Louboutin.

Dirige la conversación hacia su esposa, Marisa. Su insoslayable cuerpo parece achicarse, su voz baja unos tonos: “Mi mujer y mi hija son los verdaderos referentes de lo que es la inclusividad. Marisa, porque ha tenido que eliminar de su vida sus prejuicios. No sé cómo expresar cómo ha variado su vida a la vez que la mía, o incluso que yo le haya servido para eso, para no haber sido devorada por otra rutina. A la vez para mí supone el máximo apoyo que tengo en mi vida. Yo sin mi mujer no soy nada. Y se lo tengo que agradecer porque por mi comportamiento a veces no he ayudado”. Bebe un trago de coca-cola. “No acepto la pérdida de las personas o los seres que quiero. No me mola sufrir y ya he pasado por ese dolor. Es mi problema principal en la vida, y por eso evito el tema. A mi hija la amo con toda mi alma. Lucho contra el terror a perderla o a que le hagan daño. También sé que ella es ella. Y cada uno tenemos nuestras vidas”. Aquí la actriz se reconduce hacia otros ámbitos: “Debo tener mi vida. Aunque a veces me siento como en el día de la marmota. Repito lo mismo con el mismo tipo de gente, mental y físicamente. Y pienso: no he conseguido saber qué es lo que tengo que aprender todavía”.

Al hacer una última reflexión sobre su vida, y el hecho de que se va a mudar de casa, Gascón se abre inesperadamente: “Hay una parte que no cuento para no disturbar. Y ya he sentido en algunas entrevistas que me cuestionan o que buscan el morbo sobre mis relaciones sexuales. O que me quieren sacar definiciones de mujer, o encasillar mi trabajo en roles transexuales. Por ahí no paso”. En Cannes, en los días de entrevistas, confesaba “cierta espina clavada con España”. En esta mañana del verano madrileño, respira: “Me podría poner al pedo con todo el mundo y decir: ¿sabéis qué? No os habéis preocupado por mí en la puta vida. Tengo una especie de lista de Schindler… Ahora ha pasado una cosa muy bonita que ha hecho que mi venganza no tenga sentido. [Se echa a llorar]. He visto a tantísimas personas acogerme de una manera tan rápida, veloz y apasionada. Y de verdad, sin intentar sacarme algo. Hoy me siento abrazada”.

Gascón improvisó su hoy célebre discurso en el festival de Cannes. El vestido palabra de honor es de Mugler.

De una posible candidatura al Oscar, aventura: “Voy a sonar como la chula del mes, pero a mí me gusta ir a los sitios a ganar. Lo veo desde fuera y me digo: ¿por qué no? Hay razones objetivas para estar con Angelina Jolie [otra de las favoritas por el biopic de Maria Callas Maria], Lady Gaga [por Joker: Folie à Deux]… Ahora mismo me rodea un equipo de no sé cuántas personas, y qué quieres que te diga: no me hace falta ninguno”. Si en Cannes Gascón arrasó como un tsunami, mejor no ponerse delante cuando vaya lanzada a por el Oscar. El equipo que la acompaña mide sus apariciones públicas, porque si por la actriz fuera, ya habría salido en todos los medios españoles…, y su estreno no llegará hasta diciembre. “El día en que firmé el contrato, tras mucho negociar el sueldo con Pascal Caucheteux, el productor, ya le dije: ‘Tú sabes lo que va a pasar con esta peli, que llegaremos a los Oscar. Y te mencionaré en el discurso para recordar este momento’. A mí no me callan [estalla en carcajadas]”. Para Netflix, coproductora del musical, Emilia Pérez y Maria son sus apuestas para los premios.

¿Habrá más Karla Sofía Gascón? “¡Claro!”, exclama. “Aunque el futuro hay que producirlo, no esperarlo. Quiero montar una exposición con 11 cuadros sobre las mariposas monarca, que aúnan una reflexión sobre la transición y mi amor por México. Ya llevo siete pintados. Mi problema es que no puedo ponerme a hacer otra cosa hasta que no haya acabado la anterior. Pierdo mucho tiempo, puede, pero así todas las energías van concentradas a un único paso”. ¿Y el cine? “Ya he firmado para un proyecto que me emociona, y del que no puedo contar más. Y luego… me encantaría divertirme y hacer cine de acción en EE UU”. Fusionaría otra vez esos referentes de la adolescencia: el cuerpo de Stallone, el alma de Samantha Fox. “Así, ¿quién me encasilla?”.

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