oberbrunner.jayme
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Javier Milei asumió en diciembre de 2021 e inauguró su banca de diputado rifando su dieta, de 205.596 pesos. Karina organizó el sorteo. Para eso habilitó la inscripción en la página web mipalabra.javiermilei.com. Se anotó un millón de personas. Era una forma de crear, de paso, una gran base de datos. Para el sorteo, que se hizo de manera virtual el 12 de enero de 2022, Karina contrató un trailer en el que montó un pequeño escenario frente a Playa Grande, en Mar del Plata. Todo era color negro —el fondo, el atril— salvo el león, ploteado en amarillo, que la escoltaban a ella y al escribano. Karina anunció al ganador, Hugo Federico Nacarado. Unos días después se supo que se trataba de un hombre de 40 años, dedicado a la construcción, militante de Cristina Fernández de Kirchner y que usaría el dinero para pagar deudas.
Que un diputado pusiera en la tómbola su sueldo fue una noticia de trascendencia internacional. La lotería se repetiría en la sede del Partido Libertario y con transmisión vía streaming durante los meses que duró su mandato. Cada vez que Javier se refiera al sorteo de la dieta dirá “fue una idea de Kari”. A esa altura, habiendo coordinado una campaña en tiempo récord que colocó a su hermano en el Congreso de la Nación, a Karina le molestaba que la reconocieran solo por ser “la hermana de Javier”. Se sentía desautorizada por ciertas personas, incluso por algunas a las que ella había ayudado a construir políticamente.
(...)
En su paso por el Parlamento, Javier no presentó ningún proyecto. Tuvo, sí, buena asistencia en las sesiones: ocupó la banca en seis de las siete dispuestas en 2021, y en doce de catorce programadas en 2022. Pero no votó en 51 de 118 sesiones en las que se discutieron proyectos. Tampoco se anotó en ninguna de las comisiones de la Cámara Baja, aunque tenía derecho a voz, pero no a votar. No hay registro, de todas maneras, de que haya asistido a algún tratamiento en comisión. Ni siquiera cuando se discutió un tema que le interesaba, como la Ley de Alquileres. Rompió con José Luis Espert que, como él, había llegado a la Cámara Baja por su partido, Avanza Libertad, en representación de la Provincia de Buenos Aires. Fue una separación larga que terminó con un cruce en Twitter entre los diputados. Resulta que en medio del debate por el Presupuesto 2023, se aprobó por un voto una propuesta del Frente de Todos que imponía un impuesto en pasajes aéreos para financiar a la Policía de Seguridad Aeroportuaria. El voto en contrs que faltó fue el de Javier, que se ausentó del recinto. Justo él, que había prometido cortarse un brazo antes de crear un impuesto. El bloque de Juntos por el Cambio, con sorna, llamó al aumento de tickets “Tasa Milei”.
Javier resoplaba cada vez que entraba en su despacho, el 203 del octavo piso del anexo del Congreso. “El trabajo de diputado lo fastidiaba”, me cuenta una persona que trabajó en esa oficina y que —adivinen— me pidió que no la identificara ni con su nombre ni con ninguna otra característica que hiciera posible que la reconocieran.
—¿Por qué le fastidiaba ser diputado? —pregunto.
—Nunca le interesó ser diputado. Él entraba y decía “la puta madre, los odio, qué hago acá”. Pero que no le importara era un detalle. El problema fue que terminaba haciendo agua o votando boludeces. O yéndose de la sesión en el momento en el que no se tenía que ir porque nadie le explicaba lo que tenía que hacer. Como lo de la Tasa Milei.
—¿Karina no se ocupaba de eso?
—No, no. Karina le llevaba la agenda de medios, cerraba notas en tele, en radio. Se habló mucho de que Javier no presentaba ni un proyecto, que no iba a las sesiones. La verdad, le rendía más seguir en su papel de mediático. Había mucho trabajo en el despacho y Karina delegaba todo eso.
—¿Y cómo es Karina?
—Karina tiene la profundidad de un charco. No es una intelectual, no hay ideología en Karina. No hay formación política. Hay sentido común en un montón de cosas y muchos tropiezos. Ella ejecuta lo que dice su hermano. Y en todo lo que no dice su hermano, hace lo que le parece. Javier la bendijo porque él no hace nada, ¿entendés? También es más despiadada que él. Y es más despiadada porque no tiene muchos recursos. Es bruta, entonces a veces soluciona a lo bruto. Eso la hace una mina influenciable, fuertemente influenciable. Si vos le vendés algo que le resuelve el problema que tiene a mano... compra. Y se equivoca.
—¿Cómo “se equivoca”?
—Lo que digo es... Karina es muy eficiente, hace mucho porque Javier no hace. Todo está a cargo de Karina porque ella se ocupa de que él tenga desde comida hasta actividades de campaña. Pero de vuelta: como no hay pensamiento estratégico y sus códigos son muy básicos, es errática. Le hace la cruz a alguien y después se lo tiene que fumar porque la realidad le impone otra cosa.
“Yo te voy a explicar por qué le doy poder a mi hermana”, gritó Javier Milei. Era de noche y en el comedor del departamento de Beto y Alicia, sus padres, estaba a punto de servirse una cena para un reducido grupo de personas, todos cercanos a los hermanos. Javier tenía el teléfono en la mano y lo agitaba en el aire. Había visto pasar en Twitter un posteo que hacía referencia a un comentario instalado en redes sociales que —sin prueba alguna— aseguraba que entre él y su hermana existía una relación incestuosa. De ahí el enojo.
Algunos invitados ponían la mesa y Javier necesitó explicarles, entre aullidos y llantos, los motivos por los que Karina se había ganado el mote de El Jefe. Insistía, quería que supieran por qué sólo podía delegar en ella su incipiente carrera política y su vida personal. Tomó aire y entró en trance. En esos ojos, dos vasos de agua clara, había brasas. Y de un tirón dijo esto: “Cuando era pibe, en una de las tantas veces que mi papá me fajó, Karina se metió entre él y yo. Karina me defendió de los golpes. Y yo vi, yo vi, que le bajaba una luz. Un halo de luz protectora”.
Sólo dos personas fueron testigos de esa escena y me la contaron, cada uno por separado y en entrevistas diferentes. Esas personas, que habían sido invitadas a comer aquella noche en el departamento que todavía habita ese padre, también coincidieron en esto: Milei terminó sentado en una silla, sollozando, la cara hundida entre las manos. Nunca habían visto a un hombre llorar de esa manera, la manera definitiva en que las lágrimas humedecen los pantalones. Un rato después, cenaron.
Ensayo explicaciones para el apodo El Jefe. She’s the boss es el primer álbum solista de Mick Jagger, del que Javier es fanático. Fue editado en 1985 y la última canción del disco lleva ese nombre, “Ella es el jefe”.
Ahora ella es la gobernante
ella es la número uno
desde donde estoy parado
solo soy un vagabundo.
Es, claro, un tema compuesto a una mujer que ha descubierto a un hombre en su masculinidad, en su poderío y dominación. Y a partir de esa revelación, ese hombre, sumiso, decide quedarse —como un chico— en su casa. Hay otra explicación, más obvia. Si la última encarnación del peronismo erigió a Cristina Fernández de Kirchner como La Jefa, La Libertad Avanza debía tener un antagonista. Por qué no El Jefe, en masculino.
Era, de paso, una respuesta a los progresismos que en los últimos años pugnaron por imponer la “e” para que el lenguaje inclusivo no excluyera a nadie. En La Libertad Avanza lo resolvieron rápido: Karina, El Jefe.
Luego aparece la explicación de Javier Milei, que fue pública. “Uno siempre tiene que tener a alguien a quien reportar. En mi caso, yo reporto a mi hermana. Mi hermana tiene varias funciones, pero es la persona que más me conoce. Ella conoce cuáles son mis preferencias y por ejemplo hay políticos que terminan haciendo cosas que son ridículas. Ella evita esas cosas. Entonces hace que todo este proceso para mí sea un camino muy tranquilo”, le dijo Javier, emocionado y ya convertido en diputado nacional, al periodista Eduardo Feinmann.
—Si usted fuera presidente en 2023, ¿qué rol tendría su hermana? —le preguntó Feinmann.
—El que ella quiera porque en el fondo... Yo creo que jugaría el rol de primera dama.
Aquella entrevista fue el 2 de mayo de 2022 en la señal de cable LN+. Entre memes y humoradas las redes sociales instalaron que entre el diputado y su hermana existía un intercambio sexual. Del posteo en X al grafiti, en algunas paredes de Buenos Aires puede leerse “se coge a la hermana”. Los hermanos nunca lo olvidaron.
(...)
Había un plan. Si con una campaña austera Karina había logrado colocarlo en la Cámara de Diputados, también podía cumplir su máximo sueño: llegar a la Casa Rosada. Programó una gira en la que el hermano daría sus clases de economía. Javier viajó a Rosario, Mar del Plata, Córdoba y Mendoza, a San Luis, a Formosa y Tierra del Fuego. Moverse para dar conferencias le sacudía el tedio que le generaba el trabajo en el Parlamento. Eso y no faltar nunca a un set de televisión. El objetivo paralelo al presidencial era lograr que La Libertad Avanza reuniera adhesiones partidarias en todos los distritos del país y, sobre todo, financiamiento. Rockear al hermano al tiempo que construían la estructura de La Libertad Avanza, que tenía un candidato pero no un partido de alcance nacional. Esa sería la estrategia de la campaña. Simple. Vertiginosa.
Pero la hermana no era infalible. Ella, que se anticipaba. Ella, que había arrancado la promoción presidencial de su hermano inmediatamente después de que fuera elegido diputado, cometió su primer error el viernes 10 de junio de 2022. Se le ocurrió que el lanzamiento oficial del lema “Milei 2023″ podía ser en un gran vivo, algo en una cancha, con banda soporte y la potencia de toda esa militancia que los había acompañado en el gran cierre de campaña del año anterior. Karina organizó, entonces, un acto en un territorio en el que La Libertad Avanza era extranjero: la provincia de Buenos Aires. La hermana reservó la cancha de El Porvenir, en Gerli, con capacidad para 14 mil personas. La puesta era ambiciosa: gran escenario, luces y sonido ampuloso, un león digital trazado en fuego aparecía y desaparecía de la pantalla gigante. Había que llenar ese estadio. Karina invitó a El Dipy, cantante de cumbia muy popular que había emergido en pandemia como portavoz de los descreídos de la política. “Soy soltero”, su hit. El Dipy teloneó el vivo de Javier. Los bombos sonaron lejos.
Javier apareció en el escenario abrazado a su hermana. Arrancó así su discurso: “La Rosada es para el león”. Luego se refirió a los empresarios —prebendarios—, sindicalistas —transas— y al periodismo —ensobrado—. Los hermanos esperaban a 10.000 militantes esa noche, acaso una de las más heladas en el conurbano bonaerense. Pero apenas fueron 1500 personas.
A Karina le cobrarían la escasa convocatoria de aquel acto. Que fue un error, una muestra de debilidad. El vivo en El Porvenir generó la primera ruptura interna de un espacio político que parecía blindado. Carlos Maslatón, abogado, influencer y uno de los fundadores de La Libertad Avanza, habló dos días después en televisión. “Es correcto que Karina Milei sea el sostén psicológico de Javier Milei —dijo Maslatón—, pero ha incursionado en los últimos meses sobre la conducción misma del movimiento liberal y ha cometido una serie imperdonable de errores entre los cuales está, apenas está, este acto. Hay cosas mucho peores. Ella comanda la comisión de fusilamiento de militantes liberales en todo el país. Ella dice quién va y quién no va”.
Maslatón opinó que lo de El Porvenir “fue un fracaso”. Reclamó que le asignen a Karina un rol de “asistente personal” de Milei, no de conductora. “Explotó la interna libertaria”, rezaba el zócalo. Ese fue el final de Maslatón en La Libertad Avanza. Las juventudes mileístas no le perdonarían la traición. Meterse con El Jefe equivalía a meterse con el líder.
¿Pero quién es el líder? ¿Por qué un anarcocapitalista necesitaría un jefe? ¿Le dice El Jefe pero es su empleada? “Para mí ella no es la persona que todos creen que es”, me dice alguien que trabajó activamente en ambas campañas, la de 2021 a diputado y la de 2023 a presidente. Otra vez la bruma sobre los hermanos. “Te lo explico con... ¿sabés que se me viene? Te lo busco acá, a ver”, sigue él. Lo veo tecleando algo, veo que fija los ojos en la pantalla. En la pantalla hay ilustraciones, es todo lo que veo desde aquí. “Acá está. ¿Cómo le dice Javier a Karina?”, me pregunta y yo me entrego al juego de la entrevista al revés, ya conozco la artimaña esta.
—El Jefe —respondo y él da vuelta la pantalla. No alcanzo a ver los dibujitos. Le pido que me lea.
—Un cuadro, mirá. “Líder versus jefe”. Jefe, te leo: manda y ordena; inspira miedo; dice “yo”; se preocupa por las cosas; presume de éxitos; tiene empleados. Ahora, te leo líder: aconseja y guía; inspira entusiasmo; dice “nosotros”; se preocupa por las personas; comparte éxitos; tiene un equipo de trabajo... Javier a Karina le dice “El Jefe”, ¿está claro, no?
—¿Y cuál es el atributo de este jefe, El Jefe? —quiero saber.
—Su técnica es inspirar miedo. Miedo, sin hablar. Nunca frena los rumores, los deja correr. Elige enemigos. Si no estás alineado con ella, te empieza a pegar. Pero con la indiferencia. Ella está entendiendo la política de una manera preadolescente. ¿Viste que en séptimo grado tenías una amiga, te peleabas, la criticabas...? Así, totalmente infantil. No hay posibilidad de consenso. Karina te clava el visto. Karina es una gran clavadora de vistos.
Algo de eso sé. Hubo pedidos formales como las cartas que dejé en la Dirección de Documentación de Casa Rosada. Me dijeron que iban a comunicarse en quince días y, aunque insistí, no hubo novedades. Pedí, entonces, una reunión en Vocería: me dijeron “a Karina no le importa lo que escribas”. Tampoco acusó recibo de los pedidos informales: los correos electrónicos que le envié y los mensajes que le hice llegar a través de personas muy cercanas. Con el transcurso de los meses entendí que la respuesta era un “no” porausencia. No me sorprende. Salvo casos excepcionales, La Libertad Avanza mantiene una relación tensa con el periodismo. Corresponde que los funcionarios públicos dialoguen con la prensa, pero es cierto que no están obligados a hacerlo. El silencio es una respuesta y es un dato. A mí no dejó de atropellarme esta pregunta: ¿por qué Karina no habla? ¿Qué descubriríamos si Karina hablara?
Así como llevo una lista de sus intereses por la clarividencia y la adivinación, también colecciono frases de personas a las que quise entrevistar para este trabajo. Voy: “Pero, Victoria, esto es en off, ¿no?”; “Preferiría no hablar, gracias por haberme tenido en cuenta”; “¿De El Jefe? Paso”; “Por teléfono no. Creo que me escuchan”. Casi todos acusaron respeto, lealtad o miedo hacia Karina Milei y, en consecuencia, a su hermano. Ante la insistencia de encontrarnos para hablar para esta investigación, algunos dejaron de responder o directamente me bloquearon en WhatsApp.
Pero hubo muchos que aún envueltos en ese miedo, respeto o lealtad accedieron. La mayoría me permitió grabar las entrevistas. Al resto le propuse una alternativa: hablar en off. Es, a mi entender, el último recurso para conseguir una nota relevante. Y es, al mismo tiempo, una trampa. Bajo el amparo del off, una fuente puede falsear información, mentir u operar, usar al periodista para enviar un mensaje y generar cambios —o desestabilizar— cierta estructura o para subirle el perfil a alguien a costa de hacer caer a otro. Esto obliga a los periodistas a varias operaciones que trascienden el triple chequeo: lo obligan a descartar, entre otras cosas, información maravillosa solo por el hecho de resultar dudosa. ¿Cómo se escribe sobre quien no se pronuncia? Pronto sucederá algo que cambiará el estado de las cosas.
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Que un diputado pusiera en la tómbola su sueldo fue una noticia de trascendencia internacional. La lotería se repetiría en la sede del Partido Libertario y con transmisión vía streaming durante los meses que duró su mandato. Cada vez que Javier se refiera al sorteo de la dieta dirá “fue una idea de Kari”. A esa altura, habiendo coordinado una campaña en tiempo récord que colocó a su hermano en el Congreso de la Nación, a Karina le molestaba que la reconocieran solo por ser “la hermana de Javier”. Se sentía desautorizada por ciertas personas, incluso por algunas a las que ella había ayudado a construir políticamente.
(...)
En su paso por el Parlamento, Javier no presentó ningún proyecto. Tuvo, sí, buena asistencia en las sesiones: ocupó la banca en seis de las siete dispuestas en 2021, y en doce de catorce programadas en 2022. Pero no votó en 51 de 118 sesiones en las que se discutieron proyectos. Tampoco se anotó en ninguna de las comisiones de la Cámara Baja, aunque tenía derecho a voz, pero no a votar. No hay registro, de todas maneras, de que haya asistido a algún tratamiento en comisión. Ni siquiera cuando se discutió un tema que le interesaba, como la Ley de Alquileres. Rompió con José Luis Espert que, como él, había llegado a la Cámara Baja por su partido, Avanza Libertad, en representación de la Provincia de Buenos Aires. Fue una separación larga que terminó con un cruce en Twitter entre los diputados. Resulta que en medio del debate por el Presupuesto 2023, se aprobó por un voto una propuesta del Frente de Todos que imponía un impuesto en pasajes aéreos para financiar a la Policía de Seguridad Aeroportuaria. El voto en contrs que faltó fue el de Javier, que se ausentó del recinto. Justo él, que había prometido cortarse un brazo antes de crear un impuesto. El bloque de Juntos por el Cambio, con sorna, llamó al aumento de tickets “Tasa Milei”.
Javier resoplaba cada vez que entraba en su despacho, el 203 del octavo piso del anexo del Congreso. “El trabajo de diputado lo fastidiaba”, me cuenta una persona que trabajó en esa oficina y que —adivinen— me pidió que no la identificara ni con su nombre ni con ninguna otra característica que hiciera posible que la reconocieran.
—¿Por qué le fastidiaba ser diputado? —pregunto.
—Nunca le interesó ser diputado. Él entraba y decía “la puta madre, los odio, qué hago acá”. Pero que no le importara era un detalle. El problema fue que terminaba haciendo agua o votando boludeces. O yéndose de la sesión en el momento en el que no se tenía que ir porque nadie le explicaba lo que tenía que hacer. Como lo de la Tasa Milei.
—¿Karina no se ocupaba de eso?
—No, no. Karina le llevaba la agenda de medios, cerraba notas en tele, en radio. Se habló mucho de que Javier no presentaba ni un proyecto, que no iba a las sesiones. La verdad, le rendía más seguir en su papel de mediático. Había mucho trabajo en el despacho y Karina delegaba todo eso.
—¿Y cómo es Karina?
—Karina tiene la profundidad de un charco. No es una intelectual, no hay ideología en Karina. No hay formación política. Hay sentido común en un montón de cosas y muchos tropiezos. Ella ejecuta lo que dice su hermano. Y en todo lo que no dice su hermano, hace lo que le parece. Javier la bendijo porque él no hace nada, ¿entendés? También es más despiadada que él. Y es más despiadada porque no tiene muchos recursos. Es bruta, entonces a veces soluciona a lo bruto. Eso la hace una mina influenciable, fuertemente influenciable. Si vos le vendés algo que le resuelve el problema que tiene a mano... compra. Y se equivoca.
—¿Cómo “se equivoca”?
—Lo que digo es... Karina es muy eficiente, hace mucho porque Javier no hace. Todo está a cargo de Karina porque ella se ocupa de que él tenga desde comida hasta actividades de campaña. Pero de vuelta: como no hay pensamiento estratégico y sus códigos son muy básicos, es errática. Le hace la cruz a alguien y después se lo tiene que fumar porque la realidad le impone otra cosa.
“Yo te voy a explicar por qué le doy poder a mi hermana”, gritó Javier Milei. Era de noche y en el comedor del departamento de Beto y Alicia, sus padres, estaba a punto de servirse una cena para un reducido grupo de personas, todos cercanos a los hermanos. Javier tenía el teléfono en la mano y lo agitaba en el aire. Había visto pasar en Twitter un posteo que hacía referencia a un comentario instalado en redes sociales que —sin prueba alguna— aseguraba que entre él y su hermana existía una relación incestuosa. De ahí el enojo.
Algunos invitados ponían la mesa y Javier necesitó explicarles, entre aullidos y llantos, los motivos por los que Karina se había ganado el mote de El Jefe. Insistía, quería que supieran por qué sólo podía delegar en ella su incipiente carrera política y su vida personal. Tomó aire y entró en trance. En esos ojos, dos vasos de agua clara, había brasas. Y de un tirón dijo esto: “Cuando era pibe, en una de las tantas veces que mi papá me fajó, Karina se metió entre él y yo. Karina me defendió de los golpes. Y yo vi, yo vi, que le bajaba una luz. Un halo de luz protectora”.
Sólo dos personas fueron testigos de esa escena y me la contaron, cada uno por separado y en entrevistas diferentes. Esas personas, que habían sido invitadas a comer aquella noche en el departamento que todavía habita ese padre, también coincidieron en esto: Milei terminó sentado en una silla, sollozando, la cara hundida entre las manos. Nunca habían visto a un hombre llorar de esa manera, la manera definitiva en que las lágrimas humedecen los pantalones. Un rato después, cenaron.
Ensayo explicaciones para el apodo El Jefe. She’s the boss es el primer álbum solista de Mick Jagger, del que Javier es fanático. Fue editado en 1985 y la última canción del disco lleva ese nombre, “Ella es el jefe”.
Ahora ella es la gobernante
ella es la número uno
desde donde estoy parado
solo soy un vagabundo.
Es, claro, un tema compuesto a una mujer que ha descubierto a un hombre en su masculinidad, en su poderío y dominación. Y a partir de esa revelación, ese hombre, sumiso, decide quedarse —como un chico— en su casa. Hay otra explicación, más obvia. Si la última encarnación del peronismo erigió a Cristina Fernández de Kirchner como La Jefa, La Libertad Avanza debía tener un antagonista. Por qué no El Jefe, en masculino.
Era, de paso, una respuesta a los progresismos que en los últimos años pugnaron por imponer la “e” para que el lenguaje inclusivo no excluyera a nadie. En La Libertad Avanza lo resolvieron rápido: Karina, El Jefe.
Luego aparece la explicación de Javier Milei, que fue pública. “Uno siempre tiene que tener a alguien a quien reportar. En mi caso, yo reporto a mi hermana. Mi hermana tiene varias funciones, pero es la persona que más me conoce. Ella conoce cuáles son mis preferencias y por ejemplo hay políticos que terminan haciendo cosas que son ridículas. Ella evita esas cosas. Entonces hace que todo este proceso para mí sea un camino muy tranquilo”, le dijo Javier, emocionado y ya convertido en diputado nacional, al periodista Eduardo Feinmann.
—Si usted fuera presidente en 2023, ¿qué rol tendría su hermana? —le preguntó Feinmann.
—El que ella quiera porque en el fondo... Yo creo que jugaría el rol de primera dama.
Aquella entrevista fue el 2 de mayo de 2022 en la señal de cable LN+. Entre memes y humoradas las redes sociales instalaron que entre el diputado y su hermana existía un intercambio sexual. Del posteo en X al grafiti, en algunas paredes de Buenos Aires puede leerse “se coge a la hermana”. Los hermanos nunca lo olvidaron.
(...)
Había un plan. Si con una campaña austera Karina había logrado colocarlo en la Cámara de Diputados, también podía cumplir su máximo sueño: llegar a la Casa Rosada. Programó una gira en la que el hermano daría sus clases de economía. Javier viajó a Rosario, Mar del Plata, Córdoba y Mendoza, a San Luis, a Formosa y Tierra del Fuego. Moverse para dar conferencias le sacudía el tedio que le generaba el trabajo en el Parlamento. Eso y no faltar nunca a un set de televisión. El objetivo paralelo al presidencial era lograr que La Libertad Avanza reuniera adhesiones partidarias en todos los distritos del país y, sobre todo, financiamiento. Rockear al hermano al tiempo que construían la estructura de La Libertad Avanza, que tenía un candidato pero no un partido de alcance nacional. Esa sería la estrategia de la campaña. Simple. Vertiginosa.
Pero la hermana no era infalible. Ella, que se anticipaba. Ella, que había arrancado la promoción presidencial de su hermano inmediatamente después de que fuera elegido diputado, cometió su primer error el viernes 10 de junio de 2022. Se le ocurrió que el lanzamiento oficial del lema “Milei 2023″ podía ser en un gran vivo, algo en una cancha, con banda soporte y la potencia de toda esa militancia que los había acompañado en el gran cierre de campaña del año anterior. Karina organizó, entonces, un acto en un territorio en el que La Libertad Avanza era extranjero: la provincia de Buenos Aires. La hermana reservó la cancha de El Porvenir, en Gerli, con capacidad para 14 mil personas. La puesta era ambiciosa: gran escenario, luces y sonido ampuloso, un león digital trazado en fuego aparecía y desaparecía de la pantalla gigante. Había que llenar ese estadio. Karina invitó a El Dipy, cantante de cumbia muy popular que había emergido en pandemia como portavoz de los descreídos de la política. “Soy soltero”, su hit. El Dipy teloneó el vivo de Javier. Los bombos sonaron lejos.
Javier apareció en el escenario abrazado a su hermana. Arrancó así su discurso: “La Rosada es para el león”. Luego se refirió a los empresarios —prebendarios—, sindicalistas —transas— y al periodismo —ensobrado—. Los hermanos esperaban a 10.000 militantes esa noche, acaso una de las más heladas en el conurbano bonaerense. Pero apenas fueron 1500 personas.
A Karina le cobrarían la escasa convocatoria de aquel acto. Que fue un error, una muestra de debilidad. El vivo en El Porvenir generó la primera ruptura interna de un espacio político que parecía blindado. Carlos Maslatón, abogado, influencer y uno de los fundadores de La Libertad Avanza, habló dos días después en televisión. “Es correcto que Karina Milei sea el sostén psicológico de Javier Milei —dijo Maslatón—, pero ha incursionado en los últimos meses sobre la conducción misma del movimiento liberal y ha cometido una serie imperdonable de errores entre los cuales está, apenas está, este acto. Hay cosas mucho peores. Ella comanda la comisión de fusilamiento de militantes liberales en todo el país. Ella dice quién va y quién no va”.
Maslatón opinó que lo de El Porvenir “fue un fracaso”. Reclamó que le asignen a Karina un rol de “asistente personal” de Milei, no de conductora. “Explotó la interna libertaria”, rezaba el zócalo. Ese fue el final de Maslatón en La Libertad Avanza. Las juventudes mileístas no le perdonarían la traición. Meterse con El Jefe equivalía a meterse con el líder.
¿Pero quién es el líder? ¿Por qué un anarcocapitalista necesitaría un jefe? ¿Le dice El Jefe pero es su empleada? “Para mí ella no es la persona que todos creen que es”, me dice alguien que trabajó activamente en ambas campañas, la de 2021 a diputado y la de 2023 a presidente. Otra vez la bruma sobre los hermanos. “Te lo explico con... ¿sabés que se me viene? Te lo busco acá, a ver”, sigue él. Lo veo tecleando algo, veo que fija los ojos en la pantalla. En la pantalla hay ilustraciones, es todo lo que veo desde aquí. “Acá está. ¿Cómo le dice Javier a Karina?”, me pregunta y yo me entrego al juego de la entrevista al revés, ya conozco la artimaña esta.
—El Jefe —respondo y él da vuelta la pantalla. No alcanzo a ver los dibujitos. Le pido que me lea.
—Un cuadro, mirá. “Líder versus jefe”. Jefe, te leo: manda y ordena; inspira miedo; dice “yo”; se preocupa por las cosas; presume de éxitos; tiene empleados. Ahora, te leo líder: aconseja y guía; inspira entusiasmo; dice “nosotros”; se preocupa por las personas; comparte éxitos; tiene un equipo de trabajo... Javier a Karina le dice “El Jefe”, ¿está claro, no?
—¿Y cuál es el atributo de este jefe, El Jefe? —quiero saber.
—Su técnica es inspirar miedo. Miedo, sin hablar. Nunca frena los rumores, los deja correr. Elige enemigos. Si no estás alineado con ella, te empieza a pegar. Pero con la indiferencia. Ella está entendiendo la política de una manera preadolescente. ¿Viste que en séptimo grado tenías una amiga, te peleabas, la criticabas...? Así, totalmente infantil. No hay posibilidad de consenso. Karina te clava el visto. Karina es una gran clavadora de vistos.
Algo de eso sé. Hubo pedidos formales como las cartas que dejé en la Dirección de Documentación de Casa Rosada. Me dijeron que iban a comunicarse en quince días y, aunque insistí, no hubo novedades. Pedí, entonces, una reunión en Vocería: me dijeron “a Karina no le importa lo que escribas”. Tampoco acusó recibo de los pedidos informales: los correos electrónicos que le envié y los mensajes que le hice llegar a través de personas muy cercanas. Con el transcurso de los meses entendí que la respuesta era un “no” porausencia. No me sorprende. Salvo casos excepcionales, La Libertad Avanza mantiene una relación tensa con el periodismo. Corresponde que los funcionarios públicos dialoguen con la prensa, pero es cierto que no están obligados a hacerlo. El silencio es una respuesta y es un dato. A mí no dejó de atropellarme esta pregunta: ¿por qué Karina no habla? ¿Qué descubriríamos si Karina hablara?
Así como llevo una lista de sus intereses por la clarividencia y la adivinación, también colecciono frases de personas a las que quise entrevistar para este trabajo. Voy: “Pero, Victoria, esto es en off, ¿no?”; “Preferiría no hablar, gracias por haberme tenido en cuenta”; “¿De El Jefe? Paso”; “Por teléfono no. Creo que me escuchan”. Casi todos acusaron respeto, lealtad o miedo hacia Karina Milei y, en consecuencia, a su hermano. Ante la insistencia de encontrarnos para hablar para esta investigación, algunos dejaron de responder o directamente me bloquearon en WhatsApp.
Pero hubo muchos que aún envueltos en ese miedo, respeto o lealtad accedieron. La mayoría me permitió grabar las entrevistas. Al resto le propuse una alternativa: hablar en off. Es, a mi entender, el último recurso para conseguir una nota relevante. Y es, al mismo tiempo, una trampa. Bajo el amparo del off, una fuente puede falsear información, mentir u operar, usar al periodista para enviar un mensaje y generar cambios —o desestabilizar— cierta estructura o para subirle el perfil a alguien a costa de hacer caer a otro. Esto obliga a los periodistas a varias operaciones que trascienden el triple chequeo: lo obligan a descartar, entre otras cosas, información maravillosa solo por el hecho de resultar dudosa. ¿Cómo se escribe sobre quien no se pronuncia? Pronto sucederá algo que cambiará el estado de las cosas.
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