Juan Uslé: “En Nueva York encuentro al urbanita y en Saro al niño abierto a las fuerzas de la Naturaleza”

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El arte siempre encuentra formas nuevas de decir cosas inteligentes. En pleno debate sobre los límites del turismo y sobre el sentido del viaje en una sociedad global, la exposición de las nuevas obras de Juan Uslé (Santander, 69 años) en Elvira González (del 12 de septiembre al 2 de noviembre), la primera desde su fichaje por la galería madrileña, no es tanto una invitación al viaje como una reflexión sobre lo que significa. “El viaje entendido como deseo y búsqueda, el viaje como aventura que coagule la búsqueda sintáctica con lo emocional”, explica el artista cántabro. “Ya no nos embarcamos en un viaje entendiéndolo como una aventura, como una experiencia genuina, única, que nos conduzca hacia al descubrimiento de algo inesperado, no programado”, desarrolla. “Viajamos generalmente en grupos masivos organizados y a lugares tópicos, donde todo es disfraz y está meticulosamente ordenado, incluso los momentos de descanso se han convertido ya en zonas de orden y postureo, de entretenimiento. Es decir, ya no existe el viaje como journey, sino como una pantomima representacional donde las víctimas son confortablemente tratadas como corderos”.

Si se tomaran estas declaraciones de forma aislada, sin conocer a su autor, podríamos creer que nos hallamos ante un artista figurativo de raigambre crítica: un pintor pop, quizá, o un fotorreportero dispuesto a dejar en evidencia las contradicciones del turismo. Sin embargo, hablamos de Uslé, Premio Nacional de Artes Plásticas, uno de los autores verdaderamente internacionales del arte español del último medio siglo, para el que la etiqueta “Nueva Abstracción” se queda corta. Porque lo que hace es abstracto, sí, pero con una base muy tangible. Es habitual mencionar que el ritmo de sus pinceladas viene dado por el propio pulso del artista, absorto en la escucha de sí mismo en mitad de la noche. Pero hay más. Siempre hay elementos que, en su obra, van más allá de la exploración de la forma o el color. Sus obras se componen a partir de grandes franjas horizontales, pero tampoco eso sirve para definirlas. Esta exposición, por ejemplo, no tiene título, pero sus obras abordan un tema muy concreto. “Se refieren a espacios y lejanías a los que me siento muy vinculado, a lugares conocidos a los que me siento vital y emocionalmente ligados y otros lejanos a mí vida y experiencia pero que me evocan y seducen desde la imaginación y el deseo. Lugares con los que sueño y que se mezclan con esos otros donde he crecido y vivido, lugares separados, unidos por múltiples horizontes que a modo de bandas horizontales me sirven para unir, separar, o romper la globalidad de la composición”.

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Cuando hablamos de Uslé, los lugares importan. Nació en Cantabria y se mudó a Nueva York en 1984, poco después de su primera participación en ARCO. Trabajó con Joan Prats y con Soledad Lorenzo, dos templos de lo contemporáneo en Barcelona y Madrid. Pero el primer espaldarazo a su carrera sucedió en 1992, cuando participó en la Documenta de Kassel. Su proyección internacional se disparó. Sus obras han sido expuestas en centros como MACBA, Saatchi Gallery, la Fundación Serralves, el Museo Ludwig de Viena, el Nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York, el Morsbroich Museum de Leverkusen o Bombas Gens, en Valencia. Y desde hace años mantiene dos estudios: en Saro (Cantabria) y en Williamsburg (Nueva York). “Nueva York y Saro son lugares necesarios que me alimentan, y yo necesito trabajar en ambos lugares”, responde al respecto. “Son mis espacios vinculantes, necesarios para desarrollar mi actividad. Entre ambos encuentro la intensidad y la energía, la calma y reflexión suficiente. Ambos se complementan y yo necesito los contrarios. Después de un periodo largo trabajando intensamente en un lugar, me refresca, ayuda y estimula mudarme al otro lado. En Nueva York encuentro al urbanita-eremita y en Saro al niño que creció aprendiendo abierto a las fuerzas y susurros de la Naturaleza. Pero quiero dejar claro que el verdadero lugar donde se define la idea y el espíritu del estudio es en nuestra mente, porque pienso y creo que allí es realmente donde se gestan las obras”.

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De hecho, una de sus series más conocidas, Soñé que revelabas, comenzó en 1997 y se prolonga en la actualidad. Son obras realizadas de noche, en la soledad de su estudio. Pinturas imponentes, introspectivas y magnéticas, que han protagonizado exposiciones específicas y que resumen muchas de sus inquietudes. En su nueva exposición, hay incorporaciones a este ciclo. Una de ellas es Soñé que revelabas (Daugava). “Desde hace yo tiempo mis pinturas de esta familia llevan anexo al título genérico un subtítulo entre paréntesis, que es el nombre específico de un río”. En esta ocasión, el río es el Daugava, que atraviesa Rusia, Bielorrusia y Letonia antes de desembocar en el Báltico. Para Uslé, es una geografía soñada, un detonante para pintar. “Nunca he navegado o estado en las orillas del río Daugava, pero chequeando por internet sobre muchos ríos del norte de Europa, el Daugava me llamó la atención por varias razones”, explica. “Por su configuración y enclave, sus orillas fueron testigos de muchos acontecimientos, cambios socioculturales y sucesos de gran importancia para el desarrollo de la civilización en los territorios que atraviesa”.

Esta obra, en los tonos blancos, negros y grises que caracterizan a la serie, contrasta con el cromatismo desatado y las grandes dimensiones de otra de las piezas de la muestra, Abril al dorso. “En Nueva York los inviernos suelen ser largos y pesados, debido a las pocas horas de luz y al frío, lo cual favorece el encierro, una época que para mí suele ser de mucha concentración y productiva”, apunta. “Pero como contrapunto está el cuerpo que, en los últimos meses del invierno urbano, los previos a la llegada de la primavera, comienza a necesitar impulsivamente la luz, reclamando para su piel esa maravillosa forma de caricia que proporciona el sol y la luz de primavera”.

Entre lo concreto y lo abstracto, Uslé disfruta expresándose con un estilo poético y concentrado. Sus pinturas, observadas de cerca, producen una especie de vértigo e invitan al ensimismamiento, porque su orden no excluye la huella de la mano humana, del trazo, de la pincelada. En ese contexto, los títulos no son una explicación, sino una invitación a contemplarlas desde algunas pistas. “En mi caso nunca entiendo los títulos como determinantes ni pretendo que condicionen la lectura o experiencia de contemplación de mi pintura, solo espero que contribuyan a la lectura sugerente de las obras”.

El diálogo con el espectador le sigue deparando sorpresas. “A menudo recibo feedbacks por parte de personas completamente desconocidas, que se dirigen a mí por carta o mensajes de email y me hablan de su experiencia delante de alguna de mis obras”, cuenta. “Recientemente me preguntó mi galería de París si podía darle mi email a una persona que quería escribirme. A los pocos días recibí una carta larga, que más bien parecía una pequeña tesis doctoral, aunque cargada de emoción. La carta era de una chica de 16 años”.

Cuenta Uslé que en los últimos años ha apreciado una transformación. “Cada vez me sumerjo más en la pintura y sus alrededores. Hago mis pinturas, porque ello forma ya parte sustancial de mis pasos, de mi ritual cotidiano. Paso casi todas mis horas en el estudio y procuro los silencios y la reflexión. Sin olvidar obviamente esta otra parte con la que me identifico, lo sustancial de la pintura, que es el cuerpo y la materia misma en acción y, el ritmo puro de su sintaxis”. El artista ha conquistado algo que pocos artistas logran: su propio clasicismo, su propia forma de mirar hacia dentro y hacia fuera, siguiendo el ejemplo de su alter ego favorito, el Capitán Nemo de Veinte mil leguas de viaje submarino. “Cuando Nemo (El Capitán Nemo) me visitó una noche en mi estudio de Nueva York, me dijo: ‘Juan, el ojo es el cerebro’. Yo después de muchos años sigo sintiendo de ese modo la pintura, porque el ojo piensa, más allá de la mirada, no se conforma con la sorpresa o el reconocimiento de lo que habita afuera”.

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