Juan Carlos de Borbón abdicó a regañadientes cuando ya había dilapidado hasta la saciedad su prestigio democrático, basado en su actuación en la madrugada del 23-F. Sus escándalos privados y financieros eran notorios, a pesar del hermetismo autoimpuesto entre los medios, y del silencio de sus colaboradores más próximos. Prado y Colón de Carvajal, administrador financiero de Juan Carlos, en su libro de memorias Una lealtad real, habla de los impagables servicios del silencio. Y el propio Juan Carlos, en una escena de lenguaraz indiscreción extraconyugal, aludía despectivamente al silencio de su más fiel asesor militar, el golpista Armada. Podemos suponer qué turbios negocios tuvo que callar el leal administrador, y cuál fue la verdadera historia de aquella madrugada del 23-F que calló para siempre su fiel general. Con esta alusión consiguió que se esfumara definitivamente el fundamento de su prestigio democrático del 23-F.
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Juan Carlos, el impune
Cuando abdicó en 2014 faltaban cinco años para que prescribiera el delito de malversación de los pagos a Bárbara. Podrían haber sido investigados, pero desde 2019 ya están prescritos
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