José, el panadero de Paiporta que salvó su vida colgado al techo y lo perdió todo tras la DANA: "¿Cuándo van a llegar las ayudas?"

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Un par de minutos cambiaron la vida de José Garrido el 29 de octubre. Fue a las seis menos cuarto de la tarde cuando escuchó los gritos de una mujer que alertaba a todos del desastre que se avecinaba: "¡Que se ha desbordado el barranco! ¡Que se ha desbordado el barranco!". José la escuchó mientras trabajaba en su panadería de Paiporta, situada en la plaza Cenia, pero pensó que aún tendría algo de tiempo. Por eso decidió ir a por su mochila mientras una de sus empleadas subía a refugiarse en el primer piso. "Le dije que subiera, que apagaba luces y que iba". Pero en ese breve lapso de tiempo todo cambió y ocurrió lo inimaginable. El agua llegó, arrasó con todo y él se aferró a la vida atado el techo hasta que un "valiente" le salvó.

José recuerda emocionado su historia un mes después mientras limpia lo que queda de su panadería, cuyo interior ha quedado completamente arrasado por dentro. Este empresario de la zona ha perdido tras la DANA cuatro locales (situados en Albal, Alfafar, Catarroja y Paiporta) y un quinto ha tenido que echar el cierre porque la fábrica que la abastecía es uno de los afectados. "Habré perdido entre 700.000 y un millón de euros. Tengo a 50 empleados en ERTE y he perdido la mayoría de los muebles, de los hornos…", explica a este medio. Su gran pregunta ahora es cómo van a salir adelante. "Me he quedado sin un duro y las ayudas no llegan, ni las del Gobierno ni las de los seguros. ¿Cuándo van a llegar? Ha pasado un mes".

Su realidad no es única en Valencia. Al menos 66.000 empresas se han visto afectadas y el sector servicios es el que más ha recibido el golpe. En concreto, el 79,8% del total con 19.288 locales comprometidos, de acuerdo a los datos facilitados por la Generalitat. "Me cuesta menos coger una nueva nave que arreglar las que tengo dañadas. He tenido que ir a Madrid a por albañiles porque en Valencia no hay", cuenta este empresario de 63 años que puso su primer local en Albal en 1987. "Esta panadería era la joya de mi corona, estaba muy ilusionado con esta tienda, tenía mucho éxito. Estamos muy fastidiados, es muy jodido".

En este tiempo, José no ha estado parado. Además de achicar agua, quitar fango y muebles, ha conseguido reunir, gracias a las donaciones o la ayuda de otros empresarios, una cantidad para intentar reflotar sus negocios. "Nos está ayudando la gente. Nos habrán dado 100.000 euros, 50.000 a fondo perdido". Además, han empezado a vender bollería y bocadillos en una food truck en la que la ONG del chef José Andrés, World Central Chicken, entrega pan gratis. "Vendemos croissants para ir comiendo nosotros porque no nos queda nada".

En las casas aledañas a la panadería, todo el mundo conoce la historia de José, que aquel 29 de octubre se salvó de milagro. "Cuando cogí la mochila y fui a salir de la panadería, oí un estruendo y la persiana de la entrada reventó, se quedó cortada como por una radial y entró una ola de fango, cañas y barro que llegó hasta la altura del horno", cuenta mientras rehace el recorrido que hizo esa noche en el local. Después del shock inicial, su cerebro empezó a funcionar e intentó salir por la otra puerta, pero ya era tarde. "Había un coche empotrado. Ya no pude salir. Lo primero que me vino a la mente fue 'me he quedado encerrado, ahora tengo que sobrevivir o hacer lo que pueda'".

Así, miró al techo y pensó que quizá tenía una oportunidad. Subido al mostrador, mientras todo lo demás "flotaba a metro y medio", quitó las láminas de arriba y ató unos cables a su muñeca. Allí estuvo ocho horas mientras veía pasar "montañas de coches, enseres, lavadoras, bicicletas" por la calle. "Yo pensaba 'de aquí no me escapo si no busco ayuda'. Por eso empecé a gritar 'auxilio'. Así hasta las dos de la mañana. Yo sabía que si el agua subía más, no lo contaba".

De madrugada, empezó a escuchar los gritos de los vecinos. "¡Aguanta, hornero, que voy a bajar', me decía un chico". A esa hora, tres personas preparadas con cuerdas entraron. "Me sacaron y me subieron al primer piso. Me limpiaron con toallitas, me dieron un café muy caliente y me quedé frito. Al señor que me sacó le debo la vida".

 

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