Annabelle_Jast
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Resulta muy difícil rastrear los orígenes de ‘La sangre de los King’, la novela de Jim Thompson, publicada en 2014 por RBA. En esta edición, los derechos de la obra están fechados en 1954, pero en todas las biografías del autor consta que la novela apareció en 1973, cuatro años antes de su muerte. No puedo afirmarlo con seguridad, pero la única hipótesis plausible es que Thompson no pudiera publicar ‘La sangre de los King’ por su contenido, que seguramente disuadió a las editoriales de asumir el riesgo de difundir una obra que rompe tabúes y vulnera los límites convencionales de la decencia. Lo que resulta una certeza es que la obra fue publicada casi dos décadas después de ser escrita. Asesinato, fratricidio, violación, incesto, secuestro, codicia y misoginia impregnan el texto de Jim Thompson, que, a pesar del intento deliberado de provocar al lector, concibió una obra maestra. Mezcla de wéstern y novela negra, negrísima, es la historia de una saga familiar, corrompida por la ambición. Ike King es el anciano propietario de un gran rancho en Oklahoma, que explota con mano de hierro. Su mejor amigo y mano derecha es Tepaha, un indio apache, compañero de penurias desde su juventud. King tiene tres hijos que aspiran a heredar la propiedad. Para ello, están dispuestos a cualquier cosa, lo que incluye asesinar a sus hermanos. La trama se complica cuando Critch, el hermano menor, hijo de una prostituta, roba a una mujer 72.000 dólares en una estación de tren. Esa mujer es una estafadora, cuya hermana no se detendrá ante nada para recuperar el dinero. A partir de este momento, la acción se desarrolla de una forma trepidante, con giros inesperados, mientras crece la brutalidad de los personajes, que manejan el cuchillo para asesinar y mutilar a sus víctimas sin la menor compasión. La única ley es la de la supervivencia en una tierra salvaje donde los blancos intentan exterminar a los indios.Sus personajes son perdedores, borrachos, vagabundos y psicópatas, dibujando un retrato sombrío de la sociedad americanaPor alguna referencia indirecta, podemos deducir que la trama se desarrolla en torno a 1900, cuando el ferrocarril empezaba a vertebrar un país que se expandía al Oeste. Los King carecen de códigos morales. Todo vale para sobrevivir. No sólo maltratan y abusan de sus mujeres, consideran esclavos a sus sirvientes y expolian a sus vecinos. Su única convicción es la ley del más fuerte. A pesar de ello, Ike King, el patriarca de la saga, intenta proteger a sus hijos y defiende a sus amigos. ‘La sangre de los King’ es una verdadera joya, un libro indispensable para los amantes del género negro, superior incluso a ‘1.280 almas’ y ‘El asesino dentro de mí’, los dos textos más emblemáticos de Thompson, un prolífico autor con más de 30 novelas. Era un hombre polifacético, que también fue actor de cine, sindicalista, poeta y guionista. Colaboró con Kubrick para el guion de ‘Atraco perfecto’. Thompson había nacido en Oklahoma en 1906. Su padre era un adinerado sheriff corrupto del condado de Caddo, que fracasó en su intento de hacer política. En ‘La sangre de los King’ se convierte en uno de los personajes de la trama, como el propio autor explica en una nota a pie de página. Su padre huyó a México tras ser acusado de malversación y se casó con una maestra que llevaba sangre cherokee, la madre de Thompson. Su progenitor volvió a Texas donde hizo una gran fortuna en los años 20 mediante la extracción de petróleo. Tras arruinarse su padre, Jim Thompson se puso a trabajar de botones en un hotel. Aceptaba cualquier empleo y se emborrachaba con la paga. Se hizo amigo del cantante Woody Guthrie, que también era de Oklahoma. Fue a partir de 1930 cuando sintió la vocación por la escritura. Sus narraciones eran de carácter autobiográfico, impregnadas de una filosofía nihilista. Sus personajes son perdedores, borrachos, vagabundos y psicópatas, dibujando un retrato sombrío y pesimista de la sociedad americana. Tardó diez años en vivir de la literatura y su fama se fue afianzando gracias a novelas como ‘El trueno’, que se vendieron muy bien. «Hay 32 maneras de escribir y yo las he usado todas. Pero sólo hay una realidad: las cosas nunca son como parecen», dijo al final de su vida. Sus creaciones le han sobrevivido porque le sobraban oficio y talento.
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