edwin.cartwright
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La huelga de los actores de Hollywood llevó a Javier Bardem (Las Palmas, 55 años) a aceptar pero no recoger uno de los premios Donostia de la pasada edición del festival de San Sebastián. Hoy, sí, este viernes de manos de sus hermanos, Mónica y Carlos Bardem, y de su maestro Juan Carlos Corazza, el seis veces ganador del premio Goya en interpretación (más otros dos como productor), del premio Oscar con No hay país para viejos y de la Concha de Plata por Días contados y El detective y la muerte ha recibido el galardón en el escenario del Kursaal durante la gala de inauguración del 72º Zinemaldia.
Muy emocionado y con el público de pie, incluida su pareja, Penélope Cruz, Bardem ha recordado su primer viaje al certamen en 1993, gracias a Huevos de oro: “Con un enorme cartel en donde me tocaba los huevos, que me hizo preguntarme qué había hecho”. Después enumeró a algunos de los creadores que le han acompañado en sus apariciones en Donostia y agradeció a sus hermanos que le cuidaran mientras su madre trabajaba: “Si estoy aquí vivo, es por ellos”. A Corazza, director de teatro y maestro de actores, le recordó, de manera muy cariñosa, su trabajo en común, de búsqueda de la “desnudez emocional”. Y por último, dedicó el galardón: “Es para cuatro personas. Primero, siento a mi madre feliz en este teatro. También es para una mujer con la que comparto la vida [y se echó a llorar, mientras miraba a Penélope Cruz en el anfiteatro]. Y este regalo que me habéis dado Rebordinos y vosotros, el público de Donostia, que sois realmente majos, va para Leonardo y Luna, nuestros niños, dos ángeles y suertes que hemos tenido en la vida. Os lo llevo mañana”.
Antes, protagonizó una rueda de prensa reivindicativa de su manera de ver la vida, con una actitud beligerante ante las injusticias, humilde ante los reconocimientos y defensora de una manera de interpretar cada vez más alejada de histrionismos y zambullidas desaforadas en los personajes. Y de paso anunció que en enero, en Fuerteventura, comenzará el rodaje de El ser querido, de Rodrigo Sorogoyen, junto a Victoria Luengo, donde encarnará a un aclamado director de cine que rueda junto a su hija, una actriz sin éxito, una película tras años de distanciamiento paterno-filial y un pasado difícil del que los dos no quieren hablar.
Su charla comenzó con un análisis sobre su compromiso social: “No hay otra opción, porque supera cualquier voluntad o deseo de hacer. Yo soy una persona afortunada, bendecida por la vida, pero más allá de eso, busco apoyar a quienes aportan avances en los derechos civiles y sociales. He ido aprendiendo con los años que hay que elegir bando. Por desgracia, estos bandos existen, y tengo claro que hay cosas inadmisibles. Este compromiso nace de la educación recibida de mi madre, y posteriormente lo han ido alimentando mis vivencias con mis compañeros, porque no conozco un actor que no sea extremadamente sensible”.
Él mismo se confesó incluso de lágrima fácil. Esperaba no llorar en la gala “aunque pasará”. Y ante ese Donostia, apuntó: “Que me premien por mi pasión es increíble. Y con toda humildad aún siento que no merezco tanta atención. Cuando hace treinta años recibí la Concha de Plata por Días contados y El detective y la muerte ya me sentí un privilegiado. Hoy, más”.
La figura de Pilar Bardem, su madre, fallecida hace tres años, sobrevoló constantemente la rueda de prensa, y muchas de las respuestas de su hijo pequeño han pivotado en torno a su legado en los Bardem: “Aún hoy descubro lo importante que fue en mí, y ahora en mis hijos. Me inculcó la humildad, la empatía”. De ella sorbió su rebeldía ante algunos hechos actuales: “No puedo perder de vista que pertenezco a una sociedad. Individualmente, no puedes hacer cambios, pero en grupo sí”. Entre sus tesoros, una foto del beso que recibió de Pilar cuando se anunció en rueda de prensa (antes el palmarés se hacía público horas antes de la gala) que había ganado la Concha de Plata. “Sigo siendo el hijo de Pilar. Mira, Carlos [su hermano] recuerda una anécdota que yo, que soy más pequeño, no. Mi madre trabajaba mucho, era una mujer separada en un momento que ser separada se veía mal. Con suerte había días que comíamos chuletas de cerdo y pasta con tomate. Otros no. Y a pesar de eso, cada mes pasaban a pedir dinero para los derechos de las mujeres saharauis y ella les daba, lo que enfadaba a aquel Carlos niño. Se cambia más con las acciones que con las palabras. Espero morir siendo el hijo de Pilar”.
A los Bardem nunca les ha asustado opinar sobre la actualidad, y sobre ella fue la respuesta más larga de la rueda de prensa: “Siempre he vivido en Madrid, salvo alguna temporada que por rodajes he estado fuera. Así que sigo toda la actualidad. ¿Pienso a veces en callarme? Sí, soy humano. Pero con la autocensura ganan ellos, quienes atacan los derechos humanos o civiles. Me remito a Gaza. Lo que está ocurriendo es inadmisible, deshumanizante. El Gobierno de Israel es el peor de su historia y está cometiendo crímenes contra la humanidad. Los ataques despiadados y terribles de Hamás del 7 de octubre no justifican la respuesta ni la política de Israel. Otras naciones como Alemania, Estados Unidos o Reino Unido tienen que encarar y cambiar su posicionamiento ante lo que está ocurriendo, que, insisto, son crímenes contra la humanidad, especialmente contra los niños”.
Tras un respiro, siguió: “Sé que lo que yo diga poco va a cambiar. Pero criticar al Gobierno israelí no significa que seas antisemita. Tenemos el derecho y el deber ético de denunciar las injusticias. Este Gobierno de Israel, de ultraderecha, no es representativo de los judíos, ni siquiera de la sociedad israelí. Hay un malestar social contra esas acciones. Es nuestra responsabilidad pedir al Tribunal de Derechos Humanos que se juzgue a [Benjamin] Netanyahu [primer ministro israelí] y a los líderes de Hamás por sus ataques”.
Y sin parar, dirigió su discurso hacia otros conflictos actuales: “Tenemos que luchar contra la impunidad. Hay otras situaciones terribles, de las que se habla menos, como Uganda o Ucrania, bueno, esta algo más, o la urgencia climática. Con el calentamiento global hemos llegado a un punto ya no de mejoría, sino de qué hacemos para que sea menos malo. O cómo afrontamos el movimiento de masas humanas. Si tanto nos preocupa la inmigración, no reviertan las zonas de contaminación cero como en Madrid. Si te preocupa la inmigración, plantéate qué haremos cuando en África la población viva en ciudades a 50 grados. Todas estas reflexiones hacen que reciba el premio con alegría pero sin ánimo de celebración”.
Acerca de su profesión, que en general definió como “voluble, variable, para la que se necesita resistencia, insistencia y fe”, Bardem aunó sus pensamientos sobre los egos y la imaginación: “Si no te gusta ser observado, estás jodido. Necesitas un enorme ego, porque quieres ser visto. Dicho eso, cuando sales al escenario o ante la cámara, tienes que dejar que el ego desaparezca y convertirte en instrumento del creador. Dicho eso, no estoy cómodo, convivo con eso cuando esta exhibición es elegida, como ahora”.
¿Ha cambiado con los años su manera de afrontar el trabajo: “Sí. Cuando llegué al rodaje de la serie Monster, que se estrena en Netflix, vi a los dos actores que iban a encarnar a mis hijos con toda la carga de los abusos emocionales y hasta sexuales de sus personajes en los hombros. Y les recordé que íbamos a pasar tres meses juntos, que tenían familias reales que les querían y que si acarreaban ese peso constantemente no iban a sobrevivir. Yo era así [y se señala el dedo roto en el rodaje de Éxtasis]. Ahora elijo cómo entrar emocionalmente en las secuencias y sobre todo cómo salir. Creo que trabajar desde la imaginación es más poderoso que trabajar desde lo tuyo, porque eso es... solo lo tuyo. A quién le interesa”.
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Muy emocionado y con el público de pie, incluida su pareja, Penélope Cruz, Bardem ha recordado su primer viaje al certamen en 1993, gracias a Huevos de oro: “Con un enorme cartel en donde me tocaba los huevos, que me hizo preguntarme qué había hecho”. Después enumeró a algunos de los creadores que le han acompañado en sus apariciones en Donostia y agradeció a sus hermanos que le cuidaran mientras su madre trabajaba: “Si estoy aquí vivo, es por ellos”. A Corazza, director de teatro y maestro de actores, le recordó, de manera muy cariñosa, su trabajo en común, de búsqueda de la “desnudez emocional”. Y por último, dedicó el galardón: “Es para cuatro personas. Primero, siento a mi madre feliz en este teatro. También es para una mujer con la que comparto la vida [y se echó a llorar, mientras miraba a Penélope Cruz en el anfiteatro]. Y este regalo que me habéis dado Rebordinos y vosotros, el público de Donostia, que sois realmente majos, va para Leonardo y Luna, nuestros niños, dos ángeles y suertes que hemos tenido en la vida. Os lo llevo mañana”.
Antes, protagonizó una rueda de prensa reivindicativa de su manera de ver la vida, con una actitud beligerante ante las injusticias, humilde ante los reconocimientos y defensora de una manera de interpretar cada vez más alejada de histrionismos y zambullidas desaforadas en los personajes. Y de paso anunció que en enero, en Fuerteventura, comenzará el rodaje de El ser querido, de Rodrigo Sorogoyen, junto a Victoria Luengo, donde encarnará a un aclamado director de cine que rueda junto a su hija, una actriz sin éxito, una película tras años de distanciamiento paterno-filial y un pasado difícil del que los dos no quieren hablar.
Su charla comenzó con un análisis sobre su compromiso social: “No hay otra opción, porque supera cualquier voluntad o deseo de hacer. Yo soy una persona afortunada, bendecida por la vida, pero más allá de eso, busco apoyar a quienes aportan avances en los derechos civiles y sociales. He ido aprendiendo con los años que hay que elegir bando. Por desgracia, estos bandos existen, y tengo claro que hay cosas inadmisibles. Este compromiso nace de la educación recibida de mi madre, y posteriormente lo han ido alimentando mis vivencias con mis compañeros, porque no conozco un actor que no sea extremadamente sensible”.
¿Pienso a veces en callarme? Sí, soy humano. Pero con la autocensura ganan ellos, quienes atacan los derechos humanos o civiles”
Él mismo se confesó incluso de lágrima fácil. Esperaba no llorar en la gala “aunque pasará”. Y ante ese Donostia, apuntó: “Que me premien por mi pasión es increíble. Y con toda humildad aún siento que no merezco tanta atención. Cuando hace treinta años recibí la Concha de Plata por Días contados y El detective y la muerte ya me sentí un privilegiado. Hoy, más”.
La figura de Pilar Bardem, su madre, fallecida hace tres años, sobrevoló constantemente la rueda de prensa, y muchas de las respuestas de su hijo pequeño han pivotado en torno a su legado en los Bardem: “Aún hoy descubro lo importante que fue en mí, y ahora en mis hijos. Me inculcó la humildad, la empatía”. De ella sorbió su rebeldía ante algunos hechos actuales: “No puedo perder de vista que pertenezco a una sociedad. Individualmente, no puedes hacer cambios, pero en grupo sí”. Entre sus tesoros, una foto del beso que recibió de Pilar cuando se anunció en rueda de prensa (antes el palmarés se hacía público horas antes de la gala) que había ganado la Concha de Plata. “Sigo siendo el hijo de Pilar. Mira, Carlos [su hermano] recuerda una anécdota que yo, que soy más pequeño, no. Mi madre trabajaba mucho, era una mujer separada en un momento que ser separada se veía mal. Con suerte había días que comíamos chuletas de cerdo y pasta con tomate. Otros no. Y a pesar de eso, cada mes pasaban a pedir dinero para los derechos de las mujeres saharauis y ella les daba, lo que enfadaba a aquel Carlos niño. Se cambia más con las acciones que con las palabras. Espero morir siendo el hijo de Pilar”.
Espero morir siendo el hijo de Pilar”
A los Bardem nunca les ha asustado opinar sobre la actualidad, y sobre ella fue la respuesta más larga de la rueda de prensa: “Siempre he vivido en Madrid, salvo alguna temporada que por rodajes he estado fuera. Así que sigo toda la actualidad. ¿Pienso a veces en callarme? Sí, soy humano. Pero con la autocensura ganan ellos, quienes atacan los derechos humanos o civiles. Me remito a Gaza. Lo que está ocurriendo es inadmisible, deshumanizante. El Gobierno de Israel es el peor de su historia y está cometiendo crímenes contra la humanidad. Los ataques despiadados y terribles de Hamás del 7 de octubre no justifican la respuesta ni la política de Israel. Otras naciones como Alemania, Estados Unidos o Reino Unido tienen que encarar y cambiar su posicionamiento ante lo que está ocurriendo, que, insisto, son crímenes contra la humanidad, especialmente contra los niños”.
Tras un respiro, siguió: “Sé que lo que yo diga poco va a cambiar. Pero criticar al Gobierno israelí no significa que seas antisemita. Tenemos el derecho y el deber ético de denunciar las injusticias. Este Gobierno de Israel, de ultraderecha, no es representativo de los judíos, ni siquiera de la sociedad israelí. Hay un malestar social contra esas acciones. Es nuestra responsabilidad pedir al Tribunal de Derechos Humanos que se juzgue a [Benjamin] Netanyahu [primer ministro israelí] y a los líderes de Hamás por sus ataques”.
Lo que esta ocurriendo en Gaza es inadmisible, deshumanizante. Los ataques despiadados y terribles de Hamás del 7 de octubre no justifican la respuesta ni la política de Israel”
Y sin parar, dirigió su discurso hacia otros conflictos actuales: “Tenemos que luchar contra la impunidad. Hay otras situaciones terribles, de las que se habla menos, como Uganda o Ucrania, bueno, esta algo más, o la urgencia climática. Con el calentamiento global hemos llegado a un punto ya no de mejoría, sino de qué hacemos para que sea menos malo. O cómo afrontamos el movimiento de masas humanas. Si tanto nos preocupa la inmigración, no reviertan las zonas de contaminación cero como en Madrid. Si te preocupa la inmigración, plantéate qué haremos cuando en África la población viva en ciudades a 50 grados. Todas estas reflexiones hacen que reciba el premio con alegría pero sin ánimo de celebración”.
Acerca de su profesión, que en general definió como “voluble, variable, para la que se necesita resistencia, insistencia y fe”, Bardem aunó sus pensamientos sobre los egos y la imaginación: “Si no te gusta ser observado, estás jodido. Necesitas un enorme ego, porque quieres ser visto. Dicho eso, cuando sales al escenario o ante la cámara, tienes que dejar que el ego desaparezca y convertirte en instrumento del creador. Dicho eso, no estoy cómodo, convivo con eso cuando esta exhibición es elegida, como ahora”.
¿Ha cambiado con los años su manera de afrontar el trabajo: “Sí. Cuando llegué al rodaje de la serie Monster, que se estrena en Netflix, vi a los dos actores que iban a encarnar a mis hijos con toda la carga de los abusos emocionales y hasta sexuales de sus personajes en los hombros. Y les recordé que íbamos a pasar tres meses juntos, que tenían familias reales que les querían y que si acarreaban ese peso constantemente no iban a sobrevivir. Yo era así [y se señala el dedo roto en el rodaje de Éxtasis]. Ahora elijo cómo entrar emocionalmente en las secuencias y sobre todo cómo salir. Creo que trabajar desde la imaginación es más poderoso que trabajar desde lo tuyo, porque eso es... solo lo tuyo. A quién le interesa”.
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