Japón desafía el liderazgo de China en el mercado del coche eléctrico

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La batalla por el liderazgo en el mercado de los vehículos eléctricos (EVs) no es solo una cuestión de negocio. Es una cuestión de geopolítica. En 2023, China superó a Japón como el mayor exportador de automóviles del mundo, con 4,91 millones de vehículos enviados al extranjero, un aumento del 58% respecto al año anterior. En contraste, Japón exportó 4,42 millones de unidades en el mismo periodo. Este cambio refleja el auge de los vehículos eléctricos y el respaldo gubernamental en China, que ha impulsado a fabricantes como BYD, Geely y Nio a expandir su dominio en mercados internacionales.

Además, la retirada de fabricantes occidentales del mercado ruso ha permitido a las marcas chinas consolidar aún más su presencia en ese país. China se ha consolidado como el gigante indiscutible de esta industria, apoyada por políticas agresivas, economías de escala y una infraestructura de carga sin igual. Pero ahora Japón, tradicionalmente una superpotencia en el sector del automóvil, ha contraatacado con fuerza.

La reciente decisión de Honda y Nissan de iniciar negociaciones para una fusión histórica no es solo una medida empresarial. Es una maniobra estratégica, un intento coordinado para desafiar el liderazgo de China en tecnología EV y baterías. Esta alianza, que busca completar su estructura corporativa para 2026, podría marcar el renacimiento de Japón como potencia global en la electrificación.

El ascenso meteórico de China en el mercado del coche eléctrico​


Para entender la magnitud del desafío, basta con observar el ascenso meteórico de China. Las empresas chinas BYD, Geely y Nio no solo dominan el mercado local, sino que también están expandiéndose agresivamente en Europa, América Latina y África. Los vehículos eléctricos representan más del 25% de las ventas de automóviles en China, una proporción que sigue en aumento.

Por otro lado, el dominio chino no se limita a los coches. Controla el 77% de la capacidad global de fabricación de celdas de baterías, según Benchmark Mineral Intelligence. Además, cuenta con una infraestructura de carga insuperable con 5,2 millones de estaciones públicas y privadas frente a las apenas 30.000 de Japón, lo que pone en evidencia la necesidad de una transformación rápida y coordinada.

Japón contraataca con una alianza histórica​


En este contexto, la fusión entre Honda y Nissan no es solo necesaria, es inevitable. Ambas compañías han anunciado su intención de fusionarse en una nueva estructura corporativa, cuya formalización está prevista para junio de 2025 y que saldrá a Bolsa en 2026. Este esfuerzo conjunto pretende convertir a la nueva entidad en el tercer mayor fabricante automovilístico del mundo, por detrás de Toyota y Volkswagen, con una producción estimada de 3,5 millones de vehículos eléctricos al año para 2030.

Las sinergias esperadas de esta fusión son significativas. Según Toshihiro Mibe, presidente de Honda, las operaciones combinadas podrían generar un beneficio operativo de 6.000 millones de euros inicialmente, con la posibilidad de triplicar esta cifra en el futuro. El acuerdo también incluye a Mitsubishi Motors, que decidirá su papel en la alianza a principios de 2025, ampliando aún más el alcance del proyecto.

El gobierno japonés también está tomando cartas en el asunto. Ha anunciado un programa de subvenciones de 1.000 millones de dólares para duplicar la red de carga rápida en cinco años y ha destinado 2.000 millones adicionales al desarrollo de baterías de estado sólido, una tecnología que promete revolucionar el mercado con tiempos de carga más cortos y mayor autonomía. Pero no solo se trata de proteger su mercado local. Japón está mirando hacia India, el tercer mayor mercado automotriz del mundo para 2030, y hacia una posible recuperación en China, donde las ventas combinadas de Honda y Nissan cayeron un 7% en 2023.

El gran impacto del sector automovilístico​


Este movimiento tiene implicaciones que van más allá de lo económico. Durante décadas, Japón ha demostrado que sabe cómo usar la política industrial para proteger sectores estratégicos. En los años 80, su gobierno intervino para proteger la industria tecnológica, y ahora parece repetir la fórmula con los vehículos eléctricos. Las empresas japonesas reconocen que solo mediante la cooperación podrán mantenerse competitivas frente a gigantes como Tesla y BYD, así como frente a nuevas empresas emergentes chinas. La electrificación es más que una tendencia. Es una carrera por la autosuficiencia tecnológica y energética.

Tesla y BYD han establecido estándares que ahora todos los competidores buscan alcanzar. Tesla, por ejemplo, ha revolucionado con su red de carga rápida Supercharger, la más extensa y eficiente del mundo, que ahora incluso marcas como Ford y Hyundai están adoptando. Además, su innovación en actualizaciones de software remotas, que mejoran el rendimiento de los vehículos con el tiempo, ha fijado un estándar que empresas como Volkswagen y Mercedes intentan alcanzar.

Por su parte, BYD ha innovado con su batería Blade, reconocida por su seguridad y bajo costo, un avance que incluso Toyota ha integrado en sus modelos eléctricos. Su enfoque en producción vertical, fabricando internamente desde baterías hasta semiconductores, le permite ser altamente competitivo, una lección que otras marcas están comenzando a adoptar para mantener relevancia en el mercado.

Por eso, la fusión entre Honda y Nissan no solo tiene como objetivo recuperar cuota de mercado, sino también posicionarse como líder en innovación, especialmente en el desarrollo de baterías de estado sólido que podrían cambiar las reglas del juego.

Japón tiene ventajas únicas. Su mano de obra cualificada, su acceso a capital y su larga tradición de innovación tecnológica ofrecen una base sólida para competir. Sin embargo, el dominio de China en la producción de baterías, con más del 60% del mercado global, y su infraestructura avanzada representan desafíos difíciles de superar.

En esta guerra por la electrificación, la fusión Honda-Nissan es solo el comienzo. La pregunta ahora no es si Japón puede competir, sino si puede ganar. Con tecnología avanzada, una estrategia nacional bien definida y el respaldo de dos gigantes históricos, la carrera por el coche eléctrico ha dado un giro. ¿Será suficiente para frenar el avance imparable de China? La batalla está servida.

 

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