Ismael Serrano: “Dejar de ser el cantautor más joven y guapo del cartel jode lo suyo”

Fay_Collins

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A mediodía de un jueves, el barrio de La Latina, en Madrid, bulle de personas mayores yendo o viniendo a la compra del mercado de La Cebada, jóvenes y no tan jóvenes modernos acodados en cafeterías cuquis y furgonetas de reparto aprovisionando de bebidas a bares nocturnos cerrados al público. Aquí, en un amplio local con sótano, en medio de este abigarrado paisanaje, está la oficina y el estudio donde Ismael Serrano prepara su música, sus giras y su próximo proyecto, un podcast en el que hablará de lo humano y lo humano con sus colegas y amigos. Para sus posicionamientos políticos, ya tiene las redes sociales y todos los micrófonos que se le pongan por delante. A diferencia de otros, siempre con el neopreno puesto, Serrano se moja.

¿En qué charco se ha metido hoy?

Bueno, he firmado con otros artistas un manifiesto pidiendo al Gobierno el embargo de armas a Israel para parar el genocidio en Gaza, y también me he mojado en defensa de la universidad pública en Argentina, que es casi mi segundo país. Mi mujer y mis hijos son argentinos, El Gobierno de Milei ha hecho un 40% de recorte del presupuesto y están en vías de privatizar uno de los orgullos del país. Cada vez que hablo, me cae un aluvión de trolls, eso lo doy por hecho.

Este verano, la lió parda cuando alguien creyó ver que usted y uno de sus colaboradores portaban armas, llamó a la policía y desalojaron la calle de Callao en Madrid.

Y era el soporte de un micrófono. Eso se hubiera quedado en una anécdota divertida para contar a los amigos, si no fuera porque derivó en una ola de odio en las redes. Tipos, con nombre y apellidos, llegaron a decir que eran dos musulmanes armados, dos negros con navajas, y lo alucinante es que ni siquiera era una malinterpretación: era pura invención, pura maldad, puro odio. Las redes alimentan nuestros prejuicios, nuestros sesgos ideológicos, y con la Inteligencia artificial, cada vez lo falso va a ser más indistinguible de la realidad. Estamos abocados a que la realidad sea una opción, la que la gente elija creer según su sesgo ideológico, y eso me parece terrorífico.

Pero no se va de las redes.

Lo he valorado, pero sería asumir la derrota y no me resigno. Es una forma de no dar la batalla por perdida. Cuando discuto con un troll, no lo hago para convencerlo, sino para demostrar que se puede hablar, que soy una persona razonable en contra del prejuicio de la otra. Nunca señalo a políticos. Ni a artistas. No señalo a Nacho Cano, o José Manuel Soto, por ejemplo, que son artistas de derechas y tienen todo el derecho a expresarse políticamente, aunque lo hagan en mis antípodas. Discutiré con ellos y haré lo posible para que su forma de ver el mundo no se imponga, pero no los señalo.

¿Asume el peaje de perder público por su posicionamiento político?

Eso es inevitable. Si intentas gustar a todo el mundo estás en un empeño estéril y absurdo y acabas no gustándole a nadie porque no tienes personalidad. En esta vida toda elección conlleva una renuncia. Sé que, difícilmente una marca, Renault, por ejemplo, se va a asociar a mi imagen, por mi posicionamiento. Pero modular tu mensaje porque crees que puede parar tu contratación y eso te corta, es una mierda.

Publica Sinfónico, un disco con gran orquesta, justo cuando cumple 50 años. ¿Se ha dado un capricho?

Totalmente. Hacer un disco sinfónico es el sueño recurrente de cualquier músico. Lo han hecho desde Serrat a Raphael o Metallica. Para los que hacemos canción popular es como llegar a un lugar donde las canciones adquieren otro vuelo. Yo soy muy defensor del canon del cantautor, con la guitarra y la voz y tal, en un contexto en el que todo el mundo rehúye de él, pero tocar con la Sinfónica es un sueño y, sí, me he dado ese homenaje.

¿Por los 50?

Ya me lo has dicho dos veces, lo de los 50 [ríe]. Estoy yendo a terapia.

¿Por la crisis del medio siglo?

Por todo un poquito. Pero, sí, a mí me pega mucho el paso del tiempo. Las cifras tan rotundas te llevan a hacer balance y acrecienta la sensación de que el tiempo pasa a toda hostia. Yo creo que quienes escribimos canciones tenemos un conflicto con el tiempo, somos un poco como niños, no gestionamos bien lo que tiene que ver con la renuncia y la pérdida. Luego, te das cuenta de que no solo es renuncia. El tiempo me ha traído también la paternidad, que es maravillosa, pero, sí, me pega mucho el paso del tiempo.

¿Le pega más por la noche o por la mañana?

Por la noche todo duele más. Activa la parte más primitiva del cerebro y los miedos se exacerban. Por eso vamos a los bares, porque nos sentimos solos, para buscar compañía. Y esa es una de las cosas que te llevan al escenario: el miedo patológico a la soledad. El que se sube a un escenario es porque necesitan que le digan que lo quieren, somos como niños chicos asustados y, a veces, caprichosos

Decía lo de la mañana por el espejo. ¿Cómo se lleva con él?

Tengo mi conflicto con el espejo. En el disco anterior, hice una canción, Me amo, para recordarme que me tengo que querer. La tiranía de la imagen es mucho más jodida con las mujeres. Pero dejar de ser el cantautor más guapo y más joven del cartel jode lo suyo, por supuesto. Y eso que yo reivindico la edad. A veces, oigo a compañeros hablar de ciertas experiencias y digo: “Joder, tío, no me hables de eso”. Entiendo que, a esta edad, te puedas enamorar y perder los papeles, pero hay ciertas cosas que no me creo.

¿Como cuáles?

Bueno, yo creo que, a los 50, ya sabes que no te vas a morir de amor. Cuando tienes 20 sí lo crees, que todo es definitivo, y, a los 50, no. Eso no le quita pasión ni emoción ni sentimiento al amor, pero es saludable entender que no es definitivo, que no te vas a morir. Y me gustaría pensar que eso, también, le quita algo de toxicidad al asunto. Hay ciertos clichés del amor romántico que son un poco tóxicos. Sobre todo, el desamor, muchas canciones de desamor son chantajes sentimentales.

¿Como las de Shakira y Piqué?

Claro. Ahí hay un componente de rencor. Y creo que la edad te enseña que en el desamor también es bonito aprender a irse y a soltar.

Ismael Serrano posa en el bar Núñez, en el barrio de La Latina de Madrid donde tiene su estudio.

¿En Sinfónico ha rescatado sus 13 mejores canciones?

A ver, todas tienen su contexto. Y volvemos a las redes sociales, que han despojado de contexto a los contenidos. Yo, como tengo un alto concepto de mis canciones me parecen todas muy buenas. Otra cosa es que dejes de cantarlas porque ya no te sientas identificado con el chaval de 20 años que las escribió. Pero también está bien rescatarlas y decir: fíjate las cosas que decía entonces.

Veo que no va al terapeuta por falta de autoestima profesional.

[Ríe] No, pero sí para sobrellevar el hecho de que, siendo tan bueno, tenga que seguir pedaleando continuamente porque, si no, la bicicleta se cae, y llega el sentimiento de culpa si paras. Cualquier artista te dirá lo mismo. La música se ha vuelto muy dependiente de las redes sociales y estas nos exigen estar creando contenido todo el rato, porque si no el algoritmo te penaliza. Fíjate, Vetusta Morla se ha retirado un año y ha hecho un comunicado como si eso fuera algo extraordinario. Hace 30 años, que un artista parara uno, para pensar, para oxigenarse, sería lo lógico. Pero eso ya no existe, no te lo permite la dinámica. Hay que estar continuamente alimentando el algoritmo.

Hablando del paso del tiempo. ¿Cómo lleva el tener hijos pequeños y padres mayores?

Hay una especie de desamparo que te sobreviene cuando cambian los roles y te toca cuidar de tus padres, que te han cuidado y te han contenido. Los argentinos lo llaman ”contención”, y es bonito: ese contenerte cuando te desbordas de los padres. Pero, de repente, cambian los roles y creo que alcanzar la madurez consiste en eso, en enfrentar ese desamparo con arrestos. Es un cambio muy profundo de mentalidad, estoy en ello.

¿Qué ha heredado de su padre, el periodista Rodolfo Serrano? ¿Sus canciones son crónicas?

Absolutamente: soy un tipo obsesionado con los relatos. La vida misma es la búsqueda de un relato propio que contar. Además, para escribir una canción necesito un titular: saber de lo que quiero hablar. Cada vez más, la letra me pide la música.

“Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde”, escribió Gil de Biedma. ¿Usted lo comprendió antes?

He sido siempre un tipo serio. Ellis Murphy dijo que para ser joven de mayor hay que ser viejo de joven, y yo voy por ese camino.

¿Cómo va a interpretar Sinfónico en directo? ¿Lleva la orquesta a cuestas?

Trabajaré con orquestas locales. Es muy laborioso: tienes que ir unos días antes, ensayar, acoplarte con los músicos, empastarlo todo. Es un quebradero de cabeza y va a salir muy caro, pero, bueno, los homenajes lo merecen.

[Aquí acabó la entrevista, pero, al salir del sótano donde charlamos, ambos nos enteramos, cada uno por nuestro lado, de la dimisión del político de izquierdas, Íñigo Errejón, acuciado por denuncias de acoso y violencia machista. Al día siguiente, le pregunto por teléfono al respecto y me responde desde la furgoneta que le lleva a un bolo en Badajoz].

¿Cómo se queda con lo de Errejón?

Es terrible. Lo más importante es acompañar y dar amparo a las víctimas. Los partidos, como tantas instituciones, deberían tener protocolos claros para actuar en casos así de manera inmediata. ¿Cómo se puede decir “esto se sabía”? Es todo tan desolador, tan turbio y tan sórdido que me llena de melancolía.



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