Junius_Rau
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Irene Vasco (Bogotá, 72 años) llega a los talleres de promoción de lectura y escritura con una varita mágica en la mano que le sirve para encantar al público, pero la magia está en ella: una mujer enérgica que, con voz apacible, ha sabido proponer viajes a la alegría de leer a lo largo y ancho de todo el país. Los participantes, que se quedan con el hechizo inoculado, pueden ser niños y niñas de una institución educativa en Bucaramanga, adolescentes infractores que se enfrentan al trabajo comunitario en Bogotá, maestros de escuela en los Montes de María o en el Magdalena Medio, madres cuidadoras de una vereda lejana de Nariño o del Cauca, o bibliotecarios espontáneos que enseñan a leer y prestan libros en algún pueblo del Caribe colombiano.
Por ese trabajo de promoción de lectura, el de alguien que hace antojar a los demás de acercarse a otras narraciones del mundo, Irene Vasco obtuvo este año un premio que aplaude su labor de tres décadas. Se trata del IBBY-iRead, que le entregaron en agosto en Trieste (Italia), y que concede una suma significativa para apoyar un proyecto de promoción de lectura apadrinado por ella. No dudó ni un segundo en escoger la biblioteca La Alegría de Tolú (Sucre), que pertenece a la comunidad nativa de las playas de El Francés y de la que ella ha sido entusiasta, compañera y fundadora desde el año 2000. Con el dinero del premio, los vecinos, encabezados por Carmen Antonia Ozuna, a quien siempre nombra y agradece por su valentía y compromiso, remodelarán la biblioteca para que siga siendo un lugar de encuentro con la literatura y un espacio para reunirse entre generaciones y pensarse como comunidad.
Promover la lectura comenzó para ella en los noventa, cuando abrió en Bogotá una librería para públicos infantiles y juveniles. “Yo tenía que conquistar a los lectores, decirles ‘este es el libro para ti’, hacer que confiaran en mí y que volvieran a comprar más libros”, rememora desde El Retiro (Antioquia), al que esta vez la invitaron a conversar en la Feria del Libro.
La librería se quebró, pero a ella y a sus socias les quedaron maravillosas colecciones que sirvieron para orientar los proyectos de bibliotecas populares en todo el país. “Comenzaron a invitarme a Medellín al programa de bibliotecas de Comfenalco: yo iba a las comunas y allí, en vez del público de la librería, me encontraba con masas de niños y jóvenes que me hicieron afinar mis herramientas de promotora de lectura”, recuerda. Fue, entonces, cuando apareció el instrumento de madera o metal, de colores o adornado con cintas y brillos, que es la varita mágica para encantar a futuros lectores.
“La vida me fue llevando por aquí, por allá, a comunidades indígenas, a pueblos muy afectados por la violencia, a zonas rurales a las que hay que llegar en bote o en mula, mejor dicho por todo el país”, dice Vasco, y abre la puerta a otra faceta de su vida: la de escritora de más de 40 libros literarios para niños y jóvenes, porque de todos esos viajes que ha hecho al corazón de Colombia se ha nutrido para crear cuentos, novelas y libros informativos, de los que también conversa en sus talleres y conferencias de promoción de lectura.
Por su trayectoria como escritora obtuvo este año, por unanimidad, el XX Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil, que recoge en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México). Conjuros y sortilegios, Mambrú perdió la guerra, Mis 130 apellidos, Jero Carapálida y el guardián de las cosas perdidas, y El último vuelo de Hortensia son algunos de los títulos de Irene Vasco, que la sitúan como una de las más importantes autoras de literatura más allá del continente.
Las historias que escribe están ligadas a sus experiencias, a sus lecturas y al criterio que se ha formado desde que conoció y se enamoró de la literatura: aquellas vacaciones familiares de 1967, cuando devoró el recién publicado Cien años de soledad y quedó hechizada con la magia de imaginarse lo real. Han pasado décadas desde entonces y ríos de letras han corrido por la vida de Irene Vasco cuyo sueño, confiesa a viva voz, es “abrir bibliotecas con colecciones de libros maravillosos que les den esperanza y ganas de hacer y de soñar a todas las personas”.
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Por ese trabajo de promoción de lectura, el de alguien que hace antojar a los demás de acercarse a otras narraciones del mundo, Irene Vasco obtuvo este año un premio que aplaude su labor de tres décadas. Se trata del IBBY-iRead, que le entregaron en agosto en Trieste (Italia), y que concede una suma significativa para apoyar un proyecto de promoción de lectura apadrinado por ella. No dudó ni un segundo en escoger la biblioteca La Alegría de Tolú (Sucre), que pertenece a la comunidad nativa de las playas de El Francés y de la que ella ha sido entusiasta, compañera y fundadora desde el año 2000. Con el dinero del premio, los vecinos, encabezados por Carmen Antonia Ozuna, a quien siempre nombra y agradece por su valentía y compromiso, remodelarán la biblioteca para que siga siendo un lugar de encuentro con la literatura y un espacio para reunirse entre generaciones y pensarse como comunidad.
Promover la lectura comenzó para ella en los noventa, cuando abrió en Bogotá una librería para públicos infantiles y juveniles. “Yo tenía que conquistar a los lectores, decirles ‘este es el libro para ti’, hacer que confiaran en mí y que volvieran a comprar más libros”, rememora desde El Retiro (Antioquia), al que esta vez la invitaron a conversar en la Feria del Libro.
La librería se quebró, pero a ella y a sus socias les quedaron maravillosas colecciones que sirvieron para orientar los proyectos de bibliotecas populares en todo el país. “Comenzaron a invitarme a Medellín al programa de bibliotecas de Comfenalco: yo iba a las comunas y allí, en vez del público de la librería, me encontraba con masas de niños y jóvenes que me hicieron afinar mis herramientas de promotora de lectura”, recuerda. Fue, entonces, cuando apareció el instrumento de madera o metal, de colores o adornado con cintas y brillos, que es la varita mágica para encantar a futuros lectores.
“La vida me fue llevando por aquí, por allá, a comunidades indígenas, a pueblos muy afectados por la violencia, a zonas rurales a las que hay que llegar en bote o en mula, mejor dicho por todo el país”, dice Vasco, y abre la puerta a otra faceta de su vida: la de escritora de más de 40 libros literarios para niños y jóvenes, porque de todos esos viajes que ha hecho al corazón de Colombia se ha nutrido para crear cuentos, novelas y libros informativos, de los que también conversa en sus talleres y conferencias de promoción de lectura.
Por su trayectoria como escritora obtuvo este año, por unanimidad, el XX Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil, que recoge en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México). Conjuros y sortilegios, Mambrú perdió la guerra, Mis 130 apellidos, Jero Carapálida y el guardián de las cosas perdidas, y El último vuelo de Hortensia son algunos de los títulos de Irene Vasco, que la sitúan como una de las más importantes autoras de literatura más allá del continente.
Las historias que escribe están ligadas a sus experiencias, a sus lecturas y al criterio que se ha formado desde que conoció y se enamoró de la literatura: aquellas vacaciones familiares de 1967, cuando devoró el recién publicado Cien años de soledad y quedó hechizada con la magia de imaginarse lo real. Han pasado décadas desde entonces y ríos de letras han corrido por la vida de Irene Vasco cuyo sueño, confiesa a viva voz, es “abrir bibliotecas con colecciones de libros maravillosos que les den esperanza y ganas de hacer y de soñar a todas las personas”.
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