Iker Karrera, el coreógrafo sin pretensiones que triunfa tanto en el teatro más exquisito como en las redes sociales

Kaylin_Cormier

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Los trabajos de Iker Karrera (Hondarribia, 39 años) parecen haber encontrado ese santo grial de las artes escénicas por el que la calidad de un espectáculo (a muchos niveles) y que le guste al gran público (grande de verdad, agota entradas y acumula seguidores y ‘me gustas’ en las redes sociales como una pop star) conviven en un encuentro coordinado y feliz. La falta de solemnidad y misticismo de su discurso, también el hablado, que es directo, cercano y terrenal, casa a la perfección con la accesibilidad de sus obras.

En su trayectoria figuran espectáculos de sala, coreografías para musicales como Mamma Mía! y The Book of Mormon o películas como Voy a pasármelo bien, de David Serrano. Obras de videodanza como Heartache, una pieza de tres minutos que acaba de recibir el premio especial del jurado en el San Francisco Dance Film Festival y se ha proyectado en la Selección Oficial del Dance On Camera Festival, en el Lincoln Center de Nueva York. Además, acumula miles y miles de visitas en diferentes canales de difusión.

O su participación en la última edición del programa de televisión Fama ¡a bailar!, como profesor, primero, y director, después. Y en toda esta amalgama no hay lugar para la riña ni los compartimentos estancos. “Soy la misma persona que hace una y otra cosa. Y la verdad, no entiendo eso de separar la danza. Es verdad que el público puede ser muy distinto, eso sería lo interesante para trabajar”. De hecho, cuando participó en Fama ¡a bailar! llevó a compañías de vanguardia como Kor´sia para que mostraran uno de sus trabajos y a coreógrafas como la prestigiosa Teresa Nieto para dar una charla. “Creo que esta interacción entre mundos dancísticos es lo interesante. Mira Madonna, que ha sido tan lista como para llamar a Damien Jalet a que le coreografíe varios números musicales de su gira”. Jalet es en la actualidad uno de los coreógrafos más reputados en grandes coliseos internacionales.


Karrera se manifiesta igual de próximo que sus trabajos: “A veces me sorprende y desde luego no es algo buscado. Solo hago lo que me gusta y me provoca interés, sin pretensiones. Luego adquiere un tono, el espectáculo cuenta cosas por sí solo y puede trascender para nuevas lecturas que se aportan desde fuera. Pero cuando empezó a gustar mi trabajo desde el principio, me di cuenta de que quizá en la danza contemporánea se necesitaba este tipo de fusión de estilos”.

La mezcla disciplinaria en la danza contemporánea no es ninguna novedad. Son décadas de investigación y maridaje artístico. Pero sí lo es algo más el poner a respirar juntas la danza jazz y moderna (que viven sobre todo en el formato de teatro musical) y la contemporánea. “Cuando aún no me había acercado a la danza contemporánea la veía como algo cerrado, de códigos muy estrictos y con una gran carga intelectual”, explica. “Luego entendí que los parámetros también pueden ser otros y la danza contemporánea me permitió entender mejor y de manera más seria mi profesión y comprometerme de verdad con ella”.

Iker Karrera, en el Centro Conde Duque, en Madrid.

En el formato de piezas escénicas, Karrera zarandeó el panorama con una de apenas 13 minutos para formato de calle y sala que tuvo más de 60 actuaciones en 2016, año en que se mostró. Se trata de #7fm, un dúo interpretado por Carla Diego y Raymond Naval, quienes siguen trabajando con Karrera en producciones posteriores, y que se representó sin descanso en festivales y espacios nacionales e internacionales, provocando ovaciones y oxitocina a partes iguales. Es algo que trasciende más allá de sus espectáculos, un impulso a moverse en el asiento o al final del espectáculo en alguna disco cercana en la que soltar la dopamina acumulada. Y aunque no hay fórmula mágica, sí se identifican un par de elementos fundamentales en el resultado: un rico, interesante y particularmente propio vocabulario corporal, resultado de esa fusión entre danza contemporánea, funky y jazz, que juega de manera muy clara con la música, marcando acentos muy claros y tan reconocibles como sorprendentes, y el propio uso y elección de la música (electrónica en su mayoría, también temazos con voz y letra como el Koop island blues de su vídeo danza), que te hace querer sacar el Shazam (aplicación para identificar temas) para no olvidarlos.

“La música electrónica es la que me gusta y la que, como espectador, me coloca en un estado muy activo que no me permite desconectar ni relajarme de lo que pasa en escena”, cuenta. “Y la aprovecho un montón. Me aporta sensaciones e imaginario. No trabajo con atmóferas o espacios sonoros, algo más habitual en la danza contemporánea”.


Desde este viernes hasta el domingo, Karrera presentará en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid The room where it happens, tercera producción de su variada trayectoria (la cuarta, si se tiene en cuenta Table for one, un encargo para la compañía americana L.A. Contemporary Dance Company, gracias al programa Spain Dances, del Departamento de Cultura de la Embajada Española en Washington). Un trabajo para cinco intérpretes que cuenta con música original de Alex Aller y plantea un frenético viaje por las vidas, igual de frenéticas, que llevamos al amparo de las redes sociales. “En un principio quería hablar de la muerte y de las emociones que solemos vivir en soledad cuando la sufre alguien cercano. Pero acabé interesándome más por cómo se ocultan esas emociones y todo lo que hacemos para guardarlas bien dentro, en un mundo hiperinformado, de mucha exposición e hiper sexualizado”, declara.

Aunque se inició en la danza relativamente tarde, pues tenía 18 años cuando empezó a formarse de manera más seria en Madrid, primero en danzas urbanas, jazz y moderna, después en danza clásica y contemporánea mientras estudiaba Comunicación Audiovisual por las mañanas, su vida ha permanecido ligada a esta disciplina desde los tres años. Su madre fundó una escuela en Hondarribia, la Pilar Peña Academia, y allí se pasaba las horas viendo clases de iniciación y avanzado de esto y lo otro. En la actualidad, dirige su propia escuela junto a Fernando Lázaro, Danza 180º, repleta de alumnos, en su mayoría jóvenes, ávidos por una formación diferente y de calidad. “La escuela surgió de una manera muy modesta. Sin pretensiones ni expectativas. Fernando Lázaro y yo trabajamos en otro centro y veíamos que nuestra manera de enseñar funcionaba y gustaba. Así que decidimos montar nuestro proyecto”.

Karrera, en el Centro Conde Duque en Madrid.

Sus clases, cuenta, son la principal fuente para crear sus propias coreografías. “Me proporcionan un material que luego puedo deconstruir y moldear, pero que me permite arrancar las creaciones desde un lugar concreto y enriquecer el vocabulario. No soy de poner a improvisar a los bailarines, aunque luego cada uno de ellos aporte cosas”.

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