‘Hunt. Caza al espía’: el protagonista de ‘El juego del calamar’ funde en su debut política, espionaje y acción

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27 Sep 2024
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Un reportaje en El País Semanal estas mismas Navidades daba cuenta del furor coreano que vive Occidente en materia de entretenimiento y cultura pop. Tras el triunfo en los Oscar de Parásitos, y aún más después de su taquillazo en medio mundo, y el extraordinario éxito televisivo de El juego del calamar, sumados a ciertos fenómenos musicales, todo lo que huela a Corea del Sur parece que puede llegar a traducirse en gloria y dinero. Difícilmente será el caso del estreno en cines de Hunt. Caza al espía, pese a ser una película estimable, y por mucho que su director y cabeza de reparto sea Lee Jung-jae, protagonista de El juego del calamar. Esto es cine político y, como se solía decir en el Hollywood clásico, amenaza de veneno para la taquilla.

Política, espionaje y acción se funden en el debut de Lee como director. Ambientado en los primeros años ochenta, después del golpe de estado militar del general Chun Doo-hwan, mandatario represor del país hasta 1988, Hunt relata una época de confusión representada por una evidente falta de libertades, manifestaciones sociales en defensa de los derechos civiles, acercamiento a Estados Unidos durante la presidencia de Ronald Reagan, con un evidente interés en dominar la región a través de su influencia política y militar, concesión de los Juegos Olímpicos a Seúl para 1988 y, por supuesto, una silenciosa batalla de espionaje con el Norte comunista. Antes de su expansión económica posterior, Corea del Sur era una presunta democracia con un partido único que, naturalmente, ganaba las elecciones, y esas tentaciones dictatoriales, más tarde confirmadas, se muestran de soslayo en la película.

La situación del país, entre la amenaza de una invasión comunista por el Norte, una guerra abierta con sus vecinos, o incluso la posibilidad de una quimérica reunificación pacífica, supone buena parte del interés de Hunt. Sin embargo, la esencia de su relato no está tanto en las alturas como en la rivalidad personal e ideológica entre los dos encargados del aparato de seguridad del país, conocedores de la existencia de un espía norcoreano en sus filas, perseguidores de la trama y, al mismo tiempo, sospechosos para el espectador de que cualquiera de los dos podría ser el topo. Y es en ese sentido cuando surgen situaciones en las que la película se pone demasiado gruesa en materia de guion: la pelea física entre ambos en los pasillos de un organismo oficial; o el mismo desarrollo de personajes y sus motivaciones, como mínimo, harto discutibles.

Lee juega por un lado a la altura dramática y política, y por otro al entretenimiento comercial. Pero esa indecisión acaba por perjudicar a Hunt, con muy buenos momentos de acción en su puesta en escena, punteados musicalmente por una machacona e infame banda sonora que huele a convencional producción de tralla y metralla.

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