El psicólogo, Daniel Kahneman solía recordar la siguiente anécdota en sus conferencias. En 1942 era un niño de ocho años y vivía en un París ocupado por los nazis. Una tarde, jugando en casa de un amigo, se retrasó al volver a la suya y tuvo que hacerlo durante el toque de queda, lo que le ponía en riesgo pues, como sugiere su apellido, era judío. Él, recordando las advertencias de su madre, dio la vuelta a su jersey para ocultar la estrella de David que estaba obligado a coser en la ropa y, de ese modo, trató de pasar invertido, pero en el camino se cruzó con un soldado de la SS, sabiendo lo que eso implicaba. Cuando el soldado se situó a su altura, de repente le alzó en brazos y le abrazó emocionado, mientras abría su cartera para mostrarle la foto de un niño, seguramente su hijo. Quien conseguiría el Premio Nobel contaba que tratar de entender la mente de aquel soldado, y la de otras muchas que se escapan de lo preconcebido, le llevó a licenciarse en psicología. "Las personas tienen propensión a interpretar sus propias creencias como si fueran realidad", argumentaba uno de los pensadores más brillantes de los últimos años, afanado en explicar con claridad y pedagogía los comportamientos humanos.
Las personas tienen propensión a interpretar sus propias creencias como si fueran realidad
Me he acordado de esta historia al reconocer mi saturación de malas noticias y el hastío de tantos pronósticos catastrofistas alrededor. ¿Existen motivos reales para sentirnos en estado de alerta continua? No. Existe incertidumbre o lo que es lo mismo… la contingencia de la propia vida. Que nuestro cerebro esté programado evolutivamente para priorizar las amenazas, enfocándonos en lo negativo, no implica que a estas alturas sigamos doblegados ante ese sesgo porque podemos entrenar la mente.
Kahneman explicaba que una de las limitaciones por las que no pensamos con mentalidad de abundancia son los atajos cognitivos que simplifican el proceso en la toma de decisiones y que usamos cada vez que tenemos que interpretar lo que sucede. Sin embargo, la ciencia nos recuerda que, si cultivamos una mentalidad de abundancia, mejoramos nuestra salud mental y, con ella, nuestro bienestar. Uno de los pilares para desarrollarla es la curiosidad. El hábito de buscar lo positivo empieza por descubrir los "mensajes de abundancia" que la vida nos ofrece, desde avances tecnológicos (hoy Google ha presentado un chip cuántico más avanzado que cualquier superordenador), hasta pequeñas acciones de bondad que vemos en nuestro trabajo o historias de superación que inspiran.
Las limitaciones por las que no pensamos con mentalidad de abundancia son los atajos cognitivos
Mi amiga Silvia me ha enviado una foto desde Alemania junto a una pareja americana. Conocimos al matrimonio hace un año durante un crucero por el Danubio y conectamos enseguida; al regresar a Miami, a ella le diagnosticaron un cáncer y en este tiempo Silvia ha estado intercambiándose mensajes, animándola en su recuperación. Un año después, y habiéndolo superado, la pareja ha deseado encontrarse con Silvia por sorpresa para agradecer el cariño de una desconocida. Nunca sabemos la huella que dejamos en los demás si nuestra aproximación nace desde la curiosidad genuina, desde un interés humano carente de juicio.
Nuestra aproximación nace desde la curiosidad genuina, desde un interés humano carente de juicio
Si en lugar de enfocarnos en los problemas que exploramos, por ejemplo, las tecnologías que nos conectan y permiten que enfermedades antes incurables estén siendo tratadas con éxito, o que cada vez más países, empresas y personas se comprometen con prácticas sostenibles. Desde la reducción de plásticos al uso de energías limpias, qué movimientos sociales promueven la inclusión, la equidad y la solidaridad… si nos enfocamos en todo lo que nos recuerda, que unidos superamos los mayores desafíos. Sostener una mentalidad de abundancia no significa que usemos unas gafas de color rosa, sino comprometernos con la curiosidad para que ella identifique lo mejor de lo que hay, facilitando pequeños cambios en nuestra vida. Por ello te propongo cuatro acciones para que adoptes la abundancia en tu día a día:
- Practica el agradecimiento: Cada mañana, o cada noche, escribe en un papel 3 cosas por las que te sientas especialmente agradecida. Hazlo a mano y en un cuaderno que te permita releer lo que vas anotando a diario. Se trata de un acto sencillo que entrena tu mente hacia lo positivo.
- Busca historias inspiradoras. Haz que tu curiosidad explore noticias o proyectos que suelen quedar relegados en los medios que hablen de avances científicos o grandes logros humanos. O de simples historias personales que merecerían ser replicadas.
- Rodéate de personas positivas porque la energía positiva es contagiosa. Aléjate de los agoreros y de los cenizos; tu tiempo es valioso, elige con quien compartirlo. Busca personas que también busquen lo mejor en el mundo.
- Cuestiona la negatividad en ti. Cada vez que te enfrentes a un pensamiento negativo o de carencia, pregúntate si hay otra manera de ver esa situación, si podrías observarlo desde un ángulo más positivo.
Si adoptas una mentalidad de abundancia y curiosidad, no solo transformas tu visión del mundo, también inspiras a quienes te rodean.
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