schaden.bryce
New member
- Registrado
- 27 Sep 2024
- Mensajes
- 54
Una semana antes de que lo hiciera el Congreso de Diputados español, la Asamblea Nacional francesa debatió solemnemente la tragedia ocasionada por la DANA en el Levante español. El diputado Vojetta, en una sentida intervención homenajeo al pueblo español, calificándolo de herido y admirable, y resaltando su enorme y ejemplar solidaridad. Cuando esto ocurrió, nuestra Cámara de representantes tan solo había sido convocada para repartirse el botín de RTVE y alegar desde la izquierda que los diputados no estaban para achicar agua.Recién regresado de su visita a la India, Sánchez sólo había tenido tiempo para añadir su imprescindible voto telemático a la mayoría justa que consagró la toma del ente público. Ante la espectacularidad trágica del desastre, el presidente del Gobierno convocó un comité de crisis, cuyas conclusiones y trabajos fueron tan opacos como aquel comité de expertos de la pandemia del Covid, y ofreció al presidente valenciano toda clase de ayudas indeterminadas, mientras el ministro de Interior francés Reitailleau se lamentaba de que España no aceptada la ayuda ofrecida por Francia y por Europa.La ministra Robles escatimaba el envío del Ejército porque «no es su misión arreglarlo todo» decía, olvidando aquello de que en Marruecos debía estar «desde el primer minuto». La vicepresidenta responsable de los cuencas hidrográficas y de la Aemet estaba desaparecida y el presidente Sánchez olvidaba su obligación de intervenir, sin necesidad de peticiones para ello, «cuando se produzcan alteraciones graves como catástrofes, desgracias públicas, inundaciones, paralización de servicios esenciales», decretando el estado de alarma a tenor de la ley de 1 de junio de 1981 y la emergencia activando el sistema nacional de protección civil, con arreglo a la ley de 9 de julio de 2015.Todo ello ha puesto de manifiesto el claro divorcio de la clase política con el pueblo que dice representar. La construcción de muros que Sánchez se empeñó en levantar para dividir a los españoles ha saltado por los aires porque, como muchos veníamos insistiendo, España no es así. Salvo unas minorías extremas que ya están enfangando la convivencia, los españoles no estamos enfrentados en bloques irreconciliables por mucho interés que en ello hayan puesto políticos mezquinos y sectarios.Heroico y admirable, calificó la Asamblea francesa al pueblo español. Y así se ha comportado una vez más, mientras que, de nuevo, algunos vampiros del abrevadero público buscan como carroñeros la forma de extraer rédito político de la desgracia. Como dijo el diputado francés Stephan Vojetta «los españoles se escandalizan ante los fallos de sus poderes públicos a causa de una descentralización mal controlada», resultando vomitiva la obsesión de buscar réditos políticos contra el adversario, cuando todos son culpables en mayor o menor grado ante una desgracia en la que «nadie podía prever la magnitud de lo ocurrido», según palabras del jefe de la UME.Porque esta es la cuestión fundamental. Hemos descentralizado la gestión pública para acercarla al ciudadano. Y cuando el ciudadano necesita la urgencia de una atención vital, los políticos se escudan en competencias delegadas o no y en pretextos miles, pensando en atribuir el posible revés de su incompetencia a otro más incompetente aún. No es aceptable que crezca sin cesar el gasto público y la multiplicidad de organismos y empleados, y el ciudadano se vea desprotegido cuando una desgracia desborde la tragedia. Una calamidad como la vivida ha puesto de manifiesto ese mal endémico de la política española que ve en la clase dirigente a una colección de «trepadores sin más propósito que obtener ganancias y colocar parientes» según denunciaban nuestros clásicos.La batalla política ahora, mientras el pueblo solidario demuestra que merecería mejor suerte, consiste en ver quien carga con el marrón del desastre. Mazón estuvo desbordado y desconcertado ante una tragedia para la que ni tenía medios, ni funciones ni capacidad. Sánchez se mantuvo a la expectativa, como si quisiera ver quemarse a su adversario, pero suya es la responsabilidad máxima por no haber adoptado las medidas extraordinarias necesarias ante la envergadura de la catástrofe.Mientras la mezquindad política hurga y manipula para eludir responsabilidades, al hombre de a pie le importa encontrar a los desaparecidos, sobrevivir al barro y a la intemperie, despejar carreteras, reconstruir daños, recuperar infraestructuras, recibir las ayudas prometidas y recuperar un espacio vital para los suyos. Y ante estas demandas producen náuseas las ventajistas lecturas de algunos políticos.Una prestigiosa fiscalista se lamentaba recientemente de cómo se dilapida el dinero público expresando «la rabia, la impotencia y la desolación con las cosas que han pasado y que, con un mejor empleo de nuestros recursos públicos quizá, probablemente, se hubieran podido, si no evitar del todo, al menos sí paliar». En román paladino, menos enchufes, menos gastos improductivos y más infraestructuras, más previsiones y mejor gestión del dinero de todos. Es lo que merece un pueblo herido integrado por gente heroica y admirable que contempla abochornado la miseria de unos políticos buscando la culpa en el adversario.SOBRE EL AUTOR LUIS MARÍN SICILIA Notario
Cargando…
www.abc.es