Henar Álvarez, las mujeres también gritan

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"Algún día este programa tendrá un presupuesto de 14 millones de euros. Porque yo el techo de cristal no lo quiero romper, lo quiero comprar". Así empieza Henar Álvarez su late show que estrena este domingo RTVE Play. Tras veinte años, por fin una mujer vuelve a tener un late show propio en una televisión generalista en abierto. Ha llovido. Ha nevado. Ha erupcionado un volcán. Hasta ha pasado una pandemia. Parece increíble. Las mujeres al magacín matinal, si eso.

Eso sí, de momento, un late show en plataforma. Eso sí, un late show semanal. Pero un late show con mesa. Como Motos, como Broncano, como Wyoming, como Buenafuente, como Letterman, como Carson. "¿Os habéis fijado que a las mujeres siempre nos ponen en saloncitos?", reflexiona Henar en su comienzo del programa. Es verdad, hasta Ellen DeGeneres tenía dos sillones. Ella, ha pedido a los de RTVE Play tener la mesa más grande. Y se la han puesto, con trono. Porque parece que siempre que un show de entretenimiento es presentado por una mujer debe atesorar un hogareño rincón con sofacitos donde poder enseñar las piernas. Y el tacón, claro. O directamente donde reducirse a lo doméstico, como hábitat natural.

Así leído, puede dar la sensación de que este programa va más de reivindicación que de risa. Uno de los problemas de nuestro tiempo: las buenas intenciones se confunden con la imposición que da turra. Pero no, Al cielo con ella, que así se llama este programa, es un punto de encuentro de comedia pura. Y, como los grandes programas cómicos, el espectáculo te deja pensando desde la carcajada compartida. Esa que da regustillo, que no quieres que se acabe.

Con la risa se pueden decir verdades que en otro tono son más difíciles de verbalizar. Con la risa surge la complicidad que casi todo lo permite. Con la risa todo entra mejor. De eso también charlan en el programa de estreno con su primera invitada estelar, Elvira Lindo. Que incluso se lo cuestiona. Qué importante es dudar para crecer. De hecho, la risa puede abrirnos camino y, a la vez, molestarnos. Como esa madre que te dice lo que has fallado, la discutes con cabezoneria y, luego, te percatas que tenía razón. Aunque jamás reconozcas que tenía razón.

Los roles están demasiado claros en una sociedad en la que nos han marcado desde pequeñitos hasta cómo nos podemos reír dependiendo de nuestro sexo. Es evidente, las mujeres sufren más dificultades a la hora de transgredir las normas o ejercer la ironía en determinados temas. Son juzgadas por un rasero distinto a los hombres. De hecho, una de las críticas que recibirá Henar por este programa está en su manera de presentar. Dirán, "grita mucho". Ya me lo han dicho algunos compañeros de la prensa. Porque las mujeres no gritan, hemos interiorizado que son mejores cuando susurran. Algunos encima las intentan pulir en un plató, pues somos muy de intentar cambiar a las personas. Por eso mismo, la tele ha vivido una sangría de audiencia hacia ninguna parte en estos años. Porque no se ha entendido que las imperfecciones suelen ser lo que nos hace especiales, únicos, singulares. O lo que algunos ven como imperfecciones. Que es bien diferente.

Mayra Gómez Kemp se reía al presentar y cortaban su risa en sus inicios profesionales. Las chicas no eran finas riéndose. En cambio, Antonio Ozores hablaba muy rápido, no se le entendía nada y se aplaudía su cualidad. Era su sello irrepetible. Con Henar debería pasar lo mismo. Pero a las mujeres a estas alturas aún las sentenciamos si hablan con la voz más alta. Como consecuencia, Henar recibirá menos oportunidades de las que han dado a otros cómicos que siempre están con o sin audiencia. Pero ahora la mirada de Henar es más que necesaria: enriquece una televisión con una rapidez de reflejos que primero nos descoloca y, después, nos enseña otras perspectivas de la vida.

En este sentido, Al cielo con ella no se queda en la entrevista al famoso típico que da clics de audiencia instantánea y da espacio a las historias de personas anónimas. Lo hace acercándonos de tú a tú a cotidianidades que no siempre se ven sin condescendencia en la pantalla de un show.

Henar representa a esa pandilla nacida en los ochenta y en los noventa que está intentando poder ejercer, por fin, un intercambio generacional demostrando que se pueden recuperar y sumar audiencias perdidas haciendo las cosas de otra manera. Dentro y fuera del plató. Una generación que se reivindica desde la alegría que baila, que canta, que celebra. La alegría que prefiere intentarlo a quedarse con las ganas eternas. La alegría que comparte emociones sin tener miedo a que le llamen flojo. La alegría que está en la calle y que, también, debe estar en la tele. La alegría que queda en la memoria porque no es vacía. Al contrario, está empapada de ideas, de ideales, de las ilusiones que motivan porque se creen que pueden cambiar el mundo (a mejor) si es con la fuerza de las risas compartidas.

 

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