‘Helldivers 2′: cuando la comunidad se revela y tuerce el brazo de una gran compañía

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Helldivers 2 es uno de los grandes éxitos del año. La obra, para PS5 y PC y que llegó al mercado en febrero, es un juego como servicio: es decir, requiere de una suscripción mensual para poder jugarlo. Ambientado en un futuro distópico, propone a una humanidad enfrentada a dos facciones enemigas: los robots y los insectos gigantes (Starship Troopers es uno de sus grandes referentes estéticos). El juego ha superado los 10 millones de unidades (además de los ingresos mensuales), y su modelo de micropagos no es especialmente lesivo para el jugador. Es decir, es un título que muestra cómo debe ser un juego online en un contexto en el que varios de los últimos juegos como servicio de gran presupuesto (de Skull and Bones a Suicide Sqad) han resultado un fracaso. La desarrolladora (Arrowhead Game Studios), la distribuidora (Sony, también dueña de la propiedad intelectual) y los jugadores estaban contentos y celebraban un juego entretenido como pocos.

Pero no todas las fiestas duran para siempre. De repente, ocurrió algo inesperado. Muchos de los usuarios del juego no habían leído la letra pequeña del acuerdo de uso que el jugador firma al empezar su periplo en el juego (vamos a ser sinceros: ninguno, ni de este ni de ningún otro juego). Generalmente, esos acuerdos hablan de recopilación de macrodatos y demás cosas abstractas, y los jugadores suelen pulsar “OK” sin mayores miramientos. En el caso de Helldivers 2 había mucha palabrería abstracta, pero también algo muy concreto: en ese contrato se especificaba que los jugadores debían crear una cuenta de PlayStation (o vincularla al juego, si ya la tenían creada) para poder jugar. Como no era (en un principio) algo obligatorio, muchos no lo hicieron, y pudieron jugar sin más.

Pero el 6 de mayo, de repente, quienes no tenían creada y vinculada esta cuenta, ya no pudieron entrar. Vincular cuentas no es algo nuevo. Es algo, de hecho, muy normal en el mundo de los videojuegos. Molesta, fastidiosa, incómodamente normal: una de las más enervantes consecuencias de la perpetua conexión a internet que hoy en día piden casi todos los títulos es esta vinculación con cuentas corporativas (Microsoft, Ubisoft, EA, Rockstar…) que muchas veces se nos exige para poder jugar a un juego, con el consiguiente trajín de contraseñas que acarrea. No es nuevo, decíamos, pero la comunidad tenía recelos de los servidores de Sony (que han sufrido varios hackeos). Se sumaba, además, algo más grave: en 177 países no existe la posibilidad de crear una cuenta de PlayStation Network, por lo que muchos jugadores no tenían posibilidad de jugarlo más.

El boicot ha sido total. De ser uno de los juegos con mejores puntuaciones del año ha caído por el review bombing de los usuarios. Muchos solicitaron el reembolso del dinero en la plataforma online Steam. El juego, hasta entonces un éxito rotundo, fue enterrado en el cementerio digital de tal modo que Sony tuvo que reconocer la alarmante pérdida de jugadores. Y reculó. En un comunicado, la compañía explicó que había escuchado a la comunidad y que ya no será obligatorio crear una cuenta y vincularla.

En fin. Hay que decir que no, que no es tan grave tener que hacerse una cuenta. Pero la falta de información al principio y el hecho de que los jugadores sientan que las compañías (en general) hacen con ellos lo que quieren con absoluta falta de transparencia, han convertido Helldivers 2 en una especie de gota que colma el vaso. A la postre, la lucha cooperativa que el juego propone dentro de su propio mundo ejemplifica a la perfección la forma en la que los usuarios se han unido. Quizá no era la batalla más legítima (lo que hizo Sony no era, en puridad, algo tan terrible), pero es importante que la comunidad muestre que puede cooperar para enfrentar unida las grandes batallas. Ya sea para librar un planeta de insectos gigantes o para torcer el brazo de una empresa gigantesca.

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