deborah.kuphal
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Veo que de nuevo se apareja la noche de Halloween como si esa fecha nos importara. Halloween es una celebración extranjera , que aquí ya viene pillando mucho auge, cruzando la tontuna de esnobismo, o al contrario. Hoy, todo lo que no importa nos importa muchísimo, mayormente si viene en inglés, y promocionado por el abecedario del móvil. Ya me dirán ustedes por qué nos concierne aquí una noche de brujas a fecha fija, según el calendario de tradición anglosajona, o norteamericana, que es de donde procede el show. Pero nos ha dado por celebrar Halloween , como si fueran los Sanfermines, o las Fallas, o todo junto. Halloween se está volviendo tan nuestro como la paella, y yo, en lugar del Gobierno, hasta me pensaría la prohibición, ahí junto a los hojaldres de cacao nocivo, o el trajín insomne de las odaliscas. Me importa este fenómeno porque ha incorporado a nuestra tradición una fecha festiva sin tradición alguna, entre nosotros, no sé si recordando o bien olvidado aquello de que «la tradición es la democracia de los muertos». En España ya tenemos, prácticamente a diario, noches de brujas, así en general, y celebramos el día de los difuntos, tan nuestro, con recogimiento antiguo y un ramo de rosas de silencio. Al cementerio ya va poca gente, o la gente justa, pero ya estoy viendo mucho disfraz de novias de Frankenstein para el mundo, desde las redes sociales, que llegan tan lejos, sin salir de casa. Le hemos pillado gusto a esto de Halloween, quizá porque nos embelesa el carnaval en horas extra, cuando no hay tiempo de carnavales. El español, o la española, son clientela masiva del maquillaje, y del matasuegras, no sé en qué orden. Nos gusta el alboroto. Y si hay disfraz, nos lo ponemos los primeros. En eso salimos campeonísimos. No acabo de entender el éxito de Halloween, pero el gentío ahí está, subiéndose a las tradiciones enseguida, siempre que sean tradiciones ajenas, y con jarana. Hasta se usa convencidamente el disfraz de esqueleto como si fuera el ajuar de nuestro tatarabuelo.
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