En dos días, se dará lustre a las lápidas y los cementerios se llenarán de historias y de flores como cada primero de noviembre. Es curioso que sea el calendario el que venga a sacarnos de la rutina para marcar la fecha de los recuerdos si, a la memoria, no es preciso señalarle los días festivos: los difuntos aparecen por azar y de improviso en un aroma, en un gesto o en una frase que era suya y que dejaron en herencia a los demás. Pero la muerte guarda sus propias liturgias, y algunas van cambiando.
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