Guapos, listos, encastados, exigentes… ¡victorinos!

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27 Sep 2024
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Interesantísima la corrida de Victorino Martín lidiada esta tarde en Las Ventas como cierre de la temporada. Seis toros de bonitas hechuras, muy bien presentados, astifinos, guapos, de aceptable juego en varas —especialmente bravos segundo y tercero— y, en general, encastados, nobles y exigentes en el tercio final. Destacó por encima de todos el tercero, que humilló en las verónicas de recibo de Perera, acudió al caballo con alegría y empujó en las dos entradas, acudió con presteza en banderillas, y embistió con largura, fijeza, ritmo y clase suprema en la muleta.

El segundo fue otro buen toro para el torero en el último tercio, sobre todo por el pitón izquierdo; encastado el cuarto y dulce por ambos pitones el que cerró plaza. Todos ellos listos, codiciosos y exigentes, dispuestos a no perdonar un solo fallo, emocionantes, combativos, ásperos a veces, correosos otras, pero poderosos y vibrantes. Una corrida de toros desbordante de matices que obligó a los dos toreros a tener alertas los cinco sentidos para no caer en las garras de la fiereza del toro bravo. Aun así, tanto Perera como De Justo mordieron el polvo aunque, felizmente, salieron airosos de las volteretas; el primero, a la salida de una tanda con la mano zurda a su segundo saltó por los aires, y el otro perdió pie cuando recibía de capote a su primero y el toro le perdonó la cornada, y a punto estuvo de resultar herido en la faena de muleta al cuarto, volteado aparatosamente en un derechazo.

Una oreja cada uno pasearon los toreros del cartel. Ciertamente, acudieron a la cita con el ánimo por las nubes, dispuestos a afrontar con gallardía el serio compromiso de la corrida de Victorino. Ambos demostraron una aquilatada maestría con capote y muleta, al tiempo que fueron incapaces de medir el tiempo de sus faenas: tres avisos escuchó Perera, y cinco Emilio de Justo, que compitieron en pesadez, y fallaron a la hora de matar.

Miguel Ángel Perera, con la oreja del tercer toro.

Perera tuvo en suerte el toro más completo de la corrida, Escusano, lidiado en tercer lugar, para el que se pidió la vuelta al ruedo. Lo recibió con airosas verónicas, y destacó sobremanera al natural en tres tandas de muletazos largos, templadísimos, y henchidos de hermosura, corroborados con grandes pases de pecho. Pero Perera no sabe terminar las faenas, o no quiere, de modo que escuchó el primer aviso antes de montar la espada y solo quince segundos lo separaron del tercero por su cabezonería en no descabellar a un toro bravo que se resistía a doblar las manos. Su primero, de soso comportamiento y escaso celo, le permitió una labor de muletazos sueltos, sin ligazón y poco mando, y el quinto, el más soso de la tarde, no le ofreció opciones.

Emilio de Justo —torerísimo toda la tarde con el capote— se cerró la puerta grande porque se entretuvo en pinchar hasta cinco veces al cuarto, el de la aparatosa voltereta, y al que toreó muy bien, con gusto y hondura, especialmente con la mano zurda. Otra labor de categoría dibujó a su primero, muy metido el torero en la faena, en tres tandas de derechazos largos y sentidos. A ese toro, al que banderilleó muy bien Juan José Domínguez, también lo pinchó. Y el triunfo gordo que se avistaba en el sexto, otro toro de calidad suprema, de eterna fijeza y ritmo extraordinario en sus embestidas, y al que muleteó primorosamente por ambas manos en una faena cargada de emoción, también se rompió en la suerte final y dos avisos que sonaron a merecido castigo.

Gran corrida de toros para acabar la temporada, y dos toreros en sazón a los que sobró tiempo y les faltó puntería. Nadie es perfecto.

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