La Gran Vía prospera muy arrellanada de postal , alcalde, y a resultas las órbitas de nuestra gran calle han devenido en un picnic en curso donde se alternan los chicos del 'breakdance', los vendedores de paraísos, los orfeones de esquina, y los patinadores sin freno. Eso, citando de ráfaga rápida. Quiero decir que los afluentes de la Gran Vía son un ameno escaparate de gentes exóticas que hacen su alarde, desde titiriteros de improvisación a los rastafaris que cantan seis horas seguidas la misma de Bob Marley. La plaza de Callao, por concretar, y también la calle de Fuencarral, son los dos sitios donde más y mejor puede comprobarse todo este trajín diverso, que incluye igual a tres virtuosos del timbal que a un coro de pintores de urgencia que hacen su grafiti para que los transeúntes tengan telón suficiente de foto chula. Noticia Relacionada CARTAS AL ALCALDE opinion Si Lejanías por quince euros Ángel Antonio Herrera Hablo de atravesar, en la alta noche, la carretera de ExtremaduraHay, pues, espectáculo seguro para el turista, o bien para el paseante ocioso. Pero, ¿y el ruido, alcalde, qué pasa con el ruido? Porque Madrid, por estas zonas, está muy guapa de bullicio, pero el bullicio es una contaminación seria y sostenida, y estamos muy finos con el diésel y la velocidad limitada, pero el ruido va por ahí con toda su cilindrada, con toda su melena abierta de octanaje de runrún o de ecos. Madrid es guapa de ruidos. Uno tiene amor eterno por la Gran Vía, calle populosa y canalla donde se incluye la vida entera. Tú vas a la Gran Vía, y todo está resuelto, ahí a mano. Las aceras le han dado anchura a su algarabía, y a sus gentíos, pero sabemos que el vecindario (porque queda vecindario, todavía) no está contento, precisamente con el aumento de show en la calle.noticia Si La muerte del patinete MÁS INFORMACIÓNEn Fuencarral ya es costumbre una romería de patinadores, que recorren la calle entera, como en competición, haciendo su zigzag de virtuosismo entre los paseantes, que no saben, con la escena, si están ante un riesgo o un teatro. Los patinadores, incluso, se reúnen a tramos de la calle, mientras se jalean entre sí y se hacen mucho selfi de malabarismo. Ya digo que uno encuentra un entretenimiento en toda esta tribu revuelta y abierta. Pero, ¿y el ruido, alcalde, qué hacemos con el ruido?
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