Amaya_Witting
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En medio de las ya sombrías perspectivas para la paz en Oriente Próximo, la caída del régimen de Al Assad en Siria no ayuda a despejar el horizonte. La rápida actuación de los rebeldes de Abu Mohamed al Jolani y la huída del dictador a Rusia han despertado algunas esperanzas, pero muchas más inquietudes.La cobertura del periódico sobre estos acontecimientos está siendo intensa. Se han publicado varios artículos de David Alandete, corresponsal de ABC en Washington y buen conocedor de Siria y del régimen de Al Assad, a quien pudo entrevistar en 2016. Uno de esos textos, 'Los Assad se hundieron entre intrigas palaciegas' , ha suscitado las críticas de algunos suscriptores de la edición digital, que ponen en cuestión su enfoque: «Curioso artículo. Eso sí, la ocupación por parte de terroristas y fuerzas respaldadas por Occidente de las zonas ricas de Siria donde se cultivaba trigo, donde había pozos de gas y petróleo, más el bloqueo económico absoluto con el que han sometido al país y a la población a la miseria, ya si eso para otro artículo, ¿verdad? Ahora resulta que Siria también era un narcoestado. Como dicen otros comentarios, seguro que ahora va todo mucho mejor. Todos estos periodistas, o el periódico en sí, entiendo que tengan que ganarse el pan, pero un poco de seriedad. Que todos nos acordamos de cómo estaba Libia antes y después de Gadafi. Un tipo mucho más siniestro que Assad pero que tenía a Libia como uno de los países más ricos de África. No hay más que mirar como está ahora. ¿De verdad nos quieren convencer de que ahora no va a pasar lo mismo en Siria y de que Assad era el mismo demonio? Luego que si la gente no lee los periódicos». Alandete responde que «el lector apunta a un tema distinto al objeto de este texto, que se centra en la familia de Al Assad y cómo se enriqueció de manera escandalosa. He estado en Siria, he visto con mis propios ojos la pobreza en la que vive más del 50 por ciento del país y la miseria de casi un cuarto de la población. No hay tampoco duda respecto a la condición de narcoestado de Siria, y así ha sido reconocido en los últimos años por la comunidad internacional».Más allá de estas precisiones, David Alandete comenta que le «preocupa la voluntad de que el periodista constantemente tome partido. En este artículo, yo no hago un juicio de valor, pero sí siento que hay una enorme presión por hacerlo». Aunque su experiencia le permite afirmar que «Al Assad era un dictador y los rebeldes de Al Jolani unos terroristas, creo que el papel del periódico es proporcionar la información con todos sus matices». En este sentido, define la cobertura que está haciendo ABC como «impecable». «Ha sido de los pocos medios que se han atrevido a alertar del riesgo de lo que viene», y pone como ejemplo el titular de portada del día 9 de diciembre: «Peligrosa nueva era en Oriente Próximo».La polarización en la que está sumida la sociedad deja poco margen para posiciones que no sean blancas o negras, y el gris, el matiz, es descartado por poco firme, tibio o equidistante. Pero lo cierto es que, en la mayor parte de los asuntos, la vida es una gama de grises. La caída del régimen de Al Assad es una buena noticia para los millones de sirios que han tenido que huir de su país, y también para los que siguen vivos, pero bajo una dictadura cruel, como está contando Mikel Ayestaran, enviado especial en Damasco, en sus artículos sobre los presos de Sednaya. La llegada de Al Jolani no augura lo mejor, pero se abren oportunidades para negociar el futuro, como cuenta Rosalía Sánchez, corresponsal en Berlín.El periodista no debe ser un agitador, sino alguien que presenta la información necesaria para que el lector pueda formarse sus propias conclusiones. En épocas tan convulsas como esta, a su trabajo se añade redoblar el esfuerzo por no restar ni sumar nada que distraiga de lo relevante y esencial. Y por el otro lado, confiar en el criterio, el conocimiento y la experiencia probada de quienes cubren estas cuestiones tan complejas y difíciles de aprehender, es parte del pacto de lectura del diario.
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