Damos por supuesto que a las respectivas guarniciones culturales de Concello y Diputación de Lugo –siempre tan diligentes a la hora de promover idioteces perfectamente prescindibles– no se les pasará por alto que está a punto de finalizar el año del centenario de Tino Grandío, el pintor lugués cuya obra, tan imitada como inimitable, está presente en muchas de las colecciones más importantes del mundo. La efemérides encaja exactamente en el próximo 31 de diciembre, aunque todavía circulan por ahí biografías, algo descuidadas, que fechan el nacimiento del pintor la víspera de Reyes de 1925. Las datas límite de Grandío son muy fáciles de retener y ambas parecen mojones con alguna curiosa intención evocativa: nació un día de Año Viejo, falleció un Días das Letras Galegas, concretamente el dedicado a Antón Villar Ponte, es decir, el del año 1977.No lo tome el lector como inmodestia sino como constatación de ciertas ruindades profesionales: creo, sin temor a equivocarme, que la última entrevista a Grandío se le hizo el arriba firmante. Lo recuerdo muy bien: en casa de su hermana Pura y su cuñado Aniceto. Ya estaba Tino diagnosticado y a la espera de partir. Aquella conversación se publicó en El Progreso, el periódico institucional de los lucenses, y se fusiló, al menos parcialmente, varias veces siempre omitiendo cabecera y autor. No pasa nada.El centenario de Grandío va a quedar a salvo gracias a la sección de Creación e Artes Visuais Contemporáneas del Consello da Cultura Galega. Estuvieron atentos. Es de suponer que el museo provincial de Lugo, depositario de un importante 'fondo Grandío' –recientemente enriquecido gracias a la generosa sensibilidad de la familia del pintor– se ocupe de honrar la memoria del pintor. «Yo no soy Tino Grandío», decía. Y añadía: «Y si lo soy, soy un colador o filtro de Galicia». Sabía de lo que hablaba.
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