Meaghan_Fay
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El grupo Frankie Goes To Hollywood se dieron a conocer desde Liverpool al mundo recién comenzado 1984. Lo hicieron con el videoclip de Relax, toda una oda al exceso de aquella década con un sonido de tecno-pop pasado de rosca y las imágenes de una bacanal en un club fetichista. La estética, a medio camino entre Fellini y Mad Max, inducía a lo orgiástico mientras el vocalista del grupo, Holly Johnson, repetía una y otra vez a una segunda persona que se relajase... y no se corriese todavía. La BBC lo censuró por considerarlo obsceno, pero las ventas se dispararon y, en cuestión de meses, ya era el single más exitoso de la historia en Reino Unido.
Aquel verano fueron desbancados por ellos mismos. Su segundo clip, Two Tribes fantaseaba con el apocalipsis nuclear a partir del sonido de un bajo machacón y las imágenes de una multitud delirante que apostaba y jaleaba en torno a un círculo en el que se peleaba a muerte dos hombres muy parecidos a Ronald Reagan y Konstantin Chernenko (los dirigentes de EE UU y la Unión Soviética en aquel momento). Holly Johnson cantaba “el sexo y el terror son el nuevo Dios” y, finalmente, el planeta explosionaba. Curiosamente, ese vídeo no se censuró, pero el single subió al número 1 y Relax se quedó en el 2 durante todo aquel verano. No sucedía tal cosa en el Reino Unido desde que otro grupo de Liverpool, The Beatles, consiguiese copar también los dos primeros puestos en 1968.
En diciembre llegó el tercer e inesperado vídeo. The Power Of Love era una balada pomposa, sobre una sección de cuerdas, mientras que el clip tiraba de la más manida iconografía cristiana navideña. Aparentemente, no había ahí ironía ni mensajes subversivos, salvo, tal vez, la demostración de que el grupo podía subvertirse a sí mismo. “El amor es peligro/ El amor es placer/ El amor es puro”, cantaba Johnson al final del tema, sugiriendo que quizá no había ninguna diferencia esencial entre aquel villancico y su lúbrico primer single. Justo antes de que Do They Know It’s Christmas?, de Band Aid, y Last Christmas, de Wham!, se disputasen el pastel gordo en las navidades discográficas más pantagruélicas que se recuerdan en Gran Bretaña, el tercer single de Frankie Goes To Hollywood tuvo tiempo de estar una semana en la cúspide de la lista de ventas. No sucedía tal cosa en su país desde que otro grupo de Liverpool, Gerry And The Peacemakers, consiguiese también tres números 1 consecutivos con sus tres primeros sencillos. Cuando, a finales de aquel año, la banda lanzaba su álbum, Welcome To The Pleasuredome (Bienvenidos a la cúpula del placer), ya llevaba diez millones de sencillos vendidos.
“Fue una perfecta secuencia de singles que abordaban los temas más grandes posibles: el sexo, la guerra y la religión. Al tiempo, los vídeos y el empaquetado maximizaban el impacto de choque de la homosexualidad hardcore de sus dos líderes. La explicitud gay era uno de los pocos tabúes que quedaban en el pop por aquel entonces”, escribe el crítico musical Simon Reynolds en su libro Rip It Up And Start Again. Postpunk 1978-1984″. Pero el mérito no se lo atribuye al grupo, sino al ilustre productor Trevor Horn y a su cómplice e ideólogo en el sello ZTT (Zang Tuub Tumb), el periodista Paul Morley, un antiguo crítico musical que proyectó toda una campaña de mercadotecnia “como un asalto militar al pop”.
Pero, ¿de dónde salía aquella gente? En realidad, los cinco componentes de Frankie Goes To Hollywood eran chicos de clase obrera de Liverpool que habían montado sus primeros grupos con el estallido punk y seguían en ello mientras trampeaban con la prestación de desempleo. Holly Johnson, por ejemplo, había formado parte de Big In Japan, una banda mítica (a posteriori) por ser donde también empezaron Ian Broudie (The Lighting Seeds), Bill Drummond (The KLF) y Budgie (Siouxsie & The Banshees).
El vocalista, un flamboyante fan de David Bowie, montó Frankie Goes To Hollywood en 1980 inspirado por el anuncio de la primera película de Frank Sinatra. Su aliado principal era el también cantante Paul Rutherford. Ambos eran homosexuales (bastante desclasados en los ambientes punkis y callejeros de su ciudad), pero crearon una tensión bastante interesante con los tres restantes miembros de la formación: el guitarra Brian Nash, el bajista Mark O’ Toole y el batería Peter Gill, tres hombres que, jugando al contrapunto heterosexual frente a Johnson y Rutherford, dentro de la banda se hicieron denominar the lads (los chavales).
Sus comienzos fueron arduos, en parte porque su imagen abiertamente gay enfundada en cuero asustaba a los ejecutivos de los sellos discográficos. Dicen que las dos frases que más escucharon en sus primeros años fueron: “Mis empleados tienen que vender eso por ahí afuera” y “mis empleados son hombres casados con hijos”. Fueron apoyados desde el principio por popes de los medios como John Peel y Tony Wilson, pero cuando montaron un concierto para las discográficas en la famosa discoteca londinense Heaven, solo un ejecutivo acudió. En realidad, nunca llegó a cruzar la puerta. En el exterior de la sala, quiso agredir a dos hombres que se le intentaban insinuar y recibió una paliza.
Todo cambió cuando aparecieron tocando una versión primitiva de Relax en el programa televisivo The Tube en 1983. Trevor Horn, quien acababa de montar su sello, vio allí un diamante en bruto que podía pulir a su gusto con la ayuda de Morley. Les hicieron un contrato draconiano (“no le podíamos decir que no a Trevor Horn”, declaró Johnson a posteriori) y los manipularon a su antojo. Al principio, el productor quiso regrabar el tema con The Blockheads (la banda de acompañamiento del cantante punk Ian Dury) como músicos de sesión, pero no quedó bien. Al final lo rehizo todo con tecnología, utilizando el sofisticado equipamiento que tenía el productor en su estudio. Según llegó a declarar, la única contribución del grupo en la versión definitiva de Relax fue el sonido de ellos lanzándose a una piscina, que aparece sampleado.
Igualmente controvertida fue su orden de que no tocaran en directo mientras él iba perfeccionando su sonido en el estudio de cara al primer álbum. No los sacó de gira hasta 1985, pero el silencio escénico inicial llevó a pensar que los componentes del grupo no sabían tocar sus instrumentos y a percibirla como una banda de laboratorio. “Son unos Village People post-punk surgidos de modo completamente manufacturado desde las entrañas de la cultura basura”, escribía, por ejemplo, el periodista Joe Brown en The Washington Post. El mítico Jon Savage hilaba aún más fino en el artículo que les dedicó en New Society, en agosto de 1984: “Frankie Goes To Hollywood son un producto perfecto para la manipulación de los medios. No hay nada radical en ellos, solo un indicativo de lo rápidamente que incluso las ideas más extremas se convierten en inofensivas a menos que estén enraizadas en la realidad”.
Al igual que sucediera con los Sex Pistols, con los que fueron comparados, al intentar desmentir que fuesen una invención del mánager Malcolm McLaren, Holly Johnson también se rebeló infructuosamente contra esas suposiciones. “Se quedó el concepto de que éramos cinco idiotas a los que un svengali sacó de la degradación y nos transformó. Nada de eso era cierto, pero quedaba muy bien en la hoja promocional del sello”, declaró el cantante años después a la revista The Arts Desk.
“Fue una combinación inesperada de energías”, declaró Paul Morley también en The Guardian. “Teníamos un productor verdaderamente genial, el mejor del mundo junto con Quincy Jones, un periodista ligeramente narcisista, una energía heterosexual scouser [gentilicio coloquial de Liverpool] y una energía gay, todo mezclado en un mismo lugar. Era una fórmula ridícula y no podías haberla planeado, pero funcionó bien durante unos meses hasta que nos despertamos y nos dimos cuenta de que todos nos odiábamos, o al menos de que éramos muy diferentes entre nosotros”.
A Morley se le atribuyen algunas de las ideas mercadotécnicas más exitosas, como relataba Rafa Cervera en Historia del rock (1987): “Gracias a las férreas imposiciones de ZTT, los Frankie ven cómo su nombre abre las puertas a una nueva fórmula de mercado que no parece conocer límites. Un abrumador bombardeo de merchandising alrededor de la banda, culminado por una serie de eslóganes prendidos en camisetas [obra de Katharine Hamnett] donde Frankie lanza consignas de supuesta rebelión (Frankie dice Relájate, Frankie dice Arma al parado). Arengas pedantes disfrazadas de discursos moralistas, que también propagan el hedonismo, pueblan las portadas de sus discos, definen sus intenciones y se estiran a gusto de sus creadores en un doble LP”.
Sus ideas para las portadas también trajeron cola, como recordaba Trevor Horn en The Guardian: “La gente se horrorizó con algunas de sus obras. Su portada original para Pleasuredome tenía representaciones de 32 actos sexuales diferentes entre animales. Por suerte, la retiramos antes de que llegara a la fábrica porque habría habido un verdadero problema”. Incluso se comercializó un videojuego (llamado también Frankie Goes To Hollywood) que se recuerda como uno de los más innovadores y extraños de la era del 8-bit.
La censura por parte de la BBC fue uno de los factores que contribuyó a disparar la popularidad del grupo, pero un tema mucho menos abordado es cómo el vídeo de Relax ayudó a visibilizar la cultura gay en el pop británico, aunque de un modo no exento de polémica. Boy George había sido uno de los primeros artistas en abrir la puerta, aunque desde un posicionamiento más asexuado, y el propio vocalista de Culture Club llegó a disparar contra los de Liverpool declarando: “Lo de Frankie es una vergüenza. Utilizan la imagen gay para provocar. Han retrasado veinte años nuestra causa”.
Los únicos artistas abiertamente homosexuales eran Marc Almond, con Soft Cell, y Jimmy Sommerville, quien entonces disfrutaba el éxito de su canción Smalltown Boy con Bronski Beat y aportó una óptica más política y normalizadora. Johnson fue, a su vez, muy crítico con George Michael, a quien afeó su decisión de ocultar su homosexualidad. En aquel momento, Elton John, Freddie Mercury y Pet Shop Boys permanecían aún en el armario. En su entrevista en The Arts Desk, el vocalista de Frankie reclamaba su valor pionero al respecto: “Ahora todo el trabajo está hecho, los chicos y las chicas, los adolescentes que se declaran homosexuales, tienen todo un mundo de material de referencia establecido, revistas, bares y discotecas abiertamente gays. Para mí era mucho más un mundo oculto y crepuscular de homosexuales, en callejones, miradas y guiños para entrar en diversos lugares. Era un mundo más emocionante, con sus placeres furtivos”.
Hay otro aspecto en el que Frankie se pareció a los Sex Pistols: su impacto fue tan grande como efímero. Las malas lenguas apuntan a la aparición de un personaje crucial, que sería como su Yoko Ono. Se trata de Wolfgang Kruhle, la pareja de Holly Johnson desde finales de 1984, que luego se convirtió en su mánager e incitó al vocalista a que llevase a su discográfica a los tribunales. Cuando la banda entró a grabar su segundo álbum, él solía ausentarse de las sesiones de grabación, y Horn llegó a plantearse invitar a Simon LeBon, de Duran Duran, para que lo sustituyera.
En 1986 se publicó el segundo álbum, Liverpool, que fue un fracaso, y en su concierto en Rotterdam, el 1 de marzo de 1987, Johnson se peleó en el camerino con Mark O’ Toole. Ahí el grupo se disolvió, y solo le faltó soltar al público el lema pistoliano: “¿Alguna vez os habéis sentido estafados?”. Porque, como la banda de Johnny Rotten, los Frankie se reunieron varias veces después, la mayor parte de ellas sin Johnson. Aunque hay una historia mejor: en 1998 salieron de gira por EE UU unos falsos Frankie Goes To Hollywood. Los lideraba un tal Davey Johnson, quien decía ser hermano de Holly y haber cantado en el primer disco sin aparecer en los créditos. Aquella sí se puede considerar la gran broma final.
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Aquel verano fueron desbancados por ellos mismos. Su segundo clip, Two Tribes fantaseaba con el apocalipsis nuclear a partir del sonido de un bajo machacón y las imágenes de una multitud delirante que apostaba y jaleaba en torno a un círculo en el que se peleaba a muerte dos hombres muy parecidos a Ronald Reagan y Konstantin Chernenko (los dirigentes de EE UU y la Unión Soviética en aquel momento). Holly Johnson cantaba “el sexo y el terror son el nuevo Dios” y, finalmente, el planeta explosionaba. Curiosamente, ese vídeo no se censuró, pero el single subió al número 1 y Relax se quedó en el 2 durante todo aquel verano. No sucedía tal cosa en el Reino Unido desde que otro grupo de Liverpool, The Beatles, consiguiese copar también los dos primeros puestos en 1968.
En diciembre llegó el tercer e inesperado vídeo. The Power Of Love era una balada pomposa, sobre una sección de cuerdas, mientras que el clip tiraba de la más manida iconografía cristiana navideña. Aparentemente, no había ahí ironía ni mensajes subversivos, salvo, tal vez, la demostración de que el grupo podía subvertirse a sí mismo. “El amor es peligro/ El amor es placer/ El amor es puro”, cantaba Johnson al final del tema, sugiriendo que quizá no había ninguna diferencia esencial entre aquel villancico y su lúbrico primer single. Justo antes de que Do They Know It’s Christmas?, de Band Aid, y Last Christmas, de Wham!, se disputasen el pastel gordo en las navidades discográficas más pantagruélicas que se recuerdan en Gran Bretaña, el tercer single de Frankie Goes To Hollywood tuvo tiempo de estar una semana en la cúspide de la lista de ventas. No sucedía tal cosa en su país desde que otro grupo de Liverpool, Gerry And The Peacemakers, consiguiese también tres números 1 consecutivos con sus tres primeros sencillos. Cuando, a finales de aquel año, la banda lanzaba su álbum, Welcome To The Pleasuredome (Bienvenidos a la cúpula del placer), ya llevaba diez millones de sencillos vendidos.
“Fue una perfecta secuencia de singles que abordaban los temas más grandes posibles: el sexo, la guerra y la religión. Al tiempo, los vídeos y el empaquetado maximizaban el impacto de choque de la homosexualidad hardcore de sus dos líderes. La explicitud gay era uno de los pocos tabúes que quedaban en el pop por aquel entonces”, escribe el crítico musical Simon Reynolds en su libro Rip It Up And Start Again. Postpunk 1978-1984″. Pero el mérito no se lo atribuye al grupo, sino al ilustre productor Trevor Horn y a su cómplice e ideólogo en el sello ZTT (Zang Tuub Tumb), el periodista Paul Morley, un antiguo crítico musical que proyectó toda una campaña de mercadotecnia “como un asalto militar al pop”.
Cinco chicos punkis de Liverpool y dos cazatalentos habilidosos
Pero, ¿de dónde salía aquella gente? En realidad, los cinco componentes de Frankie Goes To Hollywood eran chicos de clase obrera de Liverpool que habían montado sus primeros grupos con el estallido punk y seguían en ello mientras trampeaban con la prestación de desempleo. Holly Johnson, por ejemplo, había formado parte de Big In Japan, una banda mítica (a posteriori) por ser donde también empezaron Ian Broudie (The Lighting Seeds), Bill Drummond (The KLF) y Budgie (Siouxsie & The Banshees).
El vocalista, un flamboyante fan de David Bowie, montó Frankie Goes To Hollywood en 1980 inspirado por el anuncio de la primera película de Frank Sinatra. Su aliado principal era el también cantante Paul Rutherford. Ambos eran homosexuales (bastante desclasados en los ambientes punkis y callejeros de su ciudad), pero crearon una tensión bastante interesante con los tres restantes miembros de la formación: el guitarra Brian Nash, el bajista Mark O’ Toole y el batería Peter Gill, tres hombres que, jugando al contrapunto heterosexual frente a Johnson y Rutherford, dentro de la banda se hicieron denominar the lads (los chavales).
Sus comienzos fueron arduos, en parte porque su imagen abiertamente gay enfundada en cuero asustaba a los ejecutivos de los sellos discográficos. Dicen que las dos frases que más escucharon en sus primeros años fueron: “Mis empleados tienen que vender eso por ahí afuera” y “mis empleados son hombres casados con hijos”. Fueron apoyados desde el principio por popes de los medios como John Peel y Tony Wilson, pero cuando montaron un concierto para las discográficas en la famosa discoteca londinense Heaven, solo un ejecutivo acudió. En realidad, nunca llegó a cruzar la puerta. En el exterior de la sala, quiso agredir a dos hombres que se le intentaban insinuar y recibió una paliza.
Todo cambió cuando aparecieron tocando una versión primitiva de Relax en el programa televisivo The Tube en 1983. Trevor Horn, quien acababa de montar su sello, vio allí un diamante en bruto que podía pulir a su gusto con la ayuda de Morley. Les hicieron un contrato draconiano (“no le podíamos decir que no a Trevor Horn”, declaró Johnson a posteriori) y los manipularon a su antojo. Al principio, el productor quiso regrabar el tema con The Blockheads (la banda de acompañamiento del cantante punk Ian Dury) como músicos de sesión, pero no quedó bien. Al final lo rehizo todo con tecnología, utilizando el sofisticado equipamiento que tenía el productor en su estudio. Según llegó a declarar, la única contribución del grupo en la versión definitiva de Relax fue el sonido de ellos lanzándose a una piscina, que aparece sampleado.
Igualmente controvertida fue su orden de que no tocaran en directo mientras él iba perfeccionando su sonido en el estudio de cara al primer álbum. No los sacó de gira hasta 1985, pero el silencio escénico inicial llevó a pensar que los componentes del grupo no sabían tocar sus instrumentos y a percibirla como una banda de laboratorio. “Son unos Village People post-punk surgidos de modo completamente manufacturado desde las entrañas de la cultura basura”, escribía, por ejemplo, el periodista Joe Brown en The Washington Post. El mítico Jon Savage hilaba aún más fino en el artículo que les dedicó en New Society, en agosto de 1984: “Frankie Goes To Hollywood son un producto perfecto para la manipulación de los medios. No hay nada radical en ellos, solo un indicativo de lo rápidamente que incluso las ideas más extremas se convierten en inofensivas a menos que estén enraizadas en la realidad”.
¿Los nuevos Sex Pistols?
Al igual que sucediera con los Sex Pistols, con los que fueron comparados, al intentar desmentir que fuesen una invención del mánager Malcolm McLaren, Holly Johnson también se rebeló infructuosamente contra esas suposiciones. “Se quedó el concepto de que éramos cinco idiotas a los que un svengali sacó de la degradación y nos transformó. Nada de eso era cierto, pero quedaba muy bien en la hoja promocional del sello”, declaró el cantante años después a la revista The Arts Desk.
“Fue una combinación inesperada de energías”, declaró Paul Morley también en The Guardian. “Teníamos un productor verdaderamente genial, el mejor del mundo junto con Quincy Jones, un periodista ligeramente narcisista, una energía heterosexual scouser [gentilicio coloquial de Liverpool] y una energía gay, todo mezclado en un mismo lugar. Era una fórmula ridícula y no podías haberla planeado, pero funcionó bien durante unos meses hasta que nos despertamos y nos dimos cuenta de que todos nos odiábamos, o al menos de que éramos muy diferentes entre nosotros”.
A Morley se le atribuyen algunas de las ideas mercadotécnicas más exitosas, como relataba Rafa Cervera en Historia del rock (1987): “Gracias a las férreas imposiciones de ZTT, los Frankie ven cómo su nombre abre las puertas a una nueva fórmula de mercado que no parece conocer límites. Un abrumador bombardeo de merchandising alrededor de la banda, culminado por una serie de eslóganes prendidos en camisetas [obra de Katharine Hamnett] donde Frankie lanza consignas de supuesta rebelión (Frankie dice Relájate, Frankie dice Arma al parado). Arengas pedantes disfrazadas de discursos moralistas, que también propagan el hedonismo, pueblan las portadas de sus discos, definen sus intenciones y se estiran a gusto de sus creadores en un doble LP”.
Sus ideas para las portadas también trajeron cola, como recordaba Trevor Horn en The Guardian: “La gente se horrorizó con algunas de sus obras. Su portada original para Pleasuredome tenía representaciones de 32 actos sexuales diferentes entre animales. Por suerte, la retiramos antes de que llegara a la fábrica porque habría habido un verdadero problema”. Incluso se comercializó un videojuego (llamado también Frankie Goes To Hollywood) que se recuerda como uno de los más innovadores y extraños de la era del 8-bit.
Y el pop salió del armario
La censura por parte de la BBC fue uno de los factores que contribuyó a disparar la popularidad del grupo, pero un tema mucho menos abordado es cómo el vídeo de Relax ayudó a visibilizar la cultura gay en el pop británico, aunque de un modo no exento de polémica. Boy George había sido uno de los primeros artistas en abrir la puerta, aunque desde un posicionamiento más asexuado, y el propio vocalista de Culture Club llegó a disparar contra los de Liverpool declarando: “Lo de Frankie es una vergüenza. Utilizan la imagen gay para provocar. Han retrasado veinte años nuestra causa”.
Los únicos artistas abiertamente homosexuales eran Marc Almond, con Soft Cell, y Jimmy Sommerville, quien entonces disfrutaba el éxito de su canción Smalltown Boy con Bronski Beat y aportó una óptica más política y normalizadora. Johnson fue, a su vez, muy crítico con George Michael, a quien afeó su decisión de ocultar su homosexualidad. En aquel momento, Elton John, Freddie Mercury y Pet Shop Boys permanecían aún en el armario. En su entrevista en The Arts Desk, el vocalista de Frankie reclamaba su valor pionero al respecto: “Ahora todo el trabajo está hecho, los chicos y las chicas, los adolescentes que se declaran homosexuales, tienen todo un mundo de material de referencia establecido, revistas, bares y discotecas abiertamente gays. Para mí era mucho más un mundo oculto y crepuscular de homosexuales, en callejones, miradas y guiños para entrar en diversos lugares. Era un mundo más emocionante, con sus placeres furtivos”.
El rápido declive
Hay otro aspecto en el que Frankie se pareció a los Sex Pistols: su impacto fue tan grande como efímero. Las malas lenguas apuntan a la aparición de un personaje crucial, que sería como su Yoko Ono. Se trata de Wolfgang Kruhle, la pareja de Holly Johnson desde finales de 1984, que luego se convirtió en su mánager e incitó al vocalista a que llevase a su discográfica a los tribunales. Cuando la banda entró a grabar su segundo álbum, él solía ausentarse de las sesiones de grabación, y Horn llegó a plantearse invitar a Simon LeBon, de Duran Duran, para que lo sustituyera.
En 1986 se publicó el segundo álbum, Liverpool, que fue un fracaso, y en su concierto en Rotterdam, el 1 de marzo de 1987, Johnson se peleó en el camerino con Mark O’ Toole. Ahí el grupo se disolvió, y solo le faltó soltar al público el lema pistoliano: “¿Alguna vez os habéis sentido estafados?”. Porque, como la banda de Johnny Rotten, los Frankie se reunieron varias veces después, la mayor parte de ellas sin Johnson. Aunque hay una historia mejor: en 1998 salieron de gira por EE UU unos falsos Frankie Goes To Hollywood. Los lideraba un tal Davey Johnson, quien decía ser hermano de Holly y haber cantado en el primer disco sin aparecer en los créditos. Aquella sí se puede considerar la gran broma final.
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