jeffry.wiegand
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Sin ser una película estrictamente francesa, El último tango en París se convirtió en icono generacional de una liberación sexual que llegaba desde el Sena y nos alejaba de las convenciones. El protagonista era norteamericano, sí, y el director italiano, pero la postal era francesa. Y la penetración de María Schneider por Marlon Brando ejerció un magnetismo brutal hacia una sexualidad supuestamente abierta y deseable con la Torre Eiffel de fondo. Eran los años setenta y el Je t’aime de Jane Birkin llevaba ya varios años mostrando el camino hacia una Francia erótica que parecía iluminar el camino de la modernidad.
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