Parafraseando a la familia Stark, el invierno se acerca, lo que significa que el frío se cierne sobre la capital para quedarse. Llega a ella también un intratable Barcelona para medirse al Real Madrid en el clásico que más expectativas ha levantado de los últimos tiempos. A pesar del gélido ambiente, miles de aficionados merengues sienten que los de Flick ame- nazan su reciente dominio sobre el eterno rival, y acuden con mucha antelación y en masa a los aledaños del Santiago Bernabéu para alentar a los suyos.La parroquia blanca brinda al equipo de Ancelotti un recibimiento digno de las grandes noches. A su llegada al estadio, tras la entrada del autobús del Barcelona con la hostilidad habitual, la expedición madridista se abre paso entre una interminable humareda blanca y morada. Bufandas al viento, las gargantas sufriendo e infinidad de teléfonos móviles grabando para almacenar el vídeo de, confían, una jornada para el recuerdo.Los cientos de aficionados azulgranas, ubicados en la zona visitante, asumen el mando sonoro mientras los merengues ingresan en el Bernabéu. Hasta que saltan los protagonistas al césped, bajo el himno de la décima y rodeados por un imponente mosaico conformado por más de 80.000 cartulinas . Sus colores blanco y morado forman el escudo del club en el fondo norte y el número 36 en el fondo sur, para recordarle a su eterno rival el número de Ligas conquistadas por el rey de la competición, a nueve de distancia de los culés.Colabora el equipo de Ancelotti a mantener el vigor de su grada en los primeros instantes de partido. El mano a mano errado por un adelantado Mbappé y una intercepción de Vinicius a un pase de Cubarsí, celebrada por el brasileño como si de un gol se tratase, suben de decibelios el ambiente. Después, vuelve progresivamente a su nivel habitual. Noticia Relacionada estandar Si El uno por uno del clásico: Lewandowski destroza al Madrid en dos minutos Pablo LodeiroSánchez Martínez detiene el juego para atender a Raphinha, lo que desata los primeros cánticos en recuerdo de Negreira, un episodio que el madridismo no olvida. Casualidades del destino, unos minutos más tarde el colegiado concede el gol de Mbappé , pero el VAR le obliga a rectificar al advertir fuera de juego. Entonces, el Bernabéu responde con el clásico «Puta Barça». Al descanso, la reacción del respetable, unos ligeros pitos al árbitro.En apenas dos minutos, el doblete de Lewandowski consigue silenciar el feudo blanco. Tras asimilar ambos golpes, el deseo de remontada inspira los aplausos de los madridistas. Mientras que los azulgranas, henchidos de gozo al verse con una doble ventaja, entonan el himno barcelonista e, incluso, se atreven con unos breves olés. DesbandadaLos de Ancelotti, en vez de mantener el ánimo de su grada, lo merman. La infructuosa pelea de Mbappé con la línea defensiva de los de Flick, acertado el francés si está adelantado, errado si no lo está, desespera al Bernabéu, y la falta de intención o incapacidad de progresar con combinaciones hacia delante en busca del gol le frustra. Únicamente la entrada de Modric consigue levantar una ovación unánime .Entonces, llega el tanto de Lamine Yamal, que significa la sentencia casi definitiva. Los pitos sustituyen a los aplausos y no son pocos los aficionados que, faltos de fe por una nueva machada, optan por abandonar el feudo blanco. La obra de arte de Raphinha pone el cuarto del Barcelona y provoca una desbandada de madridistas que se niegan a presenciar la humillación a la que están siendo sometidos hasta el final. Esta vez sí, la zona visitante se inunda de olés. Sánchez Martínez indica el final del clásico y la pitada de los madridistas, apenas dura unos segundos. La celebración azulgrana amenaza con mantenerse.
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