La presencia de Flavia Álvarez-Pedrosa Pruvost (Oviedo, 37 años) es todavía más fuerte y poderosa que sus ideas plasmadas en sus viñetas. Con una voz firme, un humor puntiagudo y privilegiado, y una sonora carcajada que enmarca su amplia sonrisa, Falvita Banana camina las calles de Oaxaca con los ojos bien abiertos y la mirada inquisitiva, pero amable. Se deja llevar por los ruidos que no paran en ningún momento en el gran Zócalo de la capital, que la recibe a ella y otras varias decenas de autores y autoras de todo el mundo en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO). Así, entre el polvo de las obras que no cesan en el centro, las personas que transitan, los cláxones a ratos desesperados y un constante murmullo de voces con micrófonos repartidas en distintos puntos del lugar, Flavita absorbe todo, y, aunque no piensa en dibujar nada por ahora, siente que lo que le rodea la nutre como a una planta el agua y la luz. La ilustradora española habla en esta conversación sobre sus dibujos y su evolución a través de ellos hacia un feminismo audaz y siempre en construcción, también sobre su experiencia en México.
Pregunta. ¿Quisiera saber si ya ha estado antes aquí en Oaxaca?
Respuesta. En Oaxaca es la primera vez. Estuve en México tres veces, pero en Ciudad de México y en Tampico.
P. ¿Tampico?
Sí, porque uno de mis mejores amigos, Manu, de Barcelona, es de Tampico, entonces unas Navidades yo no podía ir a Francia donde estaba mi familia y Manu me dijo: ven conmigo, vamos a ver a mi mamá y entonces fuimos primero a Cancún —que si no, por mí no hubiera ido nunca a Cancún, porque no es mi estilo de vacación—. Me sentí un poco incómoda, la verdad. Porque a mí todo lo que sea tener sirvientes, pues me incomoda, y todo el turismo exacerbado y tal, yo estoy más del lado de la crítica contra eso. Y ya de ahí nos fuimos a Tampico.
P. ¿Y qué le ha parecido Oaxaca, ahora que está acá por primera vez?
Yo antes de venir estaba en casa en un momento muy dulce, muy tranquilo. No miré nada, no sabía nada. Sabía que se comía muy bien porque me lo había dicho todo el mundo y que se bebía mezcal, aunque yo no bebo alcohol, y entonces fue llegar, y a la noche no vi nada, pero a la mañana salí y ¡ah, qué fantasía es esta! Yo pensaba que como iba a México, iría a un sitio como Ciudad de México y pensaba en que prefería estar en mi casa, en mi cama. Y aquí en Oaxaca puedo caminar, la vista no se me cansa porque no hay edificios enormes y la gente es muy amable, todo muy bien. Me gusta mucho.
P. ¿Y todo eso, creativamente le está dando ideas?
R. No, la verdad que cuando viajo no suelo tener muchas ideas porque estoy tan hipnotizada y recibo tanta información con todos los sentidos que no me pongo seria.
P. No sé si ha tenido oportunidad de hablar con más gente, con personas locales, escritores o ilustradoras de aquí.
R. Pues sí, ahora viniendo hacia aquí una chica por la calle me ha dicho ¿Tú eres Flavita Banana? Pero yo he venido a absorber de afuera para adentro. Yo tengo mucha tendencia a hablar con gente que no conozco en la calle y por ahora la persona que más información me ha dado de todo ha sido un señor que vendía figuritas de pajaritos pintaditos. Me pilló una de estas cabalgatas… o bueno, como una fiesta que pasa con gente con los globos enormes y tal, que perdona, pero duró tres horas. Y yo no lo lograba cruzar la calle que faltaba para el hotel porque pasaba aquello, entonces me quedé un poco atrapada y al lado tenía este señor y entonces como yo no entendía nada le pregunté y se le juntó un amigo e intentaron explicarme.
P. ¿Cómo es recibido su trabajo de este lado del Atlántico?
R. Es curioso, porque el libro que hay aquí es el primero, es uno que tiene siete años, entonces era un momento en que yo era mucho más cauta en mi mensaje, mucho más doméstica, hablaba de los temas internos: de ser mujer, de las relaciones de pareja, lo que me pasaba a mí en un tono de reafirmación feminista. Ahora soy una apisonadora, no me preocupo de que nadie le parezca bien o mal, pero creo que está bien porque precisamente esta furia feminista, vamos a decir, que aquí es más “suave” o menor… un libro como este le viene bien porque es más introductorio, entonces quien a lo mejor no esté muy convencida o convencido o desconocedor, igual con este libro puede andar descubriendo.
P. En una entrevista de hace unos meses usted decía que sí que se había politizado. ¿En qué momento fue eso y cuándo se dio cuenta de que era así?
R. Es bastante concreto el momento en que yo dije basta ya, ahora vas a hablar de todo, pero desde una óptica feminista. Fue a raíz de la muerte de Forges, el dibujante de EL PAÍS. Yo estaba dibujando para S Moda, el suplemento, y hacía cosas muy temáticas, muy “nosotras”, y de repente muere Forges y me llaman para decirme que yo soy la siguiente y que entonces mañana empiezo en el periódico. Me acuerdo de que pensé ¿cuál mando o qué envío? Y me acuerdo de buscar una que fuera de hombres, ¿sabes? Es decir, seria, universal, algo así como neutra. Busqué que fuera una viñeta que tuviera un trazo más duro, más fuerte. Y entonces a la tercera que tenía que mandar, de repente me paré y dije, ¿por qué estoy mandando las de feminismo a S Moda y las demás al periódico que yo considero de hombres? Me di cuenta de que, empezando por mí, hay una idea de que nosotras tenemos unos temas de los que hablar y los demás son para ellos.
P. Es una idea muy arraigada.
R. Pero es que si te fijas, las chicas que empiezan a dibujar y se abren un perfil de Instagram, todas sin excepción hablan de ser mujer. Los tipos empiezan a dibujar y se ponen a hacer superhéroes, a hablar de fútbol, política, tienen una seguridad en sí mismos, pero sobre todo, es como que el mundo es suyo y nosotras, sin embargo, solo creemos muchas veces que hay unos temas, unos muy pocos que esos sí que son los nuestros. Y no, tiene que haber mujeres que se dediquen a hablar de esos temas nuevos, y de toda la vida, pero la verdad que seguir dándole tantas vueltas a hacer libros o novelas gráficas sobre la menstruación, por ejemplo, que es como: ¿no será que nos estamos obligando a quedarnos ahí? A mí me gustaría que las chicas, sobre todo, pensaran que no es que yo me haya vuelto política, política, ya lo eres, los somos, pero yo he creído que mi opinión era válida. Esa es la diferencia.
P. Hace un momento dijo que tenía esta percepción de que tal vez no había esta “furia feminista” tan latente acá...
R. Yo creo que está concentrada, por lo que me han dicho y lo que he visto... Hay focos potentes, sí.
P. En Oaxaca hay problemas que pueden ser distintos a los que hay en Ciudad de México, por ejemplo; es más latente esa vulnerabilidad a la que están expuestas las mujeres o la población indígena, y a la vez hay una presencia cada vez mayor de extranjeros, aquí en la capital del Estado, ¿Cuál es su percepción sobre eso?
R. Yo soy partidaria de asumir la culpa públicamente y las veces que haga falta. Lo digo en este sentido, como visitante extranjera. Los errores que yo puedo cometer y estar revisándome constantemente y no cometerlos, es decir, que no haya por mi parte una superioridad moral respecto a ciertos comportamientos, salvo cuando ataquen a otros. Pero sí que trato de tener una postura de respeto y de intentar comprender al máximo y preguntar muchísimo. Esto me recuerda, por ejemplo, al hecho de que en la investidura de la presidenta [Claudia Sheinbaum] no invitara [al rey de] España. Y se ha levantado un debate bueno, no es un debate porque están todos de acuerdo en España cuando dicen: ‘¿Vas a tener que pedir perdón para siempre?...’ pues sí, es que no cuesta nada. Yo creo que hay una parte de mí cuando viene a América Latina, que me recuerdo constantemente que tengo que escuchar, entender, preguntar y no sacar mis conclusiones de blanca rica a la primera de cambio. Ayer tuve una charla en la que vinieron como 30 mujeres mexicanas bastante mayores, lectoras, y habían leído todas mi libro, entonces era charlar con ellas... bueno, el libro a la mierda. Les pedí que me contaran sobre ellas y claro, ves la realidad y pensé: tú te callas. Te callas porque tu feminismo que muchas veces blanquea, un feminismo de confort que no se enfrenta a grandes problemas, en mi caso, y que de repente ves que hay gente que es que, aunque quiera, no puede porque igual la matan, o por lo que sea... que ni a mi charla podría venir, a lo mejor. Y la única conclusión que tengo es que el gran mal es el patriarcado. Y ahí, tranquilos, señores, no estoy hablando de ustedes, estoy hablando de un sistema montado, en el que el éxito es siempre más arriba, más adelante, y más rápido.
P. ¿Cree que si España fuera gobernada por una mujer, su trabajo se transformaría o cambiaría de alguna forma?
R. No. Porque pienso, por ejemplo, en Meloni, en Italia. ¿Es una mujer? No creo que dependa de si es un hombre o mujer, sino de si es feminista. Esa es la clave, por eso es difícil. Sheinbaum no sé cómo es. No sé si alegrarme de que sea una mujer, porque no sé qué tipo de mujer es. No sé si es una mujer absolutamente patriarcal y entonces no me interesa. Pero bueno, a veces hay mujeres que son superpatriarcales porque las han forzado de todas las maneras a creer que así es como se hacen las cosas. El feminismo no es ‘Vivan las mujeres, muerte a los hombres’, no. Es cambiar el sistema. Este patriarcado, un pensar que tengo que tener cada vez más dinero en el banco, mi casa cada vez es más grande, y si la siguiente es más pequeña, es que he fracasado en la vida, tengo que hacer esto, lo otro. Es que no es así la vida.
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Pregunta. ¿Quisiera saber si ya ha estado antes aquí en Oaxaca?
Respuesta. En Oaxaca es la primera vez. Estuve en México tres veces, pero en Ciudad de México y en Tampico.
P. ¿Tampico?
Sí, porque uno de mis mejores amigos, Manu, de Barcelona, es de Tampico, entonces unas Navidades yo no podía ir a Francia donde estaba mi familia y Manu me dijo: ven conmigo, vamos a ver a mi mamá y entonces fuimos primero a Cancún —que si no, por mí no hubiera ido nunca a Cancún, porque no es mi estilo de vacación—. Me sentí un poco incómoda, la verdad. Porque a mí todo lo que sea tener sirvientes, pues me incomoda, y todo el turismo exacerbado y tal, yo estoy más del lado de la crítica contra eso. Y ya de ahí nos fuimos a Tampico.
P. ¿Y qué le ha parecido Oaxaca, ahora que está acá por primera vez?
Yo antes de venir estaba en casa en un momento muy dulce, muy tranquilo. No miré nada, no sabía nada. Sabía que se comía muy bien porque me lo había dicho todo el mundo y que se bebía mezcal, aunque yo no bebo alcohol, y entonces fue llegar, y a la noche no vi nada, pero a la mañana salí y ¡ah, qué fantasía es esta! Yo pensaba que como iba a México, iría a un sitio como Ciudad de México y pensaba en que prefería estar en mi casa, en mi cama. Y aquí en Oaxaca puedo caminar, la vista no se me cansa porque no hay edificios enormes y la gente es muy amable, todo muy bien. Me gusta mucho.
P. ¿Y todo eso, creativamente le está dando ideas?
R. No, la verdad que cuando viajo no suelo tener muchas ideas porque estoy tan hipnotizada y recibo tanta información con todos los sentidos que no me pongo seria.
P. No sé si ha tenido oportunidad de hablar con más gente, con personas locales, escritores o ilustradoras de aquí.
R. Pues sí, ahora viniendo hacia aquí una chica por la calle me ha dicho ¿Tú eres Flavita Banana? Pero yo he venido a absorber de afuera para adentro. Yo tengo mucha tendencia a hablar con gente que no conozco en la calle y por ahora la persona que más información me ha dado de todo ha sido un señor que vendía figuritas de pajaritos pintaditos. Me pilló una de estas cabalgatas… o bueno, como una fiesta que pasa con gente con los globos enormes y tal, que perdona, pero duró tres horas. Y yo no lo lograba cruzar la calle que faltaba para el hotel porque pasaba aquello, entonces me quedé un poco atrapada y al lado tenía este señor y entonces como yo no entendía nada le pregunté y se le juntó un amigo e intentaron explicarme.
P. ¿Cómo es recibido su trabajo de este lado del Atlántico?
R. Es curioso, porque el libro que hay aquí es el primero, es uno que tiene siete años, entonces era un momento en que yo era mucho más cauta en mi mensaje, mucho más doméstica, hablaba de los temas internos: de ser mujer, de las relaciones de pareja, lo que me pasaba a mí en un tono de reafirmación feminista. Ahora soy una apisonadora, no me preocupo de que nadie le parezca bien o mal, pero creo que está bien porque precisamente esta furia feminista, vamos a decir, que aquí es más “suave” o menor… un libro como este le viene bien porque es más introductorio, entonces quien a lo mejor no esté muy convencida o convencido o desconocedor, igual con este libro puede andar descubriendo.
P. En una entrevista de hace unos meses usted decía que sí que se había politizado. ¿En qué momento fue eso y cuándo se dio cuenta de que era así?
R. Es bastante concreto el momento en que yo dije basta ya, ahora vas a hablar de todo, pero desde una óptica feminista. Fue a raíz de la muerte de Forges, el dibujante de EL PAÍS. Yo estaba dibujando para S Moda, el suplemento, y hacía cosas muy temáticas, muy “nosotras”, y de repente muere Forges y me llaman para decirme que yo soy la siguiente y que entonces mañana empiezo en el periódico. Me acuerdo de que pensé ¿cuál mando o qué envío? Y me acuerdo de buscar una que fuera de hombres, ¿sabes? Es decir, seria, universal, algo así como neutra. Busqué que fuera una viñeta que tuviera un trazo más duro, más fuerte. Y entonces a la tercera que tenía que mandar, de repente me paré y dije, ¿por qué estoy mandando las de feminismo a S Moda y las demás al periódico que yo considero de hombres? Me di cuenta de que, empezando por mí, hay una idea de que nosotras tenemos unos temas de los que hablar y los demás son para ellos.
P. Es una idea muy arraigada.
R. Pero es que si te fijas, las chicas que empiezan a dibujar y se abren un perfil de Instagram, todas sin excepción hablan de ser mujer. Los tipos empiezan a dibujar y se ponen a hacer superhéroes, a hablar de fútbol, política, tienen una seguridad en sí mismos, pero sobre todo, es como que el mundo es suyo y nosotras, sin embargo, solo creemos muchas veces que hay unos temas, unos muy pocos que esos sí que son los nuestros. Y no, tiene que haber mujeres que se dediquen a hablar de esos temas nuevos, y de toda la vida, pero la verdad que seguir dándole tantas vueltas a hacer libros o novelas gráficas sobre la menstruación, por ejemplo, que es como: ¿no será que nos estamos obligando a quedarnos ahí? A mí me gustaría que las chicas, sobre todo, pensaran que no es que yo me haya vuelto política, política, ya lo eres, los somos, pero yo he creído que mi opinión era válida. Esa es la diferencia.
P. Hace un momento dijo que tenía esta percepción de que tal vez no había esta “furia feminista” tan latente acá...
R. Yo creo que está concentrada, por lo que me han dicho y lo que he visto... Hay focos potentes, sí.
P. En Oaxaca hay problemas que pueden ser distintos a los que hay en Ciudad de México, por ejemplo; es más latente esa vulnerabilidad a la que están expuestas las mujeres o la población indígena, y a la vez hay una presencia cada vez mayor de extranjeros, aquí en la capital del Estado, ¿Cuál es su percepción sobre eso?
R. Yo soy partidaria de asumir la culpa públicamente y las veces que haga falta. Lo digo en este sentido, como visitante extranjera. Los errores que yo puedo cometer y estar revisándome constantemente y no cometerlos, es decir, que no haya por mi parte una superioridad moral respecto a ciertos comportamientos, salvo cuando ataquen a otros. Pero sí que trato de tener una postura de respeto y de intentar comprender al máximo y preguntar muchísimo. Esto me recuerda, por ejemplo, al hecho de que en la investidura de la presidenta [Claudia Sheinbaum] no invitara [al rey de] España. Y se ha levantado un debate bueno, no es un debate porque están todos de acuerdo en España cuando dicen: ‘¿Vas a tener que pedir perdón para siempre?...’ pues sí, es que no cuesta nada. Yo creo que hay una parte de mí cuando viene a América Latina, que me recuerdo constantemente que tengo que escuchar, entender, preguntar y no sacar mis conclusiones de blanca rica a la primera de cambio. Ayer tuve una charla en la que vinieron como 30 mujeres mexicanas bastante mayores, lectoras, y habían leído todas mi libro, entonces era charlar con ellas... bueno, el libro a la mierda. Les pedí que me contaran sobre ellas y claro, ves la realidad y pensé: tú te callas. Te callas porque tu feminismo que muchas veces blanquea, un feminismo de confort que no se enfrenta a grandes problemas, en mi caso, y que de repente ves que hay gente que es que, aunque quiera, no puede porque igual la matan, o por lo que sea... que ni a mi charla podría venir, a lo mejor. Y la única conclusión que tengo es que el gran mal es el patriarcado. Y ahí, tranquilos, señores, no estoy hablando de ustedes, estoy hablando de un sistema montado, en el que el éxito es siempre más arriba, más adelante, y más rápido.
P. ¿Cree que si España fuera gobernada por una mujer, su trabajo se transformaría o cambiaría de alguna forma?
R. No. Porque pienso, por ejemplo, en Meloni, en Italia. ¿Es una mujer? No creo que dependa de si es un hombre o mujer, sino de si es feminista. Esa es la clave, por eso es difícil. Sheinbaum no sé cómo es. No sé si alegrarme de que sea una mujer, porque no sé qué tipo de mujer es. No sé si es una mujer absolutamente patriarcal y entonces no me interesa. Pero bueno, a veces hay mujeres que son superpatriarcales porque las han forzado de todas las maneras a creer que así es como se hacen las cosas. El feminismo no es ‘Vivan las mujeres, muerte a los hombres’, no. Es cambiar el sistema. Este patriarcado, un pensar que tengo que tener cada vez más dinero en el banco, mi casa cada vez es más grande, y si la siguiente es más pequeña, es que he fracasado en la vida, tengo que hacer esto, lo otro. Es que no es así la vida.
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