Reva_Baumbach
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Si los espectáculos de La Veronal destacan, entre otras cosas, por el complejo magma de disciplinas artísticas que, junto con la danza, conviven en escena, Firmamento, último trabajo de la agrupación catalana, se alza más representativo que ninguno en este sentido. Múltiples capas de lecturas, hilvanadas en una sobre estimulación visual, se superponen en la obra. Existe un propósito muy claro para ello que cumple la máxima principal del espectáculo: que se trata de un trabajo que habla de la adolescencia (la de su creador, claro) y que está dirigido a los adolescentes.
Se agradece, en ese sentido, el hecho de que no se haya caído en fórmulas actuales que gobiernan la vida de los más jóvenes y que suelen estar materializadas en plataformas como TikTok. En lugar de eso, Marcos Morau, creador de la pieza junto a los seis bailarines, ha ido algo más allá (o más abajo, por la profundidad de la obra), quedándose con lo que gobierna la mente de cualquier adolescente. Hablamos del descubrimiento, de la sobreestimulación, de la adquisición de la curiosidad y del caos de una edad en la que convive la despedida de la infancia y el advenimiento de la juventud.
El anime japonés y la ciencia ficción arman el contexto, escenografía y atmósfera de Firmamento. Sin duda, se trata de otro acierto, por la capacidad con la que estas dos herramientas se distribuyen en las diferentes imágenes y pueblan de belleza y desconcierto la escena, como ocurre, habitualmente, en la mente de cualquier adolescente. También hay elementos propios de la cultura de los noventa, ordenados en una especie de cajón-artefacto, que preside el decorado de una primera parte del montaje y que respira el espíritu cinematográfico de todas las obras de La Veronal, aquí con aires de Stranger Things.
Destaca la validez con la que escenografía, espacio sonoro, dispositivo audiovisual e iluminación (también clave, tal vez algo sombría de más durante los primeros quince minutos) se empastan con los movimientos de Àngela Boix, Jon López, Núria Navarra, Lorena Nogal, Marina Rodríguez y Shay Partush, los intérpretes de la pieza, que medio humanos medio caricaturas, se desenvuelven en el característico KOVA, lenguaje desarrollado por esta agrupación y que deja el movimiento fragmentado y enigmático de unos cuerpos exigentes. Unos y otros quedan vinculados de un modo realmente sistemático, componiendo un universo que es realismo y ensoñación a un tiempo.
Sin querer desvelar demasiado de los numerosos componentes sorprendentes que atraviesan Firmamento, destaca la presencia de un muñeco manipulado por los bailarines, que puede ser la voz de un pasado o un futuro, según se mire, y un texto, que firman Carmina S. Belday y Pablo Gisbert, que suma al espectáculo una importante cuota de poesía.
Desde su estreno en el pasado Festival Grec y tras su paso por el Festival Temporada Alta de Girona (al que se refiere esta crítica), se ha debatido sobre si esta obra captará realmente la atención del público adolescente actual. Sin duda, sería fabuloso y la intención está, solo que no de una manera obvia o esperada. Morau se ha servido de la imaginación (la que le ha impulsado a crearlo y la que puede desbocar en el espectador más joven) para armar un espectáculo desbordante y esperanzador. Yo llevaría a mis sobrinos.
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Se agradece, en ese sentido, el hecho de que no se haya caído en fórmulas actuales que gobiernan la vida de los más jóvenes y que suelen estar materializadas en plataformas como TikTok. En lugar de eso, Marcos Morau, creador de la pieza junto a los seis bailarines, ha ido algo más allá (o más abajo, por la profundidad de la obra), quedándose con lo que gobierna la mente de cualquier adolescente. Hablamos del descubrimiento, de la sobreestimulación, de la adquisición de la curiosidad y del caos de una edad en la que convive la despedida de la infancia y el advenimiento de la juventud.
También hay elementos propios de la cultura de los noventa, ordenados en una especie de cajón-artefacto
El anime japonés y la ciencia ficción arman el contexto, escenografía y atmósfera de Firmamento. Sin duda, se trata de otro acierto, por la capacidad con la que estas dos herramientas se distribuyen en las diferentes imágenes y pueblan de belleza y desconcierto la escena, como ocurre, habitualmente, en la mente de cualquier adolescente. También hay elementos propios de la cultura de los noventa, ordenados en una especie de cajón-artefacto, que preside el decorado de una primera parte del montaje y que respira el espíritu cinematográfico de todas las obras de La Veronal, aquí con aires de Stranger Things.
Destaca la validez con la que escenografía, espacio sonoro, dispositivo audiovisual e iluminación (también clave, tal vez algo sombría de más durante los primeros quince minutos) se empastan con los movimientos de Àngela Boix, Jon López, Núria Navarra, Lorena Nogal, Marina Rodríguez y Shay Partush, los intérpretes de la pieza, que medio humanos medio caricaturas, se desenvuelven en el característico KOVA, lenguaje desarrollado por esta agrupación y que deja el movimiento fragmentado y enigmático de unos cuerpos exigentes. Unos y otros quedan vinculados de un modo realmente sistemático, componiendo un universo que es realismo y ensoñación a un tiempo.
Sin querer desvelar demasiado de los numerosos componentes sorprendentes que atraviesan Firmamento, destaca la presencia de un muñeco manipulado por los bailarines, que puede ser la voz de un pasado o un futuro, según se mire, y un texto, que firman Carmina S. Belday y Pablo Gisbert, que suma al espectáculo una importante cuota de poesía.
Desde su estreno en el pasado Festival Grec y tras su paso por el Festival Temporada Alta de Girona (al que se refiere esta crítica), se ha debatido sobre si esta obra captará realmente la atención del público adolescente actual. Sin duda, sería fabuloso y la intención está, solo que no de una manera obvia o esperada. Morau se ha servido de la imaginación (la que le ha impulsado a crearlo y la que puede desbocar en el espectador más joven) para armar un espectáculo desbordante y esperanzador. Yo llevaría a mis sobrinos.
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‘Firmamento’: ciencia ficción y anime, en la mente de un adolescente
El creador valenciano Marcos Morau indaga en su propia adolescencia para la creación de una obra que desborda imaginación y encierra entresijos de lectura
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