Hace unos días Mario Vargas Llosa volvió al bar La Catedral, en Lima. Fue allí a buscar —dijo su hijo Álvaro— los fantasmas del zambo Ambrosio y Zabalita, el hombre que una vez se preguntó: «¿En qué momento se jodió el Perú?». De aquello hace más de medio siglo, un tiempo en el que esa frase ha resonado en medio mundo, lejísimos de sus fronteras geográficas y literarias. Hoy el Nobel es ya el último gran exponente del ‘boom’, hallazgo editorial que resume no solo el éxito de la literatura latinoamericana, sino también el puente (cultural) que unió las dos orillas del español el siglo pasado. Ahora que se celebra la FIL de Guadalajara, la gran fiesta del libro hispano, que en esta edición lleva por lema ‘Camino de ida y vuelta’, la pregunta es inevitable: ¿cómo están funcionando las rutas literarias entre las dos orillas? «Hay un tópico que no se deja de repetir, y es que somos países separados por el mismo idioma. Pero no es verdad. El grado de intercambio cultural y de conocimiento entre las distintas literaturas del mundo hispano es mucho mayor de lo que parece», asevera Daniel Fernández , director de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). «La primera FIL se celebró en 1987. Desde entonces ese intercambio cultural se ha hecho mucho más vivaz —afirma, por su parte, Andrés Ramírez , director editorial de Penguin Random House en México—. Hay varios factores que han contribuido a esto, como el impulso de la industria editorial por abarcar más espacio y mercado, o la cada vez más fuerte presencia de autores que logran conectar con diferentes públicos. Hay una nueva generación de escritores que han crecido también con otras herramientas que no tuvieron sus colegas que vinieron después del ‘boom’, que son los agentes literarios: ha habido una explosión de agentes en los últimos años. Eso ha sido muy importante. Pero es cierto que todavía hay mucho margen de mejora». Entre esas carencias está la de las infraestructuras para conectar los distintos países del continente. « Es absurdo comparar España con Latinoamérica; sería como comparar Colombia y Europa», subraya Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma, un sello con veinticinco años de historia que ha creado su propia red de distribución en esta constelación de países. «Vendemos en todos los países de Latinoamérica, excepto en Cuba y Venezuela. ¡Incluso vendo en Nicaragua! Y por mi experiencia puedo decir que lo que falla son los canales de venta. Tiene que ver con los transportes, las dificultades fiscales, políticas… Así que hoy es más fácil llevar un libro de Madrid a Quito que de Bogotá a Quito». Es algo que confirma Germán Touza, editor de Ampersand, con sede en Buenos Aires y Madrid. «Es muy difícil el comercio interno acá, hay muchas dificultades. Es mucho más fácil exportar desde España que desde Argentina». ¿Por qué? «Complicaciones aduaneras, trabas burocráticas…». Ahí, aseguran varios editores, hay una oportunidad de negocio para España.Cien autores potentesSegún el último informe de Comercio Interior y Exterior del Libro en España de la FGEE, las ventas en el exterior de la industria editorial española ascendieron en 2023 a los 376 millones de euros, lo que supone un 13,2% de las ventas totales. Iberoamérica, claro, es el principal destino de las exportaciones, y México, el país que más libros españoles compra, por valor de 63 millones de euros (un 56,7% del total). «Nosotros empezamos a trabajar hace veintidós años, y la realidad de entonces, y en parte la de ahora, es que había mucho comercio de España a América pero no al contrario. Y para solucionarlo decidimos abrir una filial en Madrid , porque antes teníamos los derechos mundiales de algunos libros que solo podíamos distribuir en España en editoriales contadas, como La Central o Cálamo», cuenta Eduardo Rabasa, de Sexto Piso. «Hay varias editoriales que han hecho esto, como Caja Negra, Almadía, Ediciones Godot, Eterna Cadencia… Para estar en el mundo del libro hay que estar en España». «Los puentes entre los países latinoamericanos son débiles: esto es cierto. Aunque hay una nueva generación de escritores latinoamericanos que están generando una nueva dinámica, facilitando las cosas», apunta Andrés Ramírez. Se refiere a autores como Emiliano Monge, Cristina Rivera Garza, Lina Meruane, Mariana Enríquez , Fernanda Trías o Antonio Ortuño , entre muchos otros: «Hay un centenar de autores muy potentes». Muchos de ellos se distribuyen a través de España. «Se han creado unos lazos entre países, y hay fenómenos que triunfan sin importar las fronteras, pero parece que todo tiene que pasar por la aduana española», recalca Casamayor. Él subraya el caso de Mónica Ojeda: su obra ‘Las voladoras’ se imprimió en Uruguay, Argentina, Colombia y México, y llegó a todo el continente, donde vendió dieciocho ediciones de más de mil ejemplares cada una. Sin embargo, en este intercambio hay una discusión interminable , y es la de la balanza literaria: en qué dirección es más fácil vender. Casamayor lo tiene claro: «Los autores españoles en América, salvo excepciones contadas, no tienen una movilidad de ventas que valga la pena, y lo he intentado. Es más fácil lanzar autores latinoamericanos en España». Las excepciones, precisa, son los grandes nombres: Irene Vallejo («un fenómeno inusual y maravilloso, no había visto nada igual salvo con Mariana Enríquez»), Arturo Pérez-Reverte , Luis García Montero, María Dueñas, Rosa Montero… «Y Alana S. Portero está funcionando muy bien aquí, es otra grata sorpresa». Andrés Ramírez matiza: «Yo no lo veo tan claro. Acá conocemos a los grandes autores de España, aunque otros no alcanzan a llegar y son un buen trecho». Ha habido una explosión de agentes literarios en los últimos años, y hay margen de mejoraY Ezra Alcazar, del Fondo de Cultura Económico, vuelve a complicar la ecuación: «Llegan más españoles acá que mexicanos allá. Y no llegan nuevas voces. Yo creo que es responsabilidad de los editores. Nos estamos perdiendo voces por no ser famosas o no tener grandes promociones». El escritor tapatío Antonio Ortuño explica el embrollo: «Numéricamente tiene mucho mayor poder la industria editorial española, y eso también abre la puerta a que haya más autores latinoamericanos publicados allá; desde luego las estrellas literarias, pero también otro tipo de autores, más de nicho o más jóvenes, que no tienen ese gancho popular. Y acá, en cambio, la mayoría de los escritores españoles que nos llegan son los que han sido elegidos por las grandes editoriales. Hay pocos españoles publicados en independientes acá. En este caso perjudica a los escritores españoles que, si no son superestrellas, si no son Irene Vallejo o Pérez-Reverte, les cuesta más trabajo llegar». Además, insiste, hay otro elemento a tener en cuenta. « Hay muchísimos latinoamericanos viviendo en España: eso es otro punto, porque a fin de cuentas, aunque sean latinoamericanos, forman parte del ecosistema literario, cultural y editorial de España». ¿Qué voces nos estamos perdiendo? Aquí van algunos nombres: la uruguaya Tamara Silva (la publicará Páginas de Espuma en 2025), el mexicano Luis Felipe Apuesto (lo editó Sexto Piso, pero no funcionó en España), Jorge Ibargüengoitia, también mexicano («está publicado pero no tiene el reconocimiento que merece, es nuestro Mendoza»), el poeta chileno Juan Elmar, ya fallecido, como la tapatía Guadalupe Dueñas o el colombiano Andrés Caicedo, que no dejaron huella en nuestro país. Esta edición lleva por lema ‘Camino de ida y vuelta’, la pregunta es inevitable: ¿cómo están funcionando las rutas literarias entre las dos orillas? Con todo, Ortuño opina que el radar está funcionando: «Ustedes son muy autocríticos a veces y piensan que lo hacen todo mal, pero hay muchos jóvenes autores que he descubierto en esta feria o en otras y al poco tiempo brincan a España, como Franco Félix, que es uno de los mejores autores jóvenes mexicanos, o Michel Nieva, también estupendo. Hay mucha gente allá que está pendiente de lo que pasa en América Latina».En este intercambio cultural hay otro factor, y es económico. «Aquí los libros españoles siguen llegando a precios españoles. En este camino de ida y vuelta el problema es el precio», lamenta Ezra Alcázar. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (Inegi), la mayor parte de los mexicanos reciben un salario promedio de 7.380 pesos al mes, es decir, unos 350 euros. «Son precios carísimos para México. El problema es que no se imprime aquí. Por eso nosotros buscamos hacer coediciones y así bajar los precios. De hecho, tenemos una colección que se llama Vientos del Pueblo, y cada ejemplar sale a 20 pesos [algo menos de un euro]. Y luego tenemos la Colección popular, donde publicamos libros pequeños a menos de 100 pesos [menos de cinco euros] y grandes a menos de 200 [nueve euros]», cuenta. También tienen un proyecto de coediciones para hacer lo mismo. «Ya las hacemos con Hoja de Plata y Capitán Swing, entre otras: compartimos costes y mejoramos los precios. Y lo queremos hacer con Edhasa… El objetivo es crear lectores». «Estamos trabajando ello. En Edhasa ya hemos impreso en México y Argentina. Además, en México participamos en la distribuidora Ladolibro. El mercado mexicano tiene dos velocidades. Nuestros libros son caros de producir, ya solo por el formato: tapa dura, cinta, cubierta, sobrecubierta, buen papel… Estaría bien potenciar el sello a precios más asequibles, sí, lo estamos estudiando. Hay que adaptarse a cada país », afirma Daniel Fernández, que también es editor de Edhasa. Aunque él no cree que eso sea la solución a todos los problemas.El factor precio«El precio es un factor, pero no el único. Me atrevería a decir que una hipotética bajada radical de los precios para México supondría un aumento de ventas de un 5 o 10%. Hay que mejorar los índices de lectura en México, y para eso lo importante son las bibliotecas y los planes de lectura», sostiene. Según el último informe de Inegi, en 2024 solo el 70% de la población alfabeta de 18 años y más declaró haber leído libros, revistas, periódicos, historietas, páginas de Internet, foros o blogs. Un 15% menos que en el año pasado. Y de esa población lectora, solo el 42% lee libros. La FIL no puede revertir lo que no hace el sistema educativo mexicano. La FIL no puede revertir que la gente no lea libros. México no es un país lector, por más que las autoridades lo digan y la gente lo perjure. Somos 130 millones de habitantes y con eso da para que haya suficientes lectores para mantener una industria editorial y sellos independientes, pero no tenemos lectores al nivel de la población», suspira Ortuño. La pregunta, claro, nunca fue ‘cuándo se jodieron las cosas’, sino cuándo se arreglarán. O si es que lo harán algún día.
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