lebsack.alexis
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La reciente Feria de San Miguel de Sevilla ha sido un rotundo éxito de público: dos corridas con llenos de no hay billetes y una tercera con algún hueco imperceptible. Se han cortado seis orejas, Alejandro Talavante salió a hombros por la Puerta del Príncipe, Borja Jiménez confirmó su línea ascendente y volvió a fallar en la suerte suprema, se despidió sin gloria Pablo Hermoso de Mendoza, fue una bendición el toreo de capa de Juan Ortega y Pablo Aguado, y, de nuevo, Daniel Luque se erigió como el torero más en forma, el más poderoso, el mejor lidiador.
El público se lo pasó en grande; solo el mal juego del ganado impidió que se concedieran más trofeos, pero en el ánimo de los tendidos y del palco presidencial estaba claro que los pañuelos blancos lucían con facilidad a los cuatro vientos.
Pero una feria de tanto arraigo como la de San Miguel y el prestigio de la plaza de La Maestranza bien merecen un breve análisis más allá de la generosidad de unos y otros.
Es el público el que, hoy por hoy, mantiene la fiesta de los toros a pesar de los ataques que esta recibe por todos los flancos; pero esos espectadores traen consigo aires de cambios profundos que afectan a la seriedad, la pureza y la integridad de la tauromaquia. Y no es una intención premeditada, sino su profundo desconocimiento, sus ardientes deseos de diversión, su necesidad de pasarlo bien y de justificar así el alto precio de las entradas es lo que empuja la fiesta de los toros hacia derroteros hasta ahora desconocidos.
Pero eso podría arreglarlo la autoridad… No. Y por dos motivos.
El primero porque la única preocupación de los políticos que nombran a los presidentes es el recreo del público, que la gente acuda a las plazas y se lo pase bien; y en segundo lugar, porque la norma vigente, en este caso el Reglamento Taurino de Andalucía, aprobado en 2006, señala, por ejemplo, que la primera oreja depende de la petición mayoritaria de los tendidos; pero, claro, eso era cuando aún había aficionados que, de alguna manera, dirigían al resto de los espectadores.
Hoy ha cambiado el público, pero no la norma, de modo que si la mayoría solicita un trofeo, aunque no sea merecido, el presidente está obligado a sacar el pañuelo.
¿Y la segunda? ¿No es la segunda oreja potestad del palco? ¿Y la presentación -el trapío, que se decía antes- de los toros no sigue siendo competencia exclusiva del equipo dirigente?
La Feria de San Miguel ha demostrado que los presidentes tratan de adaptarse a la nueva situación abrazando la generosidad y olvidándose de la exigencia de antaño.
El toro que, en líneas generales, ha salido este septiembre por los chiqueros ha estado muy por debajo de lo que exige una plaza de primera; pero nadie ha osado protestar ninguno de ellos, es verdad. Y la segunda oreja que se le concedió a Talavante abarató la labor del torero, pero toda la plaza lo celebró.
Es decir, el reglamento está obsoleto, pero los presidentes prefieren sumarse a la corriente triunfalista y huir de los problemas que podría acarrearles una actitud más severa.
Sucede, sin embargo, que la Junta de Andalucía decidió hace unos meses modificar la normativa taurina autonómica y adaptarla a los nuevos tiempos; así, el pasado 25 de septiembre, el Consejo de Asuntos Taurinos de Andalucía, que integra a representantes del sector, aprobó por unanimidad la nueva redacción que recoge, entre otros apartados, la creación de un registro de presidentes, la simplificación administrativa para agilizar la autorización de los espectáculos taurinos, la regulación de los tentaderos públicos, mejoras en la devolución del importe de las entradas, la eliminación del sorteo de las reses en determinados festejos, etc. Pero no se modifica una coma de todo lo referente a la concesión de trofeos, que queda como está.
Y el consejero andaluz de Interior, Antonio Sanz, ha recalcado que este Reglamento, que puede ser aprobado por el Consejo de Gobierno a principios de 2025, “es un importante hito que va a ser modelo para toda España, puesto que es un texto normativo de referencia”.
En una palabra, el nuevo Reglamento no acomete el problema de fondo de los toros en estos tiempos, cuál es la integridad del ganado y la exigencia de la autoridad para educar a los públicos.
Por cierto, en esta Feria de San Miguel varios picadores han sido largamente aplaudidos en su recorrido de vuelta hasta el patio de cuadrillas. Todos han contado con el beneplácito del público por no picar. Así, como suena.
Ese es el más claro síntoma de la situación de la fiesta de los toros; y si sucede en La Maestranza, mejor no pensar lo que harán los picadores en las demás.
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El público se lo pasó en grande; solo el mal juego del ganado impidió que se concedieran más trofeos, pero en el ánimo de los tendidos y del palco presidencial estaba claro que los pañuelos blancos lucían con facilidad a los cuatro vientos.
El Consejo de Asuntos Taurinos de Andalucía ha aprobado un nuevo reglamento que no afronta el problema de fondo de la fiesta de los toros en 2024
Pero una feria de tanto arraigo como la de San Miguel y el prestigio de la plaza de La Maestranza bien merecen un breve análisis más allá de la generosidad de unos y otros.
Es el público el que, hoy por hoy, mantiene la fiesta de los toros a pesar de los ataques que esta recibe por todos los flancos; pero esos espectadores traen consigo aires de cambios profundos que afectan a la seriedad, la pureza y la integridad de la tauromaquia. Y no es una intención premeditada, sino su profundo desconocimiento, sus ardientes deseos de diversión, su necesidad de pasarlo bien y de justificar así el alto precio de las entradas es lo que empuja la fiesta de los toros hacia derroteros hasta ahora desconocidos.
Pero eso podría arreglarlo la autoridad… No. Y por dos motivos.
El primero porque la única preocupación de los políticos que nombran a los presidentes es el recreo del público, que la gente acuda a las plazas y se lo pase bien; y en segundo lugar, porque la norma vigente, en este caso el Reglamento Taurino de Andalucía, aprobado en 2006, señala, por ejemplo, que la primera oreja depende de la petición mayoritaria de los tendidos; pero, claro, eso era cuando aún había aficionados que, de alguna manera, dirigían al resto de los espectadores.
Hoy ha cambiado el público, pero no la norma, de modo que si la mayoría solicita un trofeo, aunque no sea merecido, el presidente está obligado a sacar el pañuelo.
¿Y la segunda? ¿No es la segunda oreja potestad del palco? ¿Y la presentación -el trapío, que se decía antes- de los toros no sigue siendo competencia exclusiva del equipo dirigente?
La Feria de San Miguel ha demostrado que los presidentes tratan de adaptarse a la nueva situación abrazando la generosidad y olvidándose de la exigencia de antaño.
El toro que, en líneas generales, ha salido este septiembre por los chiqueros ha estado muy por debajo de lo que exige una plaza de primera; pero nadie ha osado protestar ninguno de ellos, es verdad. Y la segunda oreja que se le concedió a Talavante abarató la labor del torero, pero toda la plaza lo celebró.
Es decir, el reglamento está obsoleto, pero los presidentes prefieren sumarse a la corriente triunfalista y huir de los problemas que podría acarrearles una actitud más severa.
Talavante salió por la Puerta del Príncipe, pero el torero que ha dejado huella ha sido Daniel Luque
Sucede, sin embargo, que la Junta de Andalucía decidió hace unos meses modificar la normativa taurina autonómica y adaptarla a los nuevos tiempos; así, el pasado 25 de septiembre, el Consejo de Asuntos Taurinos de Andalucía, que integra a representantes del sector, aprobó por unanimidad la nueva redacción que recoge, entre otros apartados, la creación de un registro de presidentes, la simplificación administrativa para agilizar la autorización de los espectáculos taurinos, la regulación de los tentaderos públicos, mejoras en la devolución del importe de las entradas, la eliminación del sorteo de las reses en determinados festejos, etc. Pero no se modifica una coma de todo lo referente a la concesión de trofeos, que queda como está.
Y el consejero andaluz de Interior, Antonio Sanz, ha recalcado que este Reglamento, que puede ser aprobado por el Consejo de Gobierno a principios de 2025, “es un importante hito que va a ser modelo para toda España, puesto que es un texto normativo de referencia”.
En una palabra, el nuevo Reglamento no acomete el problema de fondo de los toros en estos tiempos, cuál es la integridad del ganado y la exigencia de la autoridad para educar a los públicos.
Por cierto, en esta Feria de San Miguel varios picadores han sido largamente aplaudidos en su recorrido de vuelta hasta el patio de cuadrillas. Todos han contado con el beneplácito del público por no picar. Así, como suena.
Ese es el más claro síntoma de la situación de la fiesta de los toros; y si sucede en La Maestranza, mejor no pensar lo que harán los picadores en las demás.
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