kelly.parker
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Para buena parte de los que toman decisiones en Sumar o Más Madrid, es mucho más grave pasarte un día con una chica/o que pasarte años esnifando perico sin que eso afecte a tus capacidades sociales y laborales. «Lo está dejando», «está en terapia», «ya no se pone tanto...»; esas son el tipo de cosas que se dicen sobre uno de los últimos caídos de los que vinieron a regenerar la política española. Lo cierto es que no deja de sorprenderme que todo el entorno del expolítico conociera de sus adicciones pero que nadie le apartara de sus responsabilidades. Al fin y al cabo, no debe ser el único que sabe pintar una tecla en el escenario de la sociedad actual, así en general.Uno de los grandes efectos que produce en las personas el consumo de cocaína es el deterioro del control cognitivo. Raya a raya se va reduciendo la actividad del córtex prefrontal, que afecta la capacidad de tomar decisiones racionales y aumenta la propensión de conductas impulsivas y de riesgo. Véase, por ejemplo, esa presunta actitud de poner el pestillo y sacarse el miembro viril. Pero el problema no se queda dentro de la habitación. La cosa es mucho más aterradora realmente. El consumo periódico o crónico de esa sustancia termina por deformar y atrofiar el propio córtex prefrontal, reduce su volumen y densidad, lo que termina por hacer imposible adaptarse a cualquier situación. Pero también arrasa con la empatía que un consumidor puede sentir por el resto, ya sean sus amigos, sus familiares o personas cercanas al yoncarra. También hay numerosos estudios que demuestran el incremento de comportamientos egocéntricos que reducen la atención hacia los sentimientos de los demás. El consumidor crónico de cocaína cada vez tiene menos empatía con su entorno. Todo es suyo y los demás han venido a ponerle zancadillas. El mundo está en deuda con ellos. Pero en este punto aparece un comportamiento humano que parece cerrar el ciclo. Porque esa falta de empatía en realidad se vuelve en su contra cuando el cocainómano es una especie de gallina de los huevos de oro. En el caso del expolítico en cuestión, si todo su entorno sabía de qué pie cojeaba, ¿por qué nadie le ayudó realmente a salir de las adicciones? Sencillamente, porque a su lado se ganaba dinero. Había sueldos. Cuántas veces hemos visto la triste historia de algún músico o actor que llevaba una vida de excesos y adicciones que termina irremediablemente fatal. ¿Por qué las personas que estaban cerca no ponían fin a esa forma de matarse en vida? Mientras uno pudiera seguir trincando, que se matara es casi lo de menos. Pobre sí, pero que a mí no me falte. No deja de ser trágico que un consumidor de cocaína, como de cualquier otra sustancia adictiva destructiva, esté al final rodeado de personas que sienten la misma antipatía que la que demuestra el consumidor hacia ellos. Puede que, al final, el ser humano sea mucho más perro que persona. Pero es muy posible que, si no hubiera sido un adicto tampoco hubiera sido un presunto acosador . Aunque venda más el #MeToo que el #Melometotó.
Alfonso J. Ussía: ¿Farlopero o acosador?
Si no hubiera sido un adicto tampoco hubiera sido un presunto acosador
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