wilderman.tressie
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Clara Nubiola (Barcelona, 48 años) salió de Sant Gervasi cuando cumplió los 20 para encerrarse en el centro de la ciudad. Casi tres décadas después, sigue enamorada de Barcelona, la ciudad que no puede dejar de “patear” ―libreta en mano― y observar con curiosidad. “El otro día baje del pueblo con mis hijos, estábamos en plaza Catalunya y les pregunté si les agobiaba el centro”, cuenta, “me chifla Barcelona, pero añoro su versión de los 90, sin tanta gente. Ahora mismo, ninguna ciudad europea tiene esta densidad, propia de Nueva York o de un país asiático”, añade. Nubiola fusiona la crítica y admiración por la capital catalana en Pasea y Ojea (Libros del K.O., 2024), el monográfico ilustrado, con el que propone tres paradas indispensables de la “antiruta” turística de Barcelona.
Guarde el móvil en sus bolsillos, abra bien los ojos y fine el oído. La “antiruta” está a punto de comenzar. Salida: Portal de l’Àngel, siguiendo ronda de Sant Pere y atravesando la plaza de Urquinaona. Destino: calle Trafalgar. Allí, en medio de dos hoteles, está―”desde siempre”― el Café de Miquel, un local que, en los últimos años, ha optado por modernizar su terraza. “Este bambú es superior a todas mis fuerzas”, bromea Nubiola.
Un solo con hielo y un cortado ascienden a la friolera cantidad de 3,50 euros. Pese a su céntrica ubicación, el Café de Miquel mantiene los precios de barrio y rechaza las tarifas turísticas de las grandes cadenas que han conquistado el centro. Pero este bar de toda la vida sí se ha sumado a la vida moderna, optando por una remodelación de la terraza―formada por dos mesas―que Pasea y Ojea califica como Hawäianisher: un par de paneles de bambú del Leroy Merlin―“marroncito tirando a claro”―transforman la parada para el café en unas vacaciones en Honolulu. La recepción del público, según Nubiola: “Siempre mirará de reojo sin acabar de entender a qué viene esa chorrada, Miquel”.
Nubiola intenta alzar la voz por encima de los golpes de cacerola que da la guía turística que sale del hotel. “Soy superdefensora de los ‘bares Manolo’ de toda la vida y ya no quedan. Necesitan relevo generacional y, sí, quizás adaptarse a los nuevos tiempos pero sin perder su esencia genuina. Muchos de ellos estropean su imagen poniendo una lámina gris de madera del Leroy Merlin que, no sé por qué, asocian a esa idea de modernidad”. Tenemos que defender el bar de barrio antes de que se pierdan y nos quedemos solo con grandes cadenas de cafés carísimos.
Pasea y Ojea recomienda encarecidamente el mejor piso turístico que ofrece en Barcelona la plataforma Airbnb: nada más y nada menos que una habitación en el mismo Arc del Triomf, “no me podrán negar las buenas vistas”, comenta Nubiola. Este anuncio ilustra cómo los pisos turísticos se han convertido en una plaga en el centro de una ciudad donde, a principios de julio, miles de vecinos inundaban las calles al grito de “Tourism kills the city”. “A ver chicos, ¿manifestaros contra quién?, ¿Qué somos los barceloneses en La Garrotxa?”, insiste Nubiola, “en el momento en el que te colocas la mochila, las zapatillas de montaña, las gafas de sol y te vas al pueblo de al lado, estás siendo turista”, añade.
Nubiola reflexiona sobre los estigmas asociados al turismo: “Llamamos turistas a los que van en grupo, hacen ruido y no respetan. Pero nosotros también somos turistas, nuestra sociedad tiene el ocio en su modus operandi y no es malo, siempre que se haga con respeto de los espacios públicos. Puedes pasear por la rambla y no ser un visitante, en un sentido despectivo”, opina. La ilustradora incluso recomienda ser turista en tu propia ciudad: “Con los ojos bien abiertos puedes viajar en tu propia ciudad, es cuestión de tener la actitud adecuada y fijarse en los pequeños detalles, se sorprendería de todo lo nuevo que ve”, asegura.
La “antiruta” avanza desde el Arc del Tiomf, pasando por la Estació del Nord, hasta perderse por La Dreta de l’Eixample. “El Eixample Dret está viviendo un fenómeno insólito que trae a los vecinos de cabeza... Como cada día desde hace quince años, Raimon se ha dirigido al bar de la Rosa y el Pedro para tomarse un cortadito mañanero. Pero al llegar, se ha encontrado con la verja del establecimiento bajada y un cartel que decía ‘Disponible’... Las desapariciones se suceden cada dos o tres semanas y siempre de manera súbita e inesperada. Donde ayer había un restaurante, una tienda, un bar, hoy no queda nada”, escribe Nubiola en Pasea y Ojea, bajo el pseudónimo de Aparicio Alarcón.
Como muchos otros, este barrio de Barcelona ha cambiado los vecinos de siempre por “extranjeros ricos que solo vienen a encender el horno, para que no se les oxide la casa”, y los comercios locales por el gastrobar y las cafeterías peculiares, como la que presume de terraza Schorradöv, en la calle Diputació: Lilo Brunch Barcelona ofrece a sus clientes la posibilidad de degustar batidos, smoothies y kombucha en compañía de enormes osos de peluche. “No podemos con esto, nos es imposible describirlo. De verdad, es que no podemos. Nada, no hay manera de describirlo”, critica Nubiola.
Nubiola se define a sí misma como “acérrima” defensora de las terrazas que, para ella, tendrían que estar por todas partes, “el problema no está en ocupar el espacio público, sino en cómo hacerlo; el conflicto entre la regulación y la libertad estética de cada uno”, puntualiza, “hace a Barcelona así de humana”.
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Un café barato en Terraza Hawäianisher
Guarde el móvil en sus bolsillos, abra bien los ojos y fine el oído. La “antiruta” está a punto de comenzar. Salida: Portal de l’Àngel, siguiendo ronda de Sant Pere y atravesando la plaza de Urquinaona. Destino: calle Trafalgar. Allí, en medio de dos hoteles, está―”desde siempre”― el Café de Miquel, un local que, en los últimos años, ha optado por modernizar su terraza. “Este bambú es superior a todas mis fuerzas”, bromea Nubiola.
Un solo con hielo y un cortado ascienden a la friolera cantidad de 3,50 euros. Pese a su céntrica ubicación, el Café de Miquel mantiene los precios de barrio y rechaza las tarifas turísticas de las grandes cadenas que han conquistado el centro. Pero este bar de toda la vida sí se ha sumado a la vida moderna, optando por una remodelación de la terraza―formada por dos mesas―que Pasea y Ojea califica como Hawäianisher: un par de paneles de bambú del Leroy Merlin―“marroncito tirando a claro”―transforman la parada para el café en unas vacaciones en Honolulu. La recepción del público, según Nubiola: “Siempre mirará de reojo sin acabar de entender a qué viene esa chorrada, Miquel”.
Nubiola intenta alzar la voz por encima de los golpes de cacerola que da la guía turística que sale del hotel. “Soy superdefensora de los ‘bares Manolo’ de toda la vida y ya no quedan. Necesitan relevo generacional y, sí, quizás adaptarse a los nuevos tiempos pero sin perder su esencia genuina. Muchos de ellos estropean su imagen poniendo una lámina gris de madera del Leroy Merlin que, no sé por qué, asocian a esa idea de modernidad”. Tenemos que defender el bar de barrio antes de que se pierdan y nos quedemos solo con grandes cadenas de cafés carísimos.
Arc de Triomf, el mejor Airbnb de la ciudad
Pasea y Ojea recomienda encarecidamente el mejor piso turístico que ofrece en Barcelona la plataforma Airbnb: nada más y nada menos que una habitación en el mismo Arc del Triomf, “no me podrán negar las buenas vistas”, comenta Nubiola. Este anuncio ilustra cómo los pisos turísticos se han convertido en una plaga en el centro de una ciudad donde, a principios de julio, miles de vecinos inundaban las calles al grito de “Tourism kills the city”. “A ver chicos, ¿manifestaros contra quién?, ¿Qué somos los barceloneses en La Garrotxa?”, insiste Nubiola, “en el momento en el que te colocas la mochila, las zapatillas de montaña, las gafas de sol y te vas al pueblo de al lado, estás siendo turista”, añade.
Nubiola reflexiona sobre los estigmas asociados al turismo: “Llamamos turistas a los que van en grupo, hacen ruido y no respetan. Pero nosotros también somos turistas, nuestra sociedad tiene el ocio en su modus operandi y no es malo, siempre que se haga con respeto de los espacios públicos. Puedes pasear por la rambla y no ser un visitante, en un sentido despectivo”, opina. La ilustradora incluso recomienda ser turista en tu propia ciudad: “Con los ojos bien abiertos puedes viajar en tu propia ciudad, es cuestión de tener la actitud adecuada y fijarse en los pequeños detalles, se sorprendería de todo lo nuevo que ve”, asegura.
Tomar un batido con osos de peluche en la calle Diputació
La “antiruta” avanza desde el Arc del Tiomf, pasando por la Estació del Nord, hasta perderse por La Dreta de l’Eixample. “El Eixample Dret está viviendo un fenómeno insólito que trae a los vecinos de cabeza... Como cada día desde hace quince años, Raimon se ha dirigido al bar de la Rosa y el Pedro para tomarse un cortadito mañanero. Pero al llegar, se ha encontrado con la verja del establecimiento bajada y un cartel que decía ‘Disponible’... Las desapariciones se suceden cada dos o tres semanas y siempre de manera súbita e inesperada. Donde ayer había un restaurante, una tienda, un bar, hoy no queda nada”, escribe Nubiola en Pasea y Ojea, bajo el pseudónimo de Aparicio Alarcón.
Como muchos otros, este barrio de Barcelona ha cambiado los vecinos de siempre por “extranjeros ricos que solo vienen a encender el horno, para que no se les oxide la casa”, y los comercios locales por el gastrobar y las cafeterías peculiares, como la que presume de terraza Schorradöv, en la calle Diputació: Lilo Brunch Barcelona ofrece a sus clientes la posibilidad de degustar batidos, smoothies y kombucha en compañía de enormes osos de peluche. “No podemos con esto, nos es imposible describirlo. De verdad, es que no podemos. Nada, no hay manera de describirlo”, critica Nubiola.
Nubiola se define a sí misma como “acérrima” defensora de las terrazas que, para ella, tendrían que estar por todas partes, “el problema no está en ocupar el espacio público, sino en cómo hacerlo; el conflicto entre la regulación y la libertad estética de cada uno”, puntualiza, “hace a Barcelona así de humana”.
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Este fin de semana ‘Pasea y Ojea’ Barcelona
Clara Nubiola propone la “antiruta” turística, una mirada crítica a la gentrificación de la ciudad a través de sus bares, alojamientos y calles
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