Este actor muerto está muy vivo: la moda de resucitar digitalmente a las estrellas llega a los juzgados

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27 Sep 2024
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Para el último trabajo que James Earl Jones hizo antes de morir no tuvo que mover un músculo. El veterano actor, fallecido el pasado 9 de septiembre, simplemente cedió los derechos de sus cuerdas vocales a Disney y el equipo de la serie Obi Wan Kenobi recopiló archivos para dar nueva vida a su Darth Vader. La voz en pantalla del villano de Star Wars al que interpretó 45 años era reconocible, pero ningún humano había pronunciado esta vez sus diálogos. Era en realidad una máquina de origen ucranio que replicaba el tono y la emoción que en 1980 inmortalizó aquel “No, I am your father” (Soy tu padre). Si Lucasfilm y sus herederos quieren, lo tendrán actuando para siempre.

La tendencia de resucitar actores muertos en sus papeles icónicos apunta en esa dirección. Alien: Romulus sorprendió este verano cuando devolvió a la vida a Ian Holm (muerto en 2020), mediante robots animatrónicos y rostro y voz digitalizados, para convertir al androide que interpretaba en la película de 1979 en el villano central de la nueva trama (con permiso del xenomorfo). Los críticos y algunos espectadores cuestionaban la extrañeza que suponía su aparición en pantalla y lo que esto significaba para el futuro.


Al ser preguntado por esta acción nostálgica, dado que además podría haber usado a Michael Fassbender o Lance Henriksen, que interpretan androides en la saga, el director Fede Álvarez justificó: “Lo primero que hice fue hablar con su viuda, y sentía que Hollywood despreció a Ian en sus últimos días. Pensó que recibiría más proyectos tras El hobbit, pero no pasó. Así que estaba encantada”, explicó a Entertainment Weekly. Era una decisión paradójica en una película que, además, advierte del peligro de que las grandes corporaciones controlen la inteligencia artificial (IA).

“Tengo claro que los resucitamos más para nosotros. Para ser capaces de volver a sentir lo que poca gente nos hizo sentir. Si se hace con cariño y respeto estoy a favor”, defiende el especialista en efectos especiales Alejandro Pérez Blanco, quien, tras crear deepfakes en El intermedio y rejuvenecer a actores en La casa y 30 monedas, acaba de hacer que un holograma de Fernando Fernán Gómez dé la bienvenida y pida a los espectadores que apaguen sus móviles antes de las funciones del teatro que lleva su nombre en Madrid: “Afortunadamente, ya no me subía al escenario cuando empezó todo esto de los teléfonos que uno lleva en el bolsillo. Las broncas que habría tenido…”, dice el actor revivido. “Sus hijos al verlo me dijeron que estaban emocionados. Para mí es el mayor éxito”, comenta Pérez Blanco, que destaca, sin embargo, que hay mucho por responder: “Es como convertir a las personas en archivos NFT. ¿El arte justifica los medios? No lo sé”, reconoce.

La resurrección de actores a través de la tecnología no está exenta de controversias jurídicas. Es el caso, por ejemplo, de Peter Cushing, revivido para Rogue One: una historia de Star Wars como el gobernador Moff Tarkin. La productora Tyburn, de su amigo Kevin Francis, llevará a Disney a juicio para reclamar que firmó un poder notarial con Cushing un año antes de su muerte, en 1994, por el cual el intérprete les dio permiso solo a esta productora para utilizar su imagen digitalizada en un proyecto que finalmente no se llevó a cabo. Pese a que Disney trató de bloquear la demanda, el juez londinense, apunta el diario The Telegraph, la ha aceptado: “En un área de derecho en desarrollo es muy difícil decidir dónde están los límites sin una investigación completa”, argumentó. Lucasfilm asegura que tiene los derechos para recrear sus apariciones en la Star Wars original, y que pagó 33.000 euros a los herederos, también denunciados.

“Si te pagan, ves todo distinto. Pero por ser familia, uno no tiene por qué tener buenas intenciones o tomar la mejor decisión sobre sus ancestros. Si lo estoy pasando mal y ofrecen dinero, me soluciona la vida. Por eso hay que reconocer que los fallecidos tienen derecho a su propia imagen, privacidad, personalidad, intimidad y capacidad de decir no. Es un debate serio y filosófico”, reflexiona Maite Soto-Sanfiel, investigadora y profesora de Comunicación de la Universidad de Singapur que ha estudiado el asunto: “Es una manera de manipular recuerdos, vulnerar la historia y construir otro relato. Nunca sabremos si habrían aceptado eso”. Rogue One también recreó digitalmente a una joven Carrie Fisher como Leia, aunque, en su caso, semanas antes de su muerte y con permiso de la actriz.


Son nuevos debates con vacíos legales. En California, adelantados en lo cinematográfico, los derechos de imagen de los famosos se transfieren directamente a sus herederos durante 70 años. El sindicato de actores, además, acaba de empujar, tras lucharlo en la huelga de 2023, una ley que dicta que solo se puede resucitar a los muertos mediante estricto consentimiento familiar. Ese, y que no haya acuerdos previos de cesión de imagen, es el único límite estipulado. A los actores les hará falta leer la letra pequeña y saber lo que ceden, aunque cada mercado es diferente. Pérez Blanco, sin embargo, cree que el debate es un paso más de una historia antigua: “Cuando Elvis murió, a Frank Sinatra le asustó que estuviera en tazas en todas las tiendas, así que formó su propia compañía para que su cara no se explotara en cualquier material”, recuerda: “Siempre aviso a mis clientes de que hay que tener muy claro de dónde cogemos el material y cuáles son los derechos de explotación”. Y que cualquier ley con esta tecnología puede quedar vieja en cinco años.

Eso es lo legal, y después está lo ético. “El consentimiento parece insuficiente. Incluso cuando mueren, las personas no son meras cosas que el resto pueda usar al gusto. Por eso la sociedad considera malo execrar o ser irrespetuoso con la memoria de un muerto. Tenemos ciertas obligaciones morales, porque la muerte no lleva implícito acabar con la persona en términos morales. Debemos respetar sus derechos fundamentales”, expone Sara Suárez-Gonzalo, de la Universitat Oberta de Catalunya, en un ensayo sobre los deadbots.

El Luke Skywalker 'deepfake' en 'El libro de Boba Fett'.

Esto no va a ir a menos. Star Wars no abandona el objetivo de reutilizar a sus actores más famosos. Para su jefa, Kathleen Kennedy, el momento clave de este replanteamiento fue la película Han Solo, en la que Alden Ehrenreich interpretó al icónico mercenario de Harrison Ford: “Hay momentos que te enseñan algo. Y parece claro que no podemos volver a hacerlo”, respondía la ejecutiva al ser preguntada por Vanity Fair si contratarían a nuevos actores en los papeles más clásicos.

Por eso, para The Mandalorian y El libro de Boba Fett buscaron a un actor similar a Mark Hamill para interpretar a un joven Luke Skywalker con el objetivo de pegarle en posproducción el rostro de Hamill con deepfake. Pese a que el intérprete original también grabó escenas, su apariencia, rostro y voz fueron copiados con IA porque el resultado se veía menos falso que el obtenido con la técnica de rejuvenecimiento utilizada en películas como El irlandés o Indiana Jones. “Los actores nuevos no tendrán la oportunidad de decir cosas nuevas”, lamenta Soto-Sanfiel. “¿Por qué no se debate si se pueden modular las canciones de John Williams con otros autores, pero sí la cara de Luke? Son igual de icónicas, pero en diferentes tradiciones”, rebate Pérez Blanco: “Para mí la secuencia rejuvenecida de Indiana Jones es lo más parecido que tengo a ver una película de niño. Como si hubiera una película que no sabías que existía”.


Lo más habitual es, por lo tanto, protegerse mediante acuerdos con los herederos. “Si logras permiso, todo está bien”, apuntó en The Hollywood Reporter el director de fotografía Eric Adkins, que resucitó a Peter O’Toole en Sky Captain y el mundo del mañana. Fue el propio Jude Law, actor protagonista del filme, quien habló con su viuda. Lo mismo ocurrió con la resurrección de Harold Ramis (fallecido en 2014) en Cazafantasmas: Más allá, donde su fantasmal Egon Spengler se convertía en motor de la trama. La película de 2021 estaba dedicada a su memoria, mientras el resto del equipo regresaba en carne y hueso. “Nunca haría esta película si su familia no estuviera contenta con la representación de Harold”, explicaba el director Jason Reitman. Como en el caso de Ian Holm, no era un cameo, sino un secundario con minutos en pantalla. También lo era Leia en Star Wars: El ascenso de Skywalker, donde se completó el papel de Carrie Fisher con descartes de las anteriores películas y con su hija, Billie Lourd, como doble de cuerpo. Igual que hicieron con Paul Walker en Fast & Furious, cuya despedida conduciendo hacia el horizonte mezcló el cuerpo de su hermano con su rostro digital.

En esos últimos casos pudo la necesidad, pero la tecnología está a un proyecto de llevarse a otro nivel. No solo para acabar un trabajo, sino para jugar con la nostalgia. En 2019, la familia de James Dean firmó para que resucitaran al actor muerto en 1955 para protagonizar Finding Jack, drama bélico ambientado en la guerra de Vietnam. “La ven como su cuarta película, la que nunca pudo hacer”, justificaban los productores, frente a críticas como la del actor Chris Evans: “Es horrible. Quizás podamos conseguir que un ordenador pinte un nuevo picasso. O que escriba un par de nuevas canciones de John Lennon. La falta de comprensión es vergonzosa”. El debate generado entonces se extendió y demostró que hay familiares más escrupulosos a la hora de enriquecerse de los muertos. Zelda Williams, hija del cómico Robin Williams, señaló su rechazo a quienes actúaban como “titiriteros de los muertos por puro beneficio” y advirtió de que se estaba sentando un peligroso precedente (...) La industria tocará sus niveles más bajos cuando la tecnología mejore”. Su padre escribió en el testamento que su imagen no podría utilizarse hasta 25 años después de muerto.

Aprovam o CGI do Superman/Christopher Reeve em #TheFlash ? pic.twitter.com/h7xGlzFxfb

— CNF (@PedroDCU) July 17, 2023

En otras ocasiones ni siquiera ha existido el diálogo con la familia. El pasado enero, los hijos de Christopher Reeve reconocieron, en la presentación del documental sobre su padre que se estrena este 11 de octubre, que no solo no habían visto la recreación de su Superman en un cameo de The Flash, sino que nadie en Warner había hablado con ellos. Tampoco es la primera vez que aquella película inspira resurrecciones, ya que Marlon Brandon fue reutilizado en Superman Returns, en 2006, dos años después de su muerte, a través de material descartado del papel por el que legendariamente cobró 3,7 millones de dólares (3,3 millones de euros) por dos semanas de trabajo. En esa ocasión, la familia, que sigue ganando dinero, sí firmó el uso del cameo.


La empresa a la que se encargó la resurreción de James Dean, Worldwide XR, dijo entonces que tenía los derechos de 400 celebridades muertas, actores, figuras históricas, músicos o atletas. En 2013 la actriz Audrey Hepburn fue resucitada para protagonizar un anuncio de chocolates. Su hijo se benefició de los ingresos. En España, Lolita y Rosario Flores participaron en un anuncio de cerveza donde su madre, la artista Lola Flores, volvía a hablar 16 años después de muerta. A Soto-Sanfiel este ejemplo le asombró: “¿Qué derecho tenían las hijas de usarla para vender birras? Se hace porque se lucran o porque reviven ellas emocionalmente algo. Pero nunca sabremos qué habría hecho ella. ¿Y es volver atrás lo sano?”. La investigadora hace a sus alumnos siempre una comparación: “Podemos hacer que los coches corran a 400 kilómetros por hora, pero hemos acordado no usarlo. No lo hacemos porque moralmente tomamos una decisión conjunta. Con la IA podemos sustituir a los actores, pero ¿por qué y cómo?, ¿en qué género?, ¿contamos que es fake? Siempre son decisiones que se toman desde una posición de poder, y el fallecido es más una víctima vulnerable que un recurso creativo. Creo que tenemos que poner límites morales y debatirlo”. Pero esto está para quedarse, reconocen todos.

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