Esas pequeñas cosas

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xhessel

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27 Sep 2024
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Tengo grabadas a fuego esas lágrimas de la madre de Carolina Marín cuando su hija recogió el otro día el premio Princesa de Asturias del Deporte en Oviedo. En ese instante pasarían por su memoria todos los sacrificios que han vivido juntas hasta llegar a la cima del triunfo y las heridas que quedaron por el camino. Son «aquellas pequeñas cosas» a las que cantó Serrat ese día en el Campoamor y que nos reconcilian con la fugacidad de esta vida quebradiza que puede desmoronarse en lo que dura un suspiro. Es el precio a pagar por esa misma fragilidad que nos ha hecho añicos el alma al ver la crueldad de la catástrofe de Valencia, que cuenta ya por centenares la cifra de víctimas arrastradas por el agua. Será por eso que «todo pasa y todo llega, pero lo nuestro es pasar».Hiere ver tantísimo dolor donde hasta entonces había alegrías, con los más y los menos de cada día, pero con la aventura de vivir intacta. Son estas situaciones las que te llevan a parar un instante para valorar aquello que por sabido pasa a veces demasiado desapercibido. Es la vida, con sus cosas, tan frágil que no está de más apelar al encanto de esas primeras veces para llegar a ser conscientes de lo tremendamente afortunados que somos, aunque en ocasiones no caigamos en la cuenta. La felicidad está en el primer sorbo de una copa de vino, en la mirada con la que te cruzas al amanecer, en ese ratito de risas sin tiempo entre amigos, en la llamada de tu madre cada noche, en ese beso robado del amor de adolescencia y en el «papá» que dibuja una sonrisa en la cara de tu hija cuando vuelves a casa tras todo el día sin verla en el trabajo. Somos ricos y ni siquiera lo sabemos.Desde hace unos días intento mirar la vida con los ojos limpios e inocentes de quien la estrena. Procuro captar cada instante, recrearme en los detalles que siempre estuvieron ahí pero que fueron arrastrados por la tiranía del tiempo. Pienso más en lo que hago y menos en lo que dicen que debería hacer. Ofrezco de ejemplo –delirante, quizás– algo que viví hace unas horas. Sucedió el jueves, cuando decidí dejar atrás el cansancio de la semana para disfrutar junto a un amigo del palio de la Estrella poco antes de llegar a la Catedral. La Virgen llegaba ante nosotros arrebatadora, con la fuerza incontrolable de la valentía que le hizo sobreponerse a la adversidad para cumplir el sueño de los trianeros.Justo en ese momento en el que la luz anaranjada de su palio vino a inundar mi memoria como en el cuadro de Daniel Franca, recibí un mensaje en mi teléfono que me hizo entender por qué había algo en mí que me empujó a acercarme hacia Ella. «Estrella es cofrade». Me hablaba de una niña de apenas un mes que en brazos de su orgulloso padre empezaba a aprender que la Virgen «es del pueblo y al pueblo se debe». Son esas pequeñas cosas por las que merecen la pena las primeras veces.

 

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