deontae91
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La pregunta es muy sencilla: ¿Es este un edificio en el que me sentiría mejor? Sin embargo, resulta absolutamente crítica. Me la planteó el neurocirujano Herny Marsh explicando que “El problema de la mayoría de hospitales es que no están construidos para cuidar a los pacientes sino pensados a partir de la eficacia de la gestión. Eso hace que muchos médicos estén distanciados de la realidad de los pacientes y centrados en temas de sangre, logística, horarios y operaciones”. Así, la propuesta de Marsh parte de otra idea sencilla, no siempre fácil de conseguir: un jardín contribuye a la cura. ¿Cómo? El neurocirujano autor de Ante todo no hagas daño (Salamandra) no sólo habla de los pacientes, se refiere a recordar a diario el cambio que lleva implícita la vida. Y por eso recuerda que el diálogo, el conocimiento cotidiano, entre los médicos y los pacientes es esencial para ponerse en la piel del otro.
Los arquitectos suizos Herzog& de Meuron llevan décadas dándole vueltas a esa misma idea. Lo hacen desde que construyeron su primer hospital en Basilea el Rehab-Clinic para pacientes con tratamientos de paraplejias y enfermedades neurodegenerativas. Levantaron ese inmueble justamente en torno a un jardín. A varios.
¿Es este un edificio en el que me sentiría mejor? La pregunta del doctor Marsh la contestaron los clientes del Rehab Centre con un encargo: no querían que su edificio pareciera un hospital. Eso llevo a los proyectistas a estudiar qué funcionaba y qué había dejado de hacerlo en los mejores hospitales del mundo. La respuesta llegó del exterior. Justo lo que apuntaba Henry Marsh: se había perdido el contacto con la vida para favorecer la eficacia.
La eficacia es esencial para que los edificios funcionen, vital en el caso de un hospital, pero la vida no es necesariamente eficaz y un centro de rehabilitación es un lugar donde muchos pacientes, que sufren un accidente, permanecen buena parte de su vida —la mayoría más de un año—. Durante ese tiempo, el hospital no es sólo su lugar para las curas. Es el espacio donde viven, donde ven a sus amigos, donde los visitan sus familias y donde empiezan a afrontar un futuro inesperado. Es importante que se domestique el cuidado para que la ilusión regrese a la vida de muchas personas.
El Rehab de Basilea, levantado hace dos décadas, tiene hoy todavía luz natural en todas las estancias. Llega de los patios ajardinados sobre los que se vuelcan las vistas. Y los accesos: se llega al hospital pasando por el jardín.
El centro tiene espacio para la vida en común y rincones para la intimidad para conversar en privado o aislarse de la vida en común. Los arquitectos hablan de un edificio permeable, de un inmueble que respira construido con diversos tipos de madera. Y es cierto que una estructura delicada, rodeada de terrazas, que son también pasillos con suficiente holgura como para que circulen pacientes en silla de ruedas, sustenta el edificio. Esas terrazas permiten incluso llevar la cama hasta el exterior durante el verano. El edificio ha sufrido varias reformas (nuevas habitaciones en la planta baja y media ocupación de un patio interior) pero esos cambios, lejos de afectar negativamente al inmueble, demuestran lo flexible que puede ser una arquitectura que funciona con más ambición de ser amable que de ser estrictamente funcional.
Estas ideas curativas: la cercanía con la naturaleza, la búsqueda de la luz natural, los espacios de circulación holgados o la amabilidad de los materiales que han ido trabajando los arquitectos con los paisajistas August+Margrith Künzel —que idearon los huertos y jardines del Rehab y han seguido colaborando con Herzog&de Meuron— están, multiplicadas, en su próximo proyecto hospitalario. En Hillerod (Dinamarca) el nuevo inmueble de los suizos supondrá un paso más. El Hospital North Zeland no llevará la naturaleza a los pacientes sino que trasladará a los pacientes hasta la naturaleza. Alvar Aalto lo hizo hace un siglo en el Sanatorio de Paimio, cuando no se había descubierto otra cura para la tuberculosis que el contacto con la luz, el sol y la naturaleza. En un mundo con exceso de tratamientos con antibióticos y escasez de cuidado por la sanidad pública, algunos edificios recuerdan y agradecen, sin exhibicionismo y poniéndose al servicio del paciente, lo que significa poder permanecer en el mundo.
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Los arquitectos suizos Herzog& de Meuron llevan décadas dándole vueltas a esa misma idea. Lo hacen desde que construyeron su primer hospital en Basilea el Rehab-Clinic para pacientes con tratamientos de paraplejias y enfermedades neurodegenerativas. Levantaron ese inmueble justamente en torno a un jardín. A varios.
¿Es este un edificio en el que me sentiría mejor? La pregunta del doctor Marsh la contestaron los clientes del Rehab Centre con un encargo: no querían que su edificio pareciera un hospital. Eso llevo a los proyectistas a estudiar qué funcionaba y qué había dejado de hacerlo en los mejores hospitales del mundo. La respuesta llegó del exterior. Justo lo que apuntaba Henry Marsh: se había perdido el contacto con la vida para favorecer la eficacia.
La eficacia es esencial para que los edificios funcionen, vital en el caso de un hospital, pero la vida no es necesariamente eficaz y un centro de rehabilitación es un lugar donde muchos pacientes, que sufren un accidente, permanecen buena parte de su vida —la mayoría más de un año—. Durante ese tiempo, el hospital no es sólo su lugar para las curas. Es el espacio donde viven, donde ven a sus amigos, donde los visitan sus familias y donde empiezan a afrontar un futuro inesperado. Es importante que se domestique el cuidado para que la ilusión regrese a la vida de muchas personas.
El Rehab de Basilea, levantado hace dos décadas, tiene hoy todavía luz natural en todas las estancias. Llega de los patios ajardinados sobre los que se vuelcan las vistas. Y los accesos: se llega al hospital pasando por el jardín.
El centro tiene espacio para la vida en común y rincones para la intimidad para conversar en privado o aislarse de la vida en común. Los arquitectos hablan de un edificio permeable, de un inmueble que respira construido con diversos tipos de madera. Y es cierto que una estructura delicada, rodeada de terrazas, que son también pasillos con suficiente holgura como para que circulen pacientes en silla de ruedas, sustenta el edificio. Esas terrazas permiten incluso llevar la cama hasta el exterior durante el verano. El edificio ha sufrido varias reformas (nuevas habitaciones en la planta baja y media ocupación de un patio interior) pero esos cambios, lejos de afectar negativamente al inmueble, demuestran lo flexible que puede ser una arquitectura que funciona con más ambición de ser amable que de ser estrictamente funcional.
Estas ideas curativas: la cercanía con la naturaleza, la búsqueda de la luz natural, los espacios de circulación holgados o la amabilidad de los materiales que han ido trabajando los arquitectos con los paisajistas August+Margrith Künzel —que idearon los huertos y jardines del Rehab y han seguido colaborando con Herzog&de Meuron— están, multiplicadas, en su próximo proyecto hospitalario. En Hillerod (Dinamarca) el nuevo inmueble de los suizos supondrá un paso más. El Hospital North Zeland no llevará la naturaleza a los pacientes sino que trasladará a los pacientes hasta la naturaleza. Alvar Aalto lo hizo hace un siglo en el Sanatorio de Paimio, cuando no se había descubierto otra cura para la tuberculosis que el contacto con la luz, el sol y la naturaleza. En un mundo con exceso de tratamientos con antibióticos y escasez de cuidado por la sanidad pública, algunos edificios recuerdan y agradecen, sin exhibicionismo y poniéndose al servicio del paciente, lo que significa poder permanecer en el mundo.
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¿Es este un edificio en el que me sentiría mejor?
Los arquitectos Herzog & de Meuron llevan dos décadas haciéndose esta pregunta para transformar la arquitectura hospitalaria
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