Enrique Ortiz, historiador: “La historia está para aprender de ella, no para pelearnos con fantasmas de hace 500 años”

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27 Sep 2024
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EL PAÍS cita al historiador mexicano Enrique Ortiz en el Templo Mayor, otrora centro del imperio mexica y la gran ciudad de Tenochtitlan. Ortiz, conocido también en redes como Tlatoani Cuauhtémoc, acaba de publicar su último libro La Conquista para gente con prisa (Ed. Planeta), un compendio de pasajes históricos, personajes y momentos importantes de la historia que permiten entender cómo fue el choque de dos grandes civilizaciones, el colapso de una de ellas y el origen de algo nuevo que tres siglos después dio lugar al país que es México. El propósito de la entrevista es comentar con Ortiz algunos de los pasajes históricos más importantes de la Conquista, sin embargo, es imposible no tocar en la conversación el conflicto diplomático entre España y México y la exigencia de perdón del presidente López Obrador a la corona española por las atrocidades cometidas hace 500 años. Un tema que viene al pelo para comenzar la conversación. “Una cosa es hacer historia y otra es usar la historia para hacer política”, responde Ortiz. “La historia no es maniquea; no es algo de buenos y malos. Cuanto más estudias un periodo histórico, menos espacio tienes para emitir juicios de valor sobre los protagonistas y las acciones que realizaron”, agrega el autor.

El recorrido comienza sobre el sitio donde estuvo el recinto ceremonial de Tenochtitlan, un lugar de majestuosos templos y palacios y acabará seis kilómetros al noroeste en El árbol de la noche triste, rebautizado ahora como El árbol de la noche victoriosa, un ahuehuete centenario, donde cuenta la leyenda que Cortés lloró su amarga derrota, el 30 de junio de 1520. El historiador explica que si pudiera viajar en el tiempo, lo haría a aquella noche. “Eso debió ser una cosa bestial. Murieron 800 españoles de alrededor de 1.200 y al menos 2.000 aliados indígenas tlaxcaltecas. Fue la peor derrota que sufrió el ejército de los conquistadores a lo largo de toda la conquista de América”, relata.

En la conversación surgirán los nombres de Cortés, Moctezuma, Malinche, Cuauhtémoc o Cuitláhuac. Sobre ellos, el divulgador ha construido una narración amena para explicar uno de los momentos más importantes de la historia de ambos países. “La Conquista fue el origen del mestizaje y el origen de la identidad de los mexicanos, pero también fue el momento en que el sol se escondió para los indígenas y llegó la oscuridad para los grandes grupos originarios”, responde. “La subyugación de estos pueblos no acabó en 1521, sino que continuó hasta el siglo XX y después, en el México independiente, se los sigue maltratando”, comenta.

En un momento en el que la polarización campa a sus anchas, Ortiz hace un llamado a la mesura, pero también a la empatía y la autocrítica. “En pleno siglo XXI es importante que las naciones, seamos de dónde seamos, generemos empatía con los demás y no ahondemos en la polarización, conscientes de que tenemos una historia en común. Tenemos que entender al otro, tenemos que entender que pasaron cosas atroces y el propio mexicano debe de generar también una empatía con los grupos indígenas porque el racismo impera en nuestro país”, critica.

'El árbol de la noche triste', rebautizado como 'El árbol de la noche victoriosa', en Ciudad de México.

El historiador no responde directamente si el rey de España debe pedir perdón, aunque sí considera que es necesaria una reflexión sobre la propia historia. “Es una herida abierta que viene desde 1521 y ha continuado abierta por más de 500 años. Gran parte de nuestros gobiernos han preferido ocultarla, tenerla en el olvido en lugar de resolverla y brindarle la atención relevante que merece”, responde y considera que ninguno de los países ha sabido manejar correctamente la crisis diplomática. “Creo que la forma en la que se solicitó la disculpa no fue la correcta. Hubo errores diplomáticos, se acabó filtrando a la prensa y se impidió llegar a un acuerdo, pese a que no hay país más cercano a México que España”.

El historiador explica que los países utilizan la historia a conveniencia para narrarse y para crear una identidad nacional. Desde sus inicios, el gobierno de López Obrador puso un fuerte énfasis en reivindicar la herencia indígena del país y a las civilizaciones que existieron antes de la llegada de los españoles, una práctica recurrente durante el siglo XIX y después de la Revolución. “Enaltecieron en gran medida las culturas originarias, denostando el tema de la herencia hispánica, pero la realidad es que la gran mayoría de nosotros venimos de una mezcla de culturas, aunque eso genere una incomodidad en muchos mexicanos”.

Ortiz camina por donde hace 500 años caminaron Hernán Cortés y Moctezuma. Del Templo Mayor se llega en línea recta a la calle de Tacuba, la calle más antigua de América Latina, conocida como la calzada México - Tacuba. Los mexicas la construyeron para conectar el recinto ceremonial con las afueras de Tenochtitlan. “Debió de ser la ciudad más bella del mundo, sin lugar a dudas: estaba construida sobre un lago, rodeada de volcanes, con cientos de jardines flotantes y templos de más de 45 metros de alto”, destaca Ortiz. Caminar por el centro de Ciudad de México es caminar sobre siglos de historia, capa sobre capa, indivisibles, partes de un todo.

En la calle República de Guatemala, curiosamente cerca del Centro Cultural de España en México, descansan los restos del Tzompantli, un altar donde se colocaban ante la vista pública cientos de cráneos con el fin de honrar a los dioses, también está el Calmecac, la escuela donde estudiaban los hijos de los nobles mexicas. Un poco más adelante, en la esquina de la calle Isabel la Católica, estuvo el palacio de Cortés, una construcción que ocupó unas cuatro cuadras. Ahora, en la esquina superior izquierda del edificio más reciente, una virgen de los Remedios, recuerda el paso de los conquistadores y un poco más adelante, en el famoso Café Tacuba, hay una representación de la derrota de los españoles cayendo a las aguas del lago de Tenochtitlan durante La Noche Triste.

Casi en la plaza del Museo Nacional de Arte, el jardín de la Triple alianza sirve de homenaje a los señoríos de Tlacopan, Texcoco y Tenochtitlan que se unieron para imponer su hegemonía en el Valle de México antes de la llegada de los españoles. Junto al Árbol de la Noche Triste, un nuevo cartel reza en náhuatl: Quautli in Yohualli Paquiliztli, nican ochoca (Árbol de la noche feliz, aquí lloró). “Lo importante de esto es reconciliarnos con nuestra propia historia porque no podemos estar peleándonos con nuestro pasado cuando tenemos un futuro prometedor. La historia está ahí para aprender de ella, no para pelearnos con fantasmas de hace 500 años. Tenemos que aceptar de manera objetiva lo que sucedió”, dice Ortiz.

Los bronces de Nezahualcóyotl y Totoquihuatzin están ubicados en el Jardín de la Triple Alianza, en el centro histórico de Ciudad de México.





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