pollich.arlo
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Un hombre en la cincuentena bien avanzada, discurso elocuente, rostro ajado, barba dura de un par de días, dentadura destrozada, gesto brusco con puntuales matices de ternura, habla con un terapeuta mientras fuma un porro en un entorno extraño para este tipo de conversación: la cubierta de un barco en la orilla del Sena.
—Una vez le dije a mi padre, que era un padre imponente, que sabía que yo había sido su único fracaso.
—¿Estabas enfermo cuando le dijiste eso?
—Estoy enfermo. Sigo estando enfermo. Solo los medicamentos fuertes evitan que delire. Me permiten hablar contigo. Si no, me creo Jesús rodeado de pequeños pajaritos en el cielo.
Este paciente desde los 18 años, que afirma que “hablar va bien” pero que “sin un tratamiento [farmacológico] no sirve de nada”, es uno de los usuarios de El Adamant, un centro médico seguramente único en el mundo: un pequeño barco ubicado en el corazón de París, en el Sena, dependiente de la Unidad Central de la ciudad, que acoge a adultos con trastornos mentales ofreciéndoles todo tipo de ayuda social y psiquiátrica. Sobre la institución, el lugar, sus enfermos y sus trabajadores, el veterano documentalista francés Nicolas Philibert, autor de la magnífica Ser y tener (2002), ha compuesto En el Adamant, una película que es al mismo tiempo el retrato de un grupo de hombres y mujeres de todas las edades necesitados de ciencia y de calma, de calor y de conversación, de cuidados y de consejo, y una reivindicación de la necesidad, de la obligatoriedad, de una sanidad pública con recursos suficientes.
“No me gusta mi mirada. Me recuerda al hospital”, dice otro hombre, seguramente en la treintena, cuando ve una imagen de su rostro en primerísimo plano, mientras practican con una sofisticada cámara fotográfica. En el Adamant es pura conmoción. Los cuatro temas musicales que otros tantos pacientes interpretan a lo largo del documental resultan sobrecogedores. Aquí hay personas de muy diversas clases sociales y formación. Poetas y músicos con conocimientos artísticos. Gentes con un pasado personal convencional, y otros que siempre fueron singulares, perseguidos por las sombras de sus mentes. También chicos muy jóvenes que aún no son tan conscientes como nuestro primer protagonista de lo que les sucede. Y, con todos ellos, un sentimiento clave: la fragilidad.
Philibert, que adquirió fama internacional con Ser y tener, aquel documental sobre una escuela infantil de pueblo en el que el inolvidable niño Jojo provocaba sonrisas y lágrimas, ha seguido desde entonces con su estilo de documento tranquilo sobre muy diversas temáticas con cuatro ejemplares más. Pero solo uno de ellos, el también fascinante Regreso a Normandía (2007), llegó a los cines españoles. Con El Adamant, Oso de oro en el festival de Berlín, regresa a nuestras salas con las reuniones, las terapias, las medidas, los planes y las actividades de una institución admirable. Y una única amenaza de contrariedad: en las primeras secuencias el director planta la cámara a unos palmos de los protagonistas, sin preguntar nada, esperando que sean ellos los que tomen la iniciativa. El impudor está a tan solo unos palmos. Sin embargo, el desarrollo posterior y lo que subyace tras su trabajo, la necesidad de fondos públicos y la labor de concienciación social, provocan que esas pequeñas dudas iniciales se disipen pronto.
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—Una vez le dije a mi padre, que era un padre imponente, que sabía que yo había sido su único fracaso.
—¿Estabas enfermo cuando le dijiste eso?
—Estoy enfermo. Sigo estando enfermo. Solo los medicamentos fuertes evitan que delire. Me permiten hablar contigo. Si no, me creo Jesús rodeado de pequeños pajaritos en el cielo.
Este paciente desde los 18 años, que afirma que “hablar va bien” pero que “sin un tratamiento [farmacológico] no sirve de nada”, es uno de los usuarios de El Adamant, un centro médico seguramente único en el mundo: un pequeño barco ubicado en el corazón de París, en el Sena, dependiente de la Unidad Central de la ciudad, que acoge a adultos con trastornos mentales ofreciéndoles todo tipo de ayuda social y psiquiátrica. Sobre la institución, el lugar, sus enfermos y sus trabajadores, el veterano documentalista francés Nicolas Philibert, autor de la magnífica Ser y tener (2002), ha compuesto En el Adamant, una película que es al mismo tiempo el retrato de un grupo de hombres y mujeres de todas las edades necesitados de ciencia y de calma, de calor y de conversación, de cuidados y de consejo, y una reivindicación de la necesidad, de la obligatoriedad, de una sanidad pública con recursos suficientes.
“No me gusta mi mirada. Me recuerda al hospital”, dice otro hombre, seguramente en la treintena, cuando ve una imagen de su rostro en primerísimo plano, mientras practican con una sofisticada cámara fotográfica. En el Adamant es pura conmoción. Los cuatro temas musicales que otros tantos pacientes interpretan a lo largo del documental resultan sobrecogedores. Aquí hay personas de muy diversas clases sociales y formación. Poetas y músicos con conocimientos artísticos. Gentes con un pasado personal convencional, y otros que siempre fueron singulares, perseguidos por las sombras de sus mentes. También chicos muy jóvenes que aún no son tan conscientes como nuestro primer protagonista de lo que les sucede. Y, con todos ellos, un sentimiento clave: la fragilidad.
Philibert, que adquirió fama internacional con Ser y tener, aquel documental sobre una escuela infantil de pueblo en el que el inolvidable niño Jojo provocaba sonrisas y lágrimas, ha seguido desde entonces con su estilo de documento tranquilo sobre muy diversas temáticas con cuatro ejemplares más. Pero solo uno de ellos, el también fascinante Regreso a Normandía (2007), llegó a los cines españoles. Con El Adamant, Oso de oro en el festival de Berlín, regresa a nuestras salas con las reuniones, las terapias, las medidas, los planes y las actividades de una institución admirable. Y una única amenaza de contrariedad: en las primeras secuencias el director planta la cámara a unos palmos de los protagonistas, sin preguntar nada, esperando que sean ellos los que tomen la iniciativa. El impudor está a tan solo unos palmos. Sin embargo, el desarrollo posterior y lo que subyace tras su trabajo, la necesidad de fondos públicos y la labor de concienciación social, provocan que esas pequeñas dudas iniciales se disipen pronto.
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‘En el Adamant’: documental emocionante y tranquilo sobre la enfermedad mental
El nuevo trabajo del francés Nicolas Philibert, Oso de oro de la Berlinale, refleja el día a día de un centro médico en un barco en París
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