Carlie_Kessler
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Este año se ha modificado sustancialmente la tradición. En la trigésimo cuarta carrera de los toros de Cebada Gago, temibles y queridos en San Fermín, y cuya hoja de servicios habla de 61 cornadas en su larga historia, el herido más grave ha sido un toro, que ha quedado inutilizado para la lidia al partirse el pitón izquierdo en un lance de la carrera.
El primer parte médico provisional habla de seis corredores contusionados, con golpes en los hombros, la cara y la cabeza, en el curso de una carrera rápida (2 minutos y 41 segundos), masiva a medida que el recorrido se acercaba a la segunda mitad de la calle Estafeta, emocionante porque muchas han sido las caídas y los atropellos y, por fortuna, limpia de cornadas.
Otra mañana más, los veteranos cabestros lideraron la carrera en cuanto el primer cohete abrió la puerta de los Corrales y la compacta manada inició la alocada subida por la Cuesta de Santo Domingo, más despejada que este domingo. Tres bueyes por delante, un toro negro en último lugar, y a toda velocidad llegaron a la plaza Consistorial, bajaron la calle Mercaderes, y humanos y animales frenaron ante el muro de los tablones que marcan el ángulo de 90 grados donde comienza la calle Estafeta.
Redujeron la velocidad, pero no todos. Un toro negro no pudo evitar el encontronazo con las tablas, y allí apareció un mozo con chaqueta veraniega de color azul que quedó hecho una madeja con el animal. Uno y otro tardaron en recuperar la verticalidad, pero el miedo mutuo evitó el drama. La preocupación del toro era no perder la manada de sus hermanos, y la del corredor, huir del lugar de los hechos, nada agradable, por otra parte. El susto le durará un rato.
La procesión quedó entonces muy estirada, cada vez más corredores, algunos de ellos veteranos y con oficio, y otros con evidentes muestras de su bisoñez, lo que propició bonitas carreras por un lado y atropellos y caídas por otro.
La curva de Telefónica y el callejón cercano a la plaza estaban abarrotados de gente, lo que impedía el paso de los toros rezagados, y muchos corredores rodaron por el duro suelo.
Al final, el bendito aire del ruedo —hoy, menos gente que este domingo—, lo que permitió el efectivo trabajo de los dobladores y la rápida entrada de los toros en su cobijo matutino tras el ruidoso alboroto de la carrera.
Transcurridos 2 minutos y 41 segundos —cinco menos que el año pasado—, el último toro se perdió en la oscuridad de los corrales. Allí descansan ya los toros de Cebada Gago, tres negros, dos castaños y un ensabanado salpicado, que responden a los nombres de Desgreñado, Avanto, Compuesto, Bético, Semillero y Gritón, y pesan entre 510 y 595 kilos. Uno de ellos ha sido el herido, que no corneado del encierro, y su pitón partido no tiene cura, así que no podrá demostrar esta tarde sus condiciones como toro bravo.
Esta corrida gaditana será lidiada por un cartel internacional, integrado por el francés Juan Leal, el valenciano Román y el mexicano Isaac Fonseca.
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El primer parte médico provisional habla de seis corredores contusionados, con golpes en los hombros, la cara y la cabeza, en el curso de una carrera rápida (2 minutos y 41 segundos), masiva a medida que el recorrido se acercaba a la segunda mitad de la calle Estafeta, emocionante porque muchas han sido las caídas y los atropellos y, por fortuna, limpia de cornadas.
Otra mañana más, los veteranos cabestros lideraron la carrera en cuanto el primer cohete abrió la puerta de los Corrales y la compacta manada inició la alocada subida por la Cuesta de Santo Domingo, más despejada que este domingo. Tres bueyes por delante, un toro negro en último lugar, y a toda velocidad llegaron a la plaza Consistorial, bajaron la calle Mercaderes, y humanos y animales frenaron ante el muro de los tablones que marcan el ángulo de 90 grados donde comienza la calle Estafeta.
Redujeron la velocidad, pero no todos. Un toro negro no pudo evitar el encontronazo con las tablas, y allí apareció un mozo con chaqueta veraniega de color azul que quedó hecho una madeja con el animal. Uno y otro tardaron en recuperar la verticalidad, pero el miedo mutuo evitó el drama. La preocupación del toro era no perder la manada de sus hermanos, y la del corredor, huir del lugar de los hechos, nada agradable, por otra parte. El susto le durará un rato.
La procesión quedó entonces muy estirada, cada vez más corredores, algunos de ellos veteranos y con oficio, y otros con evidentes muestras de su bisoñez, lo que propició bonitas carreras por un lado y atropellos y caídas por otro.
La curva de Telefónica y el callejón cercano a la plaza estaban abarrotados de gente, lo que impedía el paso de los toros rezagados, y muchos corredores rodaron por el duro suelo.
Al final, el bendito aire del ruedo —hoy, menos gente que este domingo—, lo que permitió el efectivo trabajo de los dobladores y la rápida entrada de los toros en su cobijo matutino tras el ruidoso alboroto de la carrera.
Transcurridos 2 minutos y 41 segundos —cinco menos que el año pasado—, el último toro se perdió en la oscuridad de los corrales. Allí descansan ya los toros de Cebada Gago, tres negros, dos castaños y un ensabanado salpicado, que responden a los nombres de Desgreñado, Avanto, Compuesto, Bético, Semillero y Gritón, y pesan entre 510 y 595 kilos. Uno de ellos ha sido el herido, que no corneado del encierro, y su pitón partido no tiene cura, así que no podrá demostrar esta tarde sus condiciones como toro bravo.
Esta corrida gaditana será lidiada por un cartel internacional, integrado por el francés Juan Leal, el valenciano Román y el mexicano Isaac Fonseca.
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Emocionante, rápido, masivo y limpio segundo encierro de los temibles toros de Cebada Gago en San Fermín
Seis contusionados, ningún herido por cornada (desde el año 1991), y un toro inutilizado al partirse un pitón
elpais.com