Rachel_Emmerich
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Para España es Emilio Aragón (La Habana, 65 años). Para sus nietos, el capitán Bebo. El mejor contador de cuentos sobre la faz de la tierra. Y un abuelo especial porque también es un niño. Con zapatos nuevos y la ilusión intacta. Antes de la entrevista, se topa en una estantería con varios ejemplares ―recién impresos― de su primer libro de aventuras y los ojos le hacen chiribitas. “¡Hacedme una foto para mis nietos! Nada me ha emocionado tanto en los últimos años”, dice sobre Telmo Lobo. El misterio del capitán (Alfaguara). Y eso que lo ha hecho casi todo en la vida: músico, productor, guionista, actor, empresario, payaso, director de cine, presentador... Y lo que le queda. El tiempo apremia. Por eso, se levanta de una mesa si se ponen a hablar de política, no usa redes sociales y apenas ve la televisión. ¿Cuándo se lanzará a escribir una novela para el público adulto? “Cuando sea mayor”, dice con una sonrisa burlona.
Pregunta. En el libro, les da este consejo a sus nietos: “Lo que nos define es el amor que damos y recibimos. No el dinero ni los trofeos que ganamos”. ¿Cómo aprendió esta lección?
Respuesta. Gracias a mi madre [Rita Violeta Álvarez], que ha sido incondicional, también para el amor. A veces, se nos olvida porque la vida no es un camino de rosas y aprendemos a base de golpes. Con treinta años trabajé mucho y me perdí muchos momentos de mis hijos, pero nunca es tarde para intentar recuperarlos con los nietos.
P. Precisamente Telmo Lobo nace de las aventuras que les cuenta antes de dormir. El personaje del capitán Bebo es usted.
R. Sí, pero he intentado escribir como si le escribiera a un adulto, al niño que todos llevamos dentro. Es una novela que los hijos le pueden pasar a sus padres. No sé escribir desde otro lado que no sea desde el corazón y, de vez en cuando, soy un poco moñas, pero quería contar una historia trepidante para competir contra las redes sociales y los videojuegos, algo que no es fácil.
P. ¿Cómo ha conseguido encontrar el equilibrio entre la vocación y la vida personal?
R. Soy, como dicen los estadounidenses, un early bird [pájaro madrugador]. Me despierto muy temprano, hago ejercicio, escucho música. Y luego me pongo a escribir, trabajar o estudiar hasta la hora de comer. La tarde siempre la intento reservar para mi familia.
P. ¿Y en la época de Médico de familia y como productor en Globomedia?
R. Esa etapa fue una locura. A finales de los noventa, me bajé del tren y nos tuvimos que mudar a Boston. Me di cuenta de que no podía, que estaba anteponiendo el trabajo a otras cosas, a la familia y también a cuestiones artísticas que me parecían más importantes y necesarias.
P. ¿Llegó solo a esta conclusión?
R. No, llegué porque sufrí ansiedad. Fue la mejor idea que he tenido. Me dejé la barba larga, no vi nada de televisión y me puse a estudiar Composición, Dirección de orquesta e Historia. Aquí no podía salir a la calle y me ayudó mucho que en Estados Unidos no me conociera nadie.
P. Se define como “un músico que ha hecho otras cosas”. Si pudiese empezar de cero, ¿se hubiese focalizado del todo en la música?
R. Miguel Roa, el director de orquesta, me decía: “¡Deja todo esto ya! La televisión, los guiones... Y céntrate en la música”. Y yo le contestaba: “¡Qué más quisiera!”. Estoy satisfecho con la vida profesional que he tenido, pero siempre te queda la duda del “y si”. ¿Y si de repente me hubiese ido a estudiar jazz a la escuela Juilliard con 18 años? ¿Dónde estaría?
P. ¿Qué tiene de malo que se le den bien tantas cosas?
R. No se me dan bien tantas cosas.
P. Bueno...
R. No, no es falsa modestia. La gente ve el éxito, pero no todos los fracasos que hay detrás y hay muchos por el camino. Muchas cosas que no han funcionado o que han funcionado a medias.
P. ¿Por qué se niega a estar en redes sociales?
R. Porque no tengo tiempo. Tengo una cuenta secreta de Instagram en la que sigo a músicos, cocineros y cosas sobre libros.
P. Como la reina Letizia.
R. Sí [ríe]. La uso para ver y me limito el tiempo, intento estar solo 15 minutos. Al final, tienes que acotarlo bien porque recibimos demasiada información y estímulos. También, es un problema que tienen los niños. Ahora he empezado a meditar para limpiar la mente.
P. ¿Le preocupa cómo está afectando la inteligencia artificial al arte?
R. Da miedo. No sé mucho del tema y siempre se me ha dado muy mal la tecnología, pero no me cabe en la cabeza que una máquina componga. Llegará un momento que habrá que verificar si algo está hecho por una persona o no. No tengo capacidad para ver hasta dónde puede llegar.
P. ¿Tampoco tiene tiempo para ver la televisión?
R. Solo veo ficción, series y cine, y deportes. Me interesa saber qué es lo que se está escribiendo y cómo, pero el problema de dedicarte a esto es que cuando ves algo lo miras desde el punto de vista crítico.
P. ¿Y en abierto nada?
R. Es que, físicamente, no tengo tiempo. Aunque si me recomiendan alguna entrevista o me reenvían algún enlace, puntualmente, lo veo.
P. ¿Por qué Broncano ha conectado con la gente mayor?
R. Una de sus grandes virtudes es que es de verdad. Él es así, muy directo. Y esto es importante en todo lo que hagas. En televisión, no se sabe qué va a funcionar y qué no. El público es soberano y eso es lo divertido de este trabajo. Para conectar es fundamental la química y la verdad.
P. ¿Es difícil ser moderado y mantenerse en una zona neutral?
R. Muy complicado. Creo que no hay que politizarlo todo y que la vida es mucho más que la política. Es verdad que hay que estar atento a lo que está pasando, pero no puede convertirse en el eje de nuestras vidas. En mi día a día quiero hablar de música, de literatura, de las cosas que les han pasado a mis nietos en el colegio. Y no de lo que ha dicho un político u otro. Hay mucha tensión y se ha convertido en algo tóxico.
P. También va estar de gira por España hasta abril de 2025 dirigiendo un clásico de los musicales, Godspell, junto a Antonio Banderas.
R. Fue la primera comedia musical que vi cuando llegué a España con 14 años y me marcó. Como el libro, es también una obra para todos los públicos, mayores y niños.
P. Uno de los temas que aparece en la novela es el acoso escolar. ¿Por qué?
R. Estoy muy sensibilizado con el tema. En mi época, solo pasaba en el patio del colegio, pero hoy se extiende también a las redes sociales. Los niños están sometidos a una presión brutal.
P. Se meten con Telmo, el protagonista, por tener dislexia.
R. Sí, lo vivo en mi familia porque tenemos a miembros con dislexia. Cuando los niños aprenden que personas como Steve Jobs o grandes artistas fueron disléxicos, no es ningún problema. Sin embargo, el desconocimiento lleva a estas situaciones tan terribles.
P. Muchos artistas pasan por infancias traumáticas. ¿La suya fue feliz?
R. Sí, muy fantasiosa, alimentada por mi padre [Emilio Aragón, Miliki]. Escribía en casa los sketches y lo presenciaba todo. Le acompañaba a las actuaciones, estaba en el camerino, en el escenario, en los platós de televisión... En mi ADN está continuamente el niño que fui porque mi padre no me trataba como si lo fuese, me hablaba como a un adulto, de tú a tú. Siempre me he divertido mucho y me sigo divirtiendo. En este trabajo, si no te diviertes, no lo hagas.
P. ¿Consiente mucho a sus nietos?
R. Siempre que puedo, todo lo que me dejan [se ríe].
P. Cuando fallece un abuelo, se deja de ser niño...
R. Sin duda, es una relación especial. Cuando tuve a mi primer nieto en brazos al lado de mi hija no pude ni hablar. Me gusta mucho esta frase: “Uno en realidad muere tres veces. La primera cuando mueres físicamente, la segunda cuando te entierran, y la tercera cuando alguien te nombra por última vez”. Son los nietos los que de verdad mantienen vivo el nombre del abuelo, su recuerdo.
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Pregunta. En el libro, les da este consejo a sus nietos: “Lo que nos define es el amor que damos y recibimos. No el dinero ni los trofeos que ganamos”. ¿Cómo aprendió esta lección?
Respuesta. Gracias a mi madre [Rita Violeta Álvarez], que ha sido incondicional, también para el amor. A veces, se nos olvida porque la vida no es un camino de rosas y aprendemos a base de golpes. Con treinta años trabajé mucho y me perdí muchos momentos de mis hijos, pero nunca es tarde para intentar recuperarlos con los nietos.
P. Precisamente Telmo Lobo nace de las aventuras que les cuenta antes de dormir. El personaje del capitán Bebo es usted.
R. Sí, pero he intentado escribir como si le escribiera a un adulto, al niño que todos llevamos dentro. Es una novela que los hijos le pueden pasar a sus padres. No sé escribir desde otro lado que no sea desde el corazón y, de vez en cuando, soy un poco moñas, pero quería contar una historia trepidante para competir contra las redes sociales y los videojuegos, algo que no es fácil.
He escrito este libro de aventuras al niño que todo adulto lleva dentro”
P. ¿Cómo ha conseguido encontrar el equilibrio entre la vocación y la vida personal?
R. Soy, como dicen los estadounidenses, un early bird [pájaro madrugador]. Me despierto muy temprano, hago ejercicio, escucho música. Y luego me pongo a escribir, trabajar o estudiar hasta la hora de comer. La tarde siempre la intento reservar para mi familia.
P. ¿Y en la época de Médico de familia y como productor en Globomedia?
R. Esa etapa fue una locura. A finales de los noventa, me bajé del tren y nos tuvimos que mudar a Boston. Me di cuenta de que no podía, que estaba anteponiendo el trabajo a otras cosas, a la familia y también a cuestiones artísticas que me parecían más importantes y necesarias.
P. ¿Llegó solo a esta conclusión?
R. No, llegué porque sufrí ansiedad. Fue la mejor idea que he tenido. Me dejé la barba larga, no vi nada de televisión y me puse a estudiar Composición, Dirección de orquesta e Historia. Aquí no podía salir a la calle y me ayudó mucho que en Estados Unidos no me conociera nadie.
P. Se define como “un músico que ha hecho otras cosas”. Si pudiese empezar de cero, ¿se hubiese focalizado del todo en la música?
R. Miguel Roa, el director de orquesta, me decía: “¡Deja todo esto ya! La televisión, los guiones... Y céntrate en la música”. Y yo le contestaba: “¡Qué más quisiera!”. Estoy satisfecho con la vida profesional que he tenido, pero siempre te queda la duda del “y si”. ¿Y si de repente me hubiese ido a estudiar jazz a la escuela Juilliard con 18 años? ¿Dónde estaría?
P. ¿Qué tiene de malo que se le den bien tantas cosas?
R. No se me dan bien tantas cosas.
P. Bueno...
R. No, no es falsa modestia. La gente ve el éxito, pero no todos los fracasos que hay detrás y hay muchos por el camino. Muchas cosas que no han funcionado o que han funcionado a medias.
La gente ve el éxito, pero no todos los fracasos que hay detrás”
P. ¿Por qué se niega a estar en redes sociales?
R. Porque no tengo tiempo. Tengo una cuenta secreta de Instagram en la que sigo a músicos, cocineros y cosas sobre libros.
P. Como la reina Letizia.
R. Sí [ríe]. La uso para ver y me limito el tiempo, intento estar solo 15 minutos. Al final, tienes que acotarlo bien porque recibimos demasiada información y estímulos. También, es un problema que tienen los niños. Ahora he empezado a meditar para limpiar la mente.
P. ¿Le preocupa cómo está afectando la inteligencia artificial al arte?
R. Da miedo. No sé mucho del tema y siempre se me ha dado muy mal la tecnología, pero no me cabe en la cabeza que una máquina componga. Llegará un momento que habrá que verificar si algo está hecho por una persona o no. No tengo capacidad para ver hasta dónde puede llegar.
No tengo tiempo para las redes sociales, pero tengo una cuenta secreta en Instagram”
P. ¿Tampoco tiene tiempo para ver la televisión?
R. Solo veo ficción, series y cine, y deportes. Me interesa saber qué es lo que se está escribiendo y cómo, pero el problema de dedicarte a esto es que cuando ves algo lo miras desde el punto de vista crítico.
P. ¿Y en abierto nada?
R. Es que, físicamente, no tengo tiempo. Aunque si me recomiendan alguna entrevista o me reenvían algún enlace, puntualmente, lo veo.
P. ¿Por qué Broncano ha conectado con la gente mayor?
R. Una de sus grandes virtudes es que es de verdad. Él es así, muy directo. Y esto es importante en todo lo que hagas. En televisión, no se sabe qué va a funcionar y qué no. El público es soberano y eso es lo divertido de este trabajo. Para conectar es fundamental la química y la verdad.
Una de las grandes virtudes de Broncano es que es de verdad, muy directo”
P. ¿Es difícil ser moderado y mantenerse en una zona neutral?
R. Muy complicado. Creo que no hay que politizarlo todo y que la vida es mucho más que la política. Es verdad que hay que estar atento a lo que está pasando, pero no puede convertirse en el eje de nuestras vidas. En mi día a día quiero hablar de música, de literatura, de las cosas que les han pasado a mis nietos en el colegio. Y no de lo que ha dicho un político u otro. Hay mucha tensión y se ha convertido en algo tóxico.
P. También va estar de gira por España hasta abril de 2025 dirigiendo un clásico de los musicales, Godspell, junto a Antonio Banderas.
R. Fue la primera comedia musical que vi cuando llegué a España con 14 años y me marcó. Como el libro, es también una obra para todos los públicos, mayores y niños.
P. Uno de los temas que aparece en la novela es el acoso escolar. ¿Por qué?
R. Estoy muy sensibilizado con el tema. En mi época, solo pasaba en el patio del colegio, pero hoy se extiende también a las redes sociales. Los niños están sometidos a una presión brutal.
P. Se meten con Telmo, el protagonista, por tener dislexia.
R. Sí, lo vivo en mi familia porque tenemos a miembros con dislexia. Cuando los niños aprenden que personas como Steve Jobs o grandes artistas fueron disléxicos, no es ningún problema. Sin embargo, el desconocimiento lleva a estas situaciones tan terribles.
P. Muchos artistas pasan por infancias traumáticas. ¿La suya fue feliz?
R. Sí, muy fantasiosa, alimentada por mi padre [Emilio Aragón, Miliki]. Escribía en casa los sketches y lo presenciaba todo. Le acompañaba a las actuaciones, estaba en el camerino, en el escenario, en los platós de televisión... En mi ADN está continuamente el niño que fui porque mi padre no me trataba como si lo fuese, me hablaba como a un adulto, de tú a tú. Siempre me he divertido mucho y me sigo divirtiendo. En este trabajo, si no te diviertes, no lo hagas.
P. ¿Consiente mucho a sus nietos?
R. Siempre que puedo, todo lo que me dejan [se ríe].
P. Cuando fallece un abuelo, se deja de ser niño...
R. Sin duda, es una relación especial. Cuando tuve a mi primer nieto en brazos al lado de mi hija no pude ni hablar. Me gusta mucho esta frase: “Uno en realidad muere tres veces. La primera cuando mueres físicamente, la segunda cuando te entierran, y la tercera cuando alguien te nombra por última vez”. Son los nietos los que de verdad mantienen vivo el nombre del abuelo, su recuerdo.
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