Garett_Altenwerth
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Hace solo unos días, la prensa internacional difundía la noticia de que un niño había destruido, sin querer, una vasija de 3.500 años de antigüedad en un museo israelí. El artista Héctor Zamora (Ciudad de México, 1974), que se encuentra en Ámsterdam preparando tres proyectos distintos antes de volar a Madrid, está tan inmerso en su trabajo que no se había enterado del asunto, pero a cambio recuerda bien cómo un pintor, Máximo Caminero, saltó a la fama mundial hace una década arrojando deliberadamente al suelo un jarrón valorado en un millón de dólares, obra de la superestrella artística china Ai Wi Wei, en Miami, en protesta por el exceso de atención que instituciones y mercado prestan a este tipo de celebridades en detrimento de los creadores locales. Ambos casos guardan relación con el próximo trabajo de Zamora, Emergencia, una performance a la que el público asistirá en vivo el próximo 12 de septiembre a las 19:00 en la galería Albarrán Bourdais de Madrid. En ella, una larguísima cadena humana de trabajadores que recorrerá los distintos espacios interiores y exteriores de la galería se irán pasando al vuelo 600 jarrones de terracota, algunos de los cuales inevitablemente caerán de forma accidental, rompiéndose en pedazos y expandiendo su contenido de arena pintada de colores intensos. Zamora espera generar con esta acción la misma tensión que en esos sucesos tan mediáticos. “Mis jarrones no son piezas arqueológicas ni obras de un valor millonario, pero sí son un trabajo humano, algo que al alfarero le tomó su tiempo hacer, y el hecho de que muchos vayan a destrozarse ante los ojos de la gente hará que muchos de ellos se sientan mal”, avanza Héctor Zamora.
Después, los visitantes podrán seguir rememorando la acción en el vídeo que va a grabarse, y también a través de los vestigios materiales que quedarán en el espacio Albarrán Bourdais, una de las salas que forman parte de la programación de Apertura 2024, el inicio de temporada de las galerías madrileñas. Sin embargo, según explica Zamora, es fundamental la vivencia de la performance en el momento en el que suceda: “Espero que el público experimente la subida de adrenalina y el estrés de participar en esta locura”.
Con esta muestra, el artista mexicano trata de dirigir la atención hacia el lado más material y cotidiano del arte, que a menudo se percibe como propio de las elites sociales y culturales, mientras se le atribuyen unas cualidades espirituales que parecen contradecir su propia materialidad. En realidad, detrás de toda exposición y de toda obra que la compone, sea del tipo que sea, se extiende una larga e imprescindible cadena de trabajadores del sector cultural y de otros sectores que están involucrados en él. “A veces se ve el arte como algo muy aislado, que no participa de la cadena económica, cuando es justamente lo opuesto”, dice el artista. “En el caso de esta performance hay muchísima gente detrás, desde el alfarero de Valencia que realizó las 600 vasijas hasta los empleados de la empresa de transportes que las trajeron a Madrid, pasando por quienes pintaron la arena que llevarán dentro, y por supuesto los trabajadores que irán lanzándose las vasijas de mano en mano. Mi idea es que el trabajador esté en primer lugar, en un espacio para muchos vinculado a las clases altas, como es una galería de arte contemporáneo. Porque esos trabajadores son una parte imprescindible de nuestra cultura, aunque muchas veces sean menospreciados. También pretendo reflexionar sobre la inmediatez de lo digital. En un momento en que mucha gente trabaja todo el tiempo frente a la computadora, y todo se vuelve una cuestión virtual, este tipo de acciones nos devuelven a lo humano”.
Zamora también intervendrá la fachada de la galería con una instalación de ladrillos de terracota –cuyo uso es uno de sus sellos de fábrica– inspirada en antiguas arquitecturas religiosas. Lo que da ocasión para recordar que uno de los colectivos profesionales con el que el artista mexicano ha tenido sus más y sus menos es el de los arquitectos. Hace 20 años, cuando realizó su instalación y performance Paracaidista, av. Revolución 1608bis –en la que intervenía la fachada del museo Carrillo Gil de Ciudad de México con una especie de crecimiento tumoral que hacía referencia a las construcciones ilegales de muchos emigrantes de áreas rurales a la gran ciudad–, ya recibió duras críticas por parte del gremio por deformar la rigurosa arquitectura original del funcionalista Augusto H. Álvarez. “Lo mismo volvió a pasarme en la bienal de Estambul de 2013, donde realicé otra performance, Inconsistencia material, y hubo estudiantes de arquitectura que sabotearon mi trabajo”, recuerda. Afirma que nunca ha sabido a ciencia cierta los motivos de ese rechazo, aunque se aventura a lanzar algunas hipótesis: “Quizá se deba a que mi trabajo quiebra las barreras del espacio sagrado, de la solemnidad del cubo blanco, para volverlo una fiesta popular. Además, pongo de manifiesto que los arquitectos no son tan imprescindibles para la edificación. Son los albañiles quienes construyen lo que los arquitectos proyectan y sueñan. Sin ellos no se podría construir, mientras sin arquitectos sí se puede. Ahí están las favelas, cuyos autores no tienen acceso a un arquitecto que diseñe su proyecto. Paracaidista reflexionaba sobre esas técnicas de autoconstrucción que, con lo mínimo, obtienen soluciones a un problema práctico. Y mi nueva performance es otro ejemplo de esta sabiduría”.
Inconsistencia material era un precedente de Emergencia, solo que en ella los trabajadores de la cadena humana se iban pasando ladrillos en lugar de vasijas. Hoy forma parte de la colección del museo CA2M de Móstoles, que la adquirió en la edición de 2014 de la feria ARCO. Zamora, artista consolidado de prestigio internacional, destaca que la de Albarrán Bourdais va a ser su primera gran exposición en Madrid, aunque en 2005 acaparó cierta atención con Unidad habitacional, una gran instalación con cajas de cartón en la azotea de La Casa Encendida, obra que ya reflexionaba sobre sus temas habituales. En 2020 intervino la azotea de otro museo, el MET de Nueva York, con la que posiblemente haya sido su obra más difundida internacionalmente. Se trata de Lattice Detour, un enorme muro curvo que se interponía entre los visitantes y la visión panorámica que promete la terraza del MET, pero que, por el modo en que se disponían sus ladrillos, adoptaba la configuración de una celosía. Se habló entonces de referencias al muro que Donald Trump pretendía erigir en la frontera entre Estados Unidos y México para evitar los movimientos migratorios. “Curiosamente, como en los Estados Unidos no existen esos ladrillos, hubo que traerlos desde México”, recuerda Héctor Zamora. “Es cierto que la pieza reflexionaba sobre la cuestión de Trump, pero también sobre los bordes en general. Al ser permeable, la gente podía saludar a quien estaba al otro lado. No dejaba de ser muro, pero se podía interactuar entre ambos lados, así que al mismo tiempo quebraba la propia idea de muro”.
En aquel caso, para Zamora era importante atraer al mayor número y variedad de visitantes. “Quería que fuera una pieza muy plural, porque mucha gente sube a la azotea del MET solo para disfrutar de la vista, sin estar necesariamente familiarizada con el arte contemporáneo. Siempre me ha interesado que a mi trabajo acceda todo tipo de público, sin cerrarse a un grupo privilegiado, y que a cada quien le deje algo,”. Lo mismo espera de la exposición y la performance que está a punto de traer a Madrid. “Todo el mundo reconocerá los jarrones como parte del trabajo humano, y todo el mundo experimentará esa tensión ante los accidentes”, afirma. “Para esta exposición, pese a hacerse en una galería de arte, no quería producir un trabajo vendible, sino realizar un statement, una declaración de intenciones. Que la gente que pase por la calle mientras realizamos la acción se interese por lo que está sucediendo y se sume a ello. Y que se contagie de su entusiasmo en una celebración de la vida, de lo que puede hacer un cuerpo”.
La exposición Emergencia, de Héctor Zamora, comisariada por Marisol Rodríguez, estará del 12 de septiembre al 26 de octubre en la galería Albarrán Bourdais (Barquillo, 13. Madrid).
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Después, los visitantes podrán seguir rememorando la acción en el vídeo que va a grabarse, y también a través de los vestigios materiales que quedarán en el espacio Albarrán Bourdais, una de las salas que forman parte de la programación de Apertura 2024, el inicio de temporada de las galerías madrileñas. Sin embargo, según explica Zamora, es fundamental la vivencia de la performance en el momento en el que suceda: “Espero que el público experimente la subida de adrenalina y el estrés de participar en esta locura”.
Con esta muestra, el artista mexicano trata de dirigir la atención hacia el lado más material y cotidiano del arte, que a menudo se percibe como propio de las elites sociales y culturales, mientras se le atribuyen unas cualidades espirituales que parecen contradecir su propia materialidad. En realidad, detrás de toda exposición y de toda obra que la compone, sea del tipo que sea, se extiende una larga e imprescindible cadena de trabajadores del sector cultural y de otros sectores que están involucrados en él. “A veces se ve el arte como algo muy aislado, que no participa de la cadena económica, cuando es justamente lo opuesto”, dice el artista. “En el caso de esta performance hay muchísima gente detrás, desde el alfarero de Valencia que realizó las 600 vasijas hasta los empleados de la empresa de transportes que las trajeron a Madrid, pasando por quienes pintaron la arena que llevarán dentro, y por supuesto los trabajadores que irán lanzándose las vasijas de mano en mano. Mi idea es que el trabajador esté en primer lugar, en un espacio para muchos vinculado a las clases altas, como es una galería de arte contemporáneo. Porque esos trabajadores son una parte imprescindible de nuestra cultura, aunque muchas veces sean menospreciados. También pretendo reflexionar sobre la inmediatez de lo digital. En un momento en que mucha gente trabaja todo el tiempo frente a la computadora, y todo se vuelve una cuestión virtual, este tipo de acciones nos devuelven a lo humano”.
Zamora también intervendrá la fachada de la galería con una instalación de ladrillos de terracota –cuyo uso es uno de sus sellos de fábrica– inspirada en antiguas arquitecturas religiosas. Lo que da ocasión para recordar que uno de los colectivos profesionales con el que el artista mexicano ha tenido sus más y sus menos es el de los arquitectos. Hace 20 años, cuando realizó su instalación y performance Paracaidista, av. Revolución 1608bis –en la que intervenía la fachada del museo Carrillo Gil de Ciudad de México con una especie de crecimiento tumoral que hacía referencia a las construcciones ilegales de muchos emigrantes de áreas rurales a la gran ciudad–, ya recibió duras críticas por parte del gremio por deformar la rigurosa arquitectura original del funcionalista Augusto H. Álvarez. “Lo mismo volvió a pasarme en la bienal de Estambul de 2013, donde realicé otra performance, Inconsistencia material, y hubo estudiantes de arquitectura que sabotearon mi trabajo”, recuerda. Afirma que nunca ha sabido a ciencia cierta los motivos de ese rechazo, aunque se aventura a lanzar algunas hipótesis: “Quizá se deba a que mi trabajo quiebra las barreras del espacio sagrado, de la solemnidad del cubo blanco, para volverlo una fiesta popular. Además, pongo de manifiesto que los arquitectos no son tan imprescindibles para la edificación. Son los albañiles quienes construyen lo que los arquitectos proyectan y sueñan. Sin ellos no se podría construir, mientras sin arquitectos sí se puede. Ahí están las favelas, cuyos autores no tienen acceso a un arquitecto que diseñe su proyecto. Paracaidista reflexionaba sobre esas técnicas de autoconstrucción que, con lo mínimo, obtienen soluciones a un problema práctico. Y mi nueva performance es otro ejemplo de esta sabiduría”.
Inconsistencia material era un precedente de Emergencia, solo que en ella los trabajadores de la cadena humana se iban pasando ladrillos en lugar de vasijas. Hoy forma parte de la colección del museo CA2M de Móstoles, que la adquirió en la edición de 2014 de la feria ARCO. Zamora, artista consolidado de prestigio internacional, destaca que la de Albarrán Bourdais va a ser su primera gran exposición en Madrid, aunque en 2005 acaparó cierta atención con Unidad habitacional, una gran instalación con cajas de cartón en la azotea de La Casa Encendida, obra que ya reflexionaba sobre sus temas habituales. En 2020 intervino la azotea de otro museo, el MET de Nueva York, con la que posiblemente haya sido su obra más difundida internacionalmente. Se trata de Lattice Detour, un enorme muro curvo que se interponía entre los visitantes y la visión panorámica que promete la terraza del MET, pero que, por el modo en que se disponían sus ladrillos, adoptaba la configuración de una celosía. Se habló entonces de referencias al muro que Donald Trump pretendía erigir en la frontera entre Estados Unidos y México para evitar los movimientos migratorios. “Curiosamente, como en los Estados Unidos no existen esos ladrillos, hubo que traerlos desde México”, recuerda Héctor Zamora. “Es cierto que la pieza reflexionaba sobre la cuestión de Trump, pero también sobre los bordes en general. Al ser permeable, la gente podía saludar a quien estaba al otro lado. No dejaba de ser muro, pero se podía interactuar entre ambos lados, así que al mismo tiempo quebraba la propia idea de muro”.
En aquel caso, para Zamora era importante atraer al mayor número y variedad de visitantes. “Quería que fuera una pieza muy plural, porque mucha gente sube a la azotea del MET solo para disfrutar de la vista, sin estar necesariamente familiarizada con el arte contemporáneo. Siempre me ha interesado que a mi trabajo acceda todo tipo de público, sin cerrarse a un grupo privilegiado, y que a cada quien le deje algo,”. Lo mismo espera de la exposición y la performance que está a punto de traer a Madrid. “Todo el mundo reconocerá los jarrones como parte del trabajo humano, y todo el mundo experimentará esa tensión ante los accidentes”, afirma. “Para esta exposición, pese a hacerse en una galería de arte, no quería producir un trabajo vendible, sino realizar un statement, una declaración de intenciones. Que la gente que pase por la calle mientras realizamos la acción se interese por lo que está sucediendo y se sume a ello. Y que se contagie de su entusiasmo en una celebración de la vida, de lo que puede hacer un cuerpo”.
La exposición Emergencia, de Héctor Zamora, comisariada por Marisol Rodríguez, estará del 12 de septiembre al 26 de octubre en la galería Albarrán Bourdais (Barquillo, 13. Madrid).
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‘Emergencia’: así es la frenética ‘performance’ en la que 600 jarrones acaban hechos trizas
El público podrá asistir en vivo al nuevo trabajo de Héctor Zamora, ‘Emergencia’, el próximo 12 de septiembre en la galería madrileña Albarrán Bourdais
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