Elogio a la morcilla

xmccullough

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Hubo una vez que la 'Vogue' tituló que la morcilla era un superalimento . No me creo la etiqueta en cuestión, pero al leerlo se me escapó un gritito de orgullo y satisfacción. Por supuesto, reenvié el enlace a mis amigas de la adolescencia, aquellas que me vieron pedir morcilla todas y cada una de nuestras cenas de sábado noche. La verdad es que no todos los días uno de tus bocados preferidos se gana su espacio en la Biblia de la moda. Tampoco es que haya que comer por tendencias, ni tragarse lo de los alimentos mágicos –¿se acuerdan de aquellas bayas rojas?–, pero me pareció muy bonito que la modesta morcilla, denostada durante años como un embutido de segunda –siempre por detrás del chorizo y el salchichón–, pudiera disfrutar de su pódium alimenticio durante el breve instante que duran los titulares 'online' de nuestro mundo de clics. Porque no pasó de eso. El asunto de la morcilla 'superfood' fue un destello pasajero que por no calar no se hizo ni viral –hubo algo de discusión en Gran Bretaña– y el negro manjar especiado volvió al ostracismo al que había sido condenado por otros bocados. Serán muchos pero yo sospecho de un par en concreto. En primer lugar, de la alcachofa. Hay una secta pro alcachofa, fíjense la próxima vez que alguien las pida: los demás se miran entre ellos con una sonrisa cómplice. Luego está el hummus. «En Madrid durante mucho tiempo los sitios no eran nada si no lo tenían en su carta», me dijo una amiga que sabe de gastronomía. Habrá más, pero también los ignoro al pedir.El caso es que aquel día del 'Vogue' me enteré de que la morcilla contiene multitud de vitaminas, proteínas, magnesio, zinc, potasio, hierro y no sé qué más. Me alegré, aunque le presté la justa atención al listado. Porque los del club de la morcilla no vamos exactamente por ahí. Somos más del sabor y la textura y por eso nunca la hemos expulsado de nuestra dieta. Ni la de Burgos; ni, por supuesto, la manchega, mi preferida. Con su cebolla y, si es posible, sus piñones. Y como he crecido en una casa donde se hacían cada semana le tengo un soberbio respeto. Porque me ha dado de comer en todos los sentidos. Y porque es, a la vez, reflejo de la tierra y de la sociedad de la que venimos. Donde unos somos dependientes de los otros. Donde nada sobra. La morcilla, nacida como tantos platos, de la necesidad del pobre del todo aprovechar. Su receta es, por tanto, símbolo del máximo respeto y veneración por la naturaleza, por el animal sacrificado. Ya que has dado la vida por nosotros, no desperdiciaremos ni una gota de tu sangre. Suena casi religioso. A lo mejor es por eso que, aunque la pido igual en verano que en invierno, en Navidad le noto un carácter especial. El cordero y el marisco le ponen glamur a la mesa, como el árbol y las lentejuelas, sí. Pero quizá la humilde morcilla nos acerca mucho más a lo que estamos celebrando .

 

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