El XVIII, Siglo de Plata español

lolita33

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Es fácil describir o reconocer el acreditado como Siglo de Oro español que, curiosamente, es un periodo de casi doscientos años, según autores, yendo desde 1492 hasta 1681, fecha de la muerte de Calderón de la Barca. Tras este periodo, y con la llegada de la nueva dinastía Borbón, que se consideraba heredera directa y de sangre con la de Austria, en apariencia finiquitada tras la muerte en 1700 de Carlos II, de terrible Leyenda Negra en cuanto que desconocido en su más que interesante gobierno, y apenas recordado más que con el absurdo mote de 'El Hechizado'. Tópicos que se deberían de abandonar como se dejó atrás la división entre Austrias «mayores y menores», de manera despectiva, aunque en principio fuera más bien para destacar el momento áureo de los reinados de Carlos V y de Felipe II con relación a los siguientes. Pareciera que la responsabilidad del intento de mala fama viniera de un siglo, el XVIII, tildado de decadente y responsable de la pérdida del Imperio español. Sin embargo, es precisamente entonces, en 1736 para ser más exactos, cuando el término Siglo de Oro aparecerá. Referenciado por el jienense Alonso Verdugo y Castilla Ursúa, en su discurso de entrada en la RAE, siendo él mismo miembro fundador de la Real Academia de la Historia, por cierto, en el que será la época de la creación de estas instituciones. Aparte de las ya mencionadas, lo serán las de Bellas Artes de San Fernando; la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; de Ciencias Morales y Políticas; de Medicina; de Jurisprudencia y Legislación; de Farmacia; de Ingeniería; y la de Ciencias Económicas y Financieras. ¿Decadencia?Extraño siglo, pues, el XVIII, donde el Quijote era admirado y tenido por referente, pues en boca del hidalgo castellano universal es en quien Cervantes pone la referencia clásica de Hesíodo sobre las 'Edades del Hombre': la dorada, la de plata, bronce, heroica y de hierro. Quedada establecida la primera, ¿cuál deberíamos de entender como la argentina entonces? Pues la llamada Edad de Plata de finales del XIX e inicio del XX, no es sino una acotación a aspectos meramente culturales y literarios. Pero así como el momento imperial de los Austria fue mucho más que arte e intelectualidad, el de los Borbón, yéndole a la zaga, sin duda fue de cambio. De regeneración. Y de desgaste en la lucha contra enemigos que no eran tan débiles como al principio del XVI. No en relación con el momento álgido del poder militar y político de la Monarquía de las Españas. Del mayor imperio sin emperador de una época sin duda sinigual. Global. En la que, citando a la académica Carmen Iglesias, no puede entenderse la historia del mundo sin la de España. Francia e Inglaterra no iban a cejar en tomar el relevo mundial. La primera mediante pactos de familia. La segunda, intentándolo en la supremacía en el mar. Sin embargo a ninguno le iba a resultar fácil la porfía, y sólo podríamos hablar de un auténtico sorpasso tras la Guerra de 1808, donde España surge como nación política, pero también como un actor noqueado en lo geopolítico, casi para siempre.¿Fue responsable la nueva dinastía del declive hispano? Pienso que sería llevar muy lejos las presuntas responsabilidades, e incluso hacer bueno el ataque frontal que la Francia enciclopedista e ilustrada, realizó para minimizar y desprestigiar esa España aún viva con una Ilustración propia (ahí quedan y están los Aranda, Campomanes, Floridablanca, Feijoo, Cadalso, Jovellanos, Meléndez Valdés, Moratín, Josefa Amar, Blanco-White o Capmany, sólo por citar algunos). Donde se producen e intentan llevar a cabo cambios y reformas, tal vez no siempre acertadas o exitosas, pero sin duda negarlas sería injusto.Hay quienes hasta sostienen que el Motín de Esquilache de 1766, por ejemplo, fue la primera protesta de carácter social europea. Sin embargo, recordemos que la tan manida y tenida como hito ilustrado, la 'Encyclopédie Méthodique' de 1782, dedica a España esta entrada: «¿Qué le debemos a España? En dos siglos, en cuatro, en diez, ¿qué ha hecho por Europa? Nada se le debe. Tal vez sea la nación más ignorante de Europa. ¡Las artes, las ciencias, el comercio se han apagado en esta tierra!». Seis años más tarde los capitanes Alejandro Malaspina y José de Bustamante y Guerra, proponían a la Real Armada el que sería conocido como el 'Viaje científico y político alrededor del mundo', que durante cinco años lo navegarían tras el permiso otorgado por Carlos III. La expedición iba a traer toda una serie de descubrimientos en materia de historia natural, cartografía, etnografía, astronomía, hidrografía, medicina… Y si de medicina hablamos, en 1798 tendremos a un tal Francisco Javier Balmis convenciendo a Carlos IV de llevar a cabo una expedición que llevará el remedio contra la viruela a dos continentes, a lo largo de toda América y hasta llegando a Asia, en la llamada Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Tiempos, los de este rey, donde la Corona española alcanzaría la mayor expansión territorial de su historia, desde Alaska y Luisiana, hasta la Tierra del Fuego. Tiempos de la Marina ilustrada, donde viejos galeones dieron paso a veloces navíos de línea, que mantuvieron hasta el inicio del XIX la mayor vía de comunicación comercial desde hacía siglos: la que con el Galeón de Manila se viajaba hasta la China y las Filipinas, y de aquí a Acapulco gracias al Tornaviaje; y de esa Nueva España, con la Carrera de Indias a lo largo del Atlántico. Donde los intentos ingleses por acabar con ella, o tomar plazas en tierra firme, bien fuera en Florida, o en Cartagena de Indias, fueron en principio infructuosos pese a su insistencia; la toma de La Habana costaría perder por veinte años Florida; y la de Manila de 1762, cuyo saqueo de la cartografía española permitió que lograrán por fin, navegar por lo que era el Lago español, un Pacífico lleno de toponimia hispana ahora olvidada. Pero en modo alguno logró frenar ni vencer al siempre rival que ganaba barlovento en tantas ocasiones. Hablamos del tiempo de José Patiño, del Marqués de la Ensenada, de Jorge Juan, de Luís de Córdova, de Antonio Barceló, de Federico Gravina, de Cosme Churruca… Y también de los Blas de Lezo y los Bernardo de Gálvez. O de los científicos Félix de Azara y Antonio de Ulloa. Mala fama tiene entre algunos que se tienen por hispanistas este siglo XVIII, en donde en la América Virreinal las ciudades de los reinos de Indias llegaron a convertirse en las urbes más populosas y ricas del mundo. En la que las ciudades de México y de Lima se convirtieron en referentes políticos, culturales, sociales y comerciales… Olvidando héroes sin nombre, como los soldados de cuera, o hasta incluso los que lo llevaron a los altares, como Fray Junípero Serra. Hoy todo esto parece esfumarse de nuestros libros de texto, oscureciendo el conocimiento de todo lo bueno y lo malo, que también lo hubo, en este siglo que, sin duda, bien pudiéramos tenerlo como el Siglo de Plata español. El cuál, me temo, hemos descolonizado de nuestras mentes de manera ignominiosa. Recuperemos también esa memoria histórica de lo que fueron nuestros ancestros, y seguramente nos ayudará a entender lo que somos hoy en día. SOBRE EL AUTOR Javier Santamarta del Pozo es politólogo y escritor

 

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