orin.hettinger

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La oposición a que transexuales participen en competiciones femeninas es abrumadora. Personalidades relevantes empiezan a manifestar en voz alta y sin temor su oposición a que acusaciones en redes sin recorrido judicial puedan tener consecuencias sociales para los señalados. Ciertas marcas comienzan a alejarse de las imposiciones de movimientos identitarios en sus campañas publicitarias. ¿Ha muerto el ‘woke’? En Francia, la Cinemateca Francesa anula la proyección de la película ‘El último tango en París’ tras las protestas de varias asociaciones feministas. En Reino Unido, la Junta Británica de Clasificación de Películas eleva la edad recomendada para ver el clásico ‘Mary Poppins’ por lenguaje «discriminatorio» y «ofensivo». En España, un diario nacional señala con graves acusaciones a directores de cine sin mediar denuncia alguna en sede judicial. En Estados Unidos, en la Universidad de California, se exigen declaraciones de DEI a todos los aspirantes a profesores. No, el ‘woke’ no ha muerto. El ‘woke’ agoniza, sí, parece perder apoyos, cierto; pero no ha muerto. Aparecen signos de que está en declive. Los más claros y sintomáticos, en mi opinión, son dos: que ciertos intelectuales inviertan tiempo y esfuerzo en sofisticar argumentos que sostienen que siempre fue de derechas, y que los tibios y moderados, los que jamás arriesgaron nada y siempre se mantuvieron al margen (porque eso que se ha dado en llamar «las batallas culturales» son una vulgaridad y ellos están a lo importante y a lo elevado), andan celebrando que han ganado. Y aquí no se ha ganado nada, ya lo siento.En España, un diario nacional señala con graves acusaciones a directores de cine sin mediar denuncia alguna en sede judicialEl ‘woke’ no ha muerto y, como bien señala en un reciente artículo Richard Hanania, reconocido escritor estadounidense, especialista en ideologías, autor de ‘El origen del ‘woke’’, no conviene ignorar ahora, precisamente, la agenda identitaria de la extrema izquierda: el ‘woke’ sigue vivo y hay que enfrentarlo. Porque a los caprichosos, los irresponsables, los malcriados y los presuntuosos les sigue reportando beneficios el abrazo de toda idea que sirva de exhibición de su altura moral (ese capitalismo de las ideas admirables), y porque ideólogos y fanáticos continúan cómodamente instalados en las instituciones, la academia, la cultura y los medios. Y se juegan demasiado con su desaparición como para resignarse. A algunos de ellos, de hecho, solo les separa del hambre o la relevancia (o ambos) que siga en pie el chiringuito que han contribuido a construir, diligentemente, sobre la idea de una justicia social supuestamente reparadora que justifica todo abuso. Lo que sí ha cambiado es que algunos han despertado por segunda vez, lo que el arquitecto y ex decano de la Universidad de Princeton, Alejandro Zaera-Polo, ha llamado «el despertar de la vigilia ‘woke’». Pero, para que ocurra realmente, como él mismo dice, para que concluya, será necesario que prevalezca «un nuevo realismo materialista donde la evidencia empírica vuelva a prevalecer sobre los imperativos morales de la justicia social», también –y sobre todo– en el mundo de la cultura. Por seguir con la analogía de diagnóstico médico: el paciente se encuentra en estado crítico, pero estable en su gravedad. Por eso no conviene encargar todavía flores ni responsos. No se precipiten

 

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