De luto el Villarreal, todo de negro, con su amarillo submarino en los baúles del utilero y el Alavés de gris apagado como su juego; de luto la grada, desactivada como nunca, sin ánimo, sin ganas. Lágrimas con el himno de la Comunidad Valenciana, y la bandera desplegada en medio del silencio sobrecogedor de los futbolistas y los espectadores. No tenían demasiadas ganas de fútbol, pero allí estaban, casi por obligación, así que a todos les costó bastante hacerse a la idea de lo que ocurría sobre el tapiz. Al final ganó el Villarreal más eficaz, que por primera vez no encajó, en un ejercicio de profesionalidad, de amor al oficio, con tres goles en tres disparos a portería, los mismos que el Alavés, que sin embargo no acertó a marcar, porque además comenzó desenchufado y terminó igual, cuando el marcador le dijo que ya poco tenía que hacer en La Cerámica.
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El Villarreal despega en un partido gris ante el Alavés
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