‘El viejo roble’: la tibia despedida de Ken Loach

Registrado
27 Sep 2024
Mensajes
48
Existió un dilatado tiempo en el que acudir religiosamente a ver el cine que hacía un individuo tan inteligente como concienciado llamado Ken Loach ofrecía certificado de izquierdismo, y disponía de un cuantioso y adicto público. Loach hablaba permanentemente de injusticias sociales, de gente machacada por el implacable estado de las cosas, de lo mal que lo pasan ancestralmente los de abajo, de supervivencias que están a punto de ser asfixiadas, de verdugos legitimados por las guerras (incluida la de España en Tierra y libertad), de víctimas en progresivo desastre. A veces, su mensaje, y la narración correspondiente, ha sido luminoso, conmovedor, lúcido, corrosivo y profundamente humano. En otras puede llegar al panfleto irritante, al naufragio artístico de las buenas intenciones, desprovistas estas de talento o de la necesaria complejidad.

El ya anciano Loach, con graves problemas de visión, ha informado de que probablemente El viejo roble sea su despedida de los largometrajes. Y es una noticia triste. A mí me ha provocado tensión, implicado, emocionado con un número suficiente de buenas películas como para lamentar su retirada. La última vez en que me sentí profundamente implicado con su indignación y su compasión fue con la muy desoladora Yo, Daniel Blake, la historia de un hombre viejo, legal y muy enfermo al que la kafkiana burocracia y su desconocimiento de la tecnología le exigen requisitos que no puede solucionar para cobrar pensión por invalidez o subsidio por desempleo. Era todo de verdad. Y doloroso. Ya que este desvalido también intentaba ayudar a una mujer con dos críos que ya conocían el desfallecimiento que provoca el hambre.

El guionista Paul Laverty, habitual colaborador en el cine de este director desde hace mogollón de años y tengo serias dudas de que en algunos casos haya sido para bien, y el propio Loach han encontrado una nueva causa social en El viejo roble. La protagonizan refugiados sirios que han encontrado un lugar para sobrevivir como puedan (o les dejen) en un pueblo minero del norte de Inglaterra. Todo allí ya es abandono y ruina. Hace mucho tiempo que cerraron las minas y los currantes que se quedaron en el pueblo lo tienen crudo. Y existe la solidaridad por parte de algunos hacia los inmigrantes forzosos.

Pero la pobreza es terreno abonado para que crezca la xenofobia de los que tienen la vida cruda hacia los nuevos y desamparados vecinos. Hay división entre los nativos que en épocas difíciles se sintieron laboral y fraternalmente unidos. Casi todo este drama se desarrolla en un bar ruinoso que alguna vez fue el símbolo de la calidez y de la camaradería entre sus parroquianos. Ahora predomina el mal rollo. El dueño y otra gente intentan no solo comprender, sino también echar una mano a esas familias sirias que perdieron casi todo. Y sus antiguos colegas les reprochan que sean tan comprensivos con esos intrusos que además son extranjeros.

Lo que cuenta Loach es penoso y real. Pero lo transmite de forma lamentablemente didáctica, con el aroma a panfleto bienintencionado de algunas de sus películas, con falta de matices y nulo magnetismo. En mi caso, no existe ningún momento en el que me sienta implicado emocionalmente con lo que veo y escucho. Todo me resulta previsible y chato. Los buenos sentimientos no garantizan que estén descritos con arte. La obra de Ken Loach merecía que la despedida estuviera habitada por la calidad.

Seguir leyendo

 

Miembros conectados

No hay miembros conectados.
Atrás
Arriba